Desde el año 2015 la Universidad
de Sevilla forma parte del Real Colegio Complutense en Harvard, un centro
universitario afiliado a la universidad norteamericana del mismo nombre que
facilita la cooperación entre esta universidad y el denominado sistema español
del conocimiento. La Universidad de Sevilla comparte el liderazgo en este
proyecto con la Universidad Complutense (la institución fundadora), la
Universidad Rey Juan Carlos, la Universidad Politécnica de Madrid, la
Universidad de Alcalá y la Universidad de Valencia.
Lo anterior viene a propósito de
la intervención del Rector de la Universidad de Sevilla, el profesor Miguel
Ángel Castro, con ocasión de la entrega del I Premio a la Transferencia del
Conocimiento promovido por el Consejo Social de esta Universidad bajo la
presidencia de Concepción Yoldi. Recién regresado de Harvard, el Rector de la
Universidad de Sevilla compartía con el auditorio su experiencia con los
antiguos alumnos ahora en Estados Unidos y con sus actuales profesores en
aquella Universidad. La opinión es extraordinariamente favorable, tanto de los
profesores norteamericanos sobre los alumnos españoles como de las empresas en
las que ahora trabajan. La lección es inmediata; la opinión que de fuera tienen
de nuestra Universidad es extraordinariamente mejor que la que los españoles
tenemos. Pero en esto nada debe sorprendernos; para oír hablar bien de España y
de nuestras instituciones hay que irse fuera de España. Si se me permite la
simplificación mediática, sólo los españoles que protagonizan “Españoles por el
mundo” exhiben inequívocamente su añoranza y orgullo patrio.
Con la Universidad ocurre algo
parecido. La denostación de nuestras universidades encuentra en sus miembros a
sus principales voceros. Esta denostación encuentra fácil acomodo en la opinión
pública en la que un dudoso Máster de un político ocupa más horas de interés
que todos los avances científicos juntos nacidos de nuestro sistema
universitario. Sin duda parte del problema está en la dificultad de comunicar
al gran público la importancia de los avances científicos pero todo sería más
fácil si desvistiéramos a la universidad de los prejuicios que se le han ido
colocando secularmente. Una cosa es la crítica, sin cuyo acicate nada mejora, y
otra la denostación desde el prejuicio.
Pero sin datos, lo que aquí
escribimos sería sólo una opinión más, así que aportemos algunos. La
Universidad de Sevilla ocupa el tercer puesto entre las universidades españolas
según el número de patentes anuales registradas. Son datos de la Oficina
Española de Patentes y Marcas. Sólo la superan la Universidad Politécnica de
Cataluña y la Universidad Politécnica de Madrid con quien, precisamente,
coincide la de Sevilla en el patrocinio del Colegio Complutense en Harvard. La
de Sevilla es la séptima universidad española en captación de fondos. En 2016
esta cifra alcanzó los 17,5 millones de euros y el Plan Estratégico que acaba
de poner en marcha quiere elevar esta cifra en un 20 por ciento. De hecho, y
sólo en el ámbito de las denominadas cátedras patrocinadas por empresas, el
número se ha duplicado en sólo dos años, el último patrocinio en unirse ha sido
el de Red Eléctrica de España en la Cátedra de Economía de la Energía y del
Medioambiente.
En mi opinión la brecha que
habitualmente se denuncia entre la vida académica y las necesidades de la
sociedad y de la empresa se está reduciendo a muy buen ritmo. Las empresas
saben que el talento se forma principalmente en las universidades y estas deben
seguir esforzándose en comunicar sus logros.
Sin ir más lejos el desafío
inmediato a afrontar es el desarrollo del nuevo campus politécnico en los
terrenos de la Isla de la Cartuja. Basta releer los datos anteriores de número
de patentes y del carácter politécnico de las dos primeras universidades en ese
ranking. En el mismo sentido debe verse el éxito logrado por la Universidad
Rovira i Virgil en Tarragona; una universidad que en muy poco tiempo ha logrado
una muy buena reputación a la que ha ayudado la proximidad de la universidad al
polo industrial de esa zona de España. La importancia de este proyecto
politécnico es difícil de exagerar pero, desafortunadamente, no lo
encontraremos en las conversaciones del café ni en las tertulias entorno a las
tapas de caracoles. Es posible que parte determinante de este déficit de
atención sea responsabilidad de los propios universitarios así que vaya aquí mi
pequeña contribución. El proyecto es de trascendencia nacional y ojalá seamos
capaces de verlo así desde dentro. En caso contrario ya nos lo harán saber en
Harvard o en algún programa de “Españoles por el mundo”. Espero que no. Afortunadamente
nos vamos desprendiendo de los complejos que nos lastran como sociedad y como
Nación. También debemos ir dejando –por el camino de la crítica- los que
estigmatizan a la universidad española.
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