Las grandes compañías eléctricas
tienen enormes expectativas depositadas en el creciente uso del coche eléctrico
enchufable. En buena medida la mayor demanda de energía eléctrica asociada al mayor
uso de este tipo de vehículos podría compensar el temido abandono de la red de
aquellos consumidores que se decantan por instalar sistemas de autoconsumo que
reducen considerablemente su necesidad de tomar electricidad de la red
eléctrica. El coche eléctrico recuerda al título de “La gran esperanza”, la
obra con la que Rafael García Serrano se alzó con el Premio Espejo de España en
1983.
Las expectativas puestas en el
coche eléctrico tanto por los comercializadores de estos vehículos como por las
mencionadas compañías eléctricas se están viendo reforzadas por las anunciadas
restricciones al uso de vehículos diésel en varias ciudades del mundo. Algunas
previsiones sobre el futuro de los vehículos eléctricos son especialmente
halagüeñas. Así, por ejemplo, en 2012 el Forum de Transporte Internacional
estimaba que en el mejor de los escenarios que barajaba, los coches eléctricos
habrían sustituido a todos los vehículos movidos por combustibles fósiles en
2050.
El interés en estos vehículos
debe contemplarse también desde su posible uso como sistemas de almacenamiento
distribuido de electricidad. Un sistema de almacenamiento en el que no pocos
ven la posibilidad de reducir las necesidades de inversión en nuevas centrales
de generación eléctrica. La clave es el sistema ‘Vehicle to grid’ (V2G) que
consiste el permitir que el vehículo eléctrico vuelque a la red la electricidad
sobrante una vez completada la carga de su batería. La Agencia Internacional de
la Energía estimaba en 2011 que la descarga que podía hacer un vehículo
eléctrico al día era de unos 4 Kilovatios. Si se lograba que esa descarga
coincidiese en el tiempo con los dos picos de demanda eléctrica diarios el
resultado era que se suavizaba la curva de necesidades de electricidad
procedentes de plantas convencionales (renovables o no) gracias a la
electricidad sobrante de los vehículos. Naturalmente, es un sistema de gestión
del sistema eléctrico mucho más complejo que el basado en la gestión de un
número reducido de centrales de ciclo combinado que entran en producción o no según
se le requiera por el operador del sistema. En definitiva es un cambio complejo
y arriesgado sobre el que planea la posibilidad de apagones eléctricos, algo
que parece haber desaparecido del imaginario colectivo.
Sobre lo anterior es necesario
advertir de algunas barreras no menores que obligan a rebajar las expectativas
puestas en el desarrollo del coche eléctrico. La primera está relacionada con
las estadísticas de uso de este tipo de vehículos. Con frecuencia aparecen
dentro de la misma categoría vehículos eléctricos tan dispares como un
automóvil de pasajeros o una carretilla elevadora utilizada en un almacén. Las
posibilidades que uno y otro vehículo tienen para verter la electricidad
sobrante a la red son muy diferentes pero en las estadísticas ambos computan
como vehículo eléctrico. Sobre esta realidad y para el caso español he tenido
la oportunidad de publicar recientemente un estudio sobre la electromobilidad
en España hasta 2012 en colaboración con la profesora Rocío Yñiguez de la
Cátedra de Economía de la Energía y del Medio Ambiente de las Universidad de
Sevilla. El estudio lo ha publicado la revista ‘Transportation research’.
La segunda barrera a superar es
que los vehículos que se conectan a la red para verter la electricidad sobrante
deterioran antes sus baterías aunque el ritmo del deterioro no resulta fácil de
establecer. Además, la citada Agencia Internacional de la Energía estima que
sólo el 50 por ciento de los vehículos eléctricos se conectarían a dispositivos
de vertido. Esta dificultad se añade a la de la velocidad de carga de las
baterías.
En un país como Francia los
dispositivos de carga son de 3, 6, 24, 43 y 150 kilovatios. Cuanto mayor es la
capacidad menor es el tiempo de carga. Basta comparar el tiempo que tardamos en
llenar el tanque de nuestro vehículo en una gasolinera con las horas que se
necesitan para cargar un vehículo eléctrico para subrayar la importancia de
esta barrera. Indudablemente los dispositivos de carga rápida (aquellos que
superan los 40 kw) reducen este tiempo pero resulta que las baterías recargadas
de forma rápida también reducen su tiempo de vida útil y siguen siendo
sumamente caras. Así las cosas se estima que los dispositivos de recarga tengan
una capacidad promedio de 7.3 Kw.
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