El “monopsonio” es un tipo de
mercado en el que sólo hay un comprador frente a un amplio número de empresas
interesadas en hacerse con su pedido. El único comprador tiene un evidente
poder de mercado que le permite influir sobre el precio de compra, las condiciones
de pago y/o el servicio post venta. Es un tipo de mercado muy poco frecuente y
por esa razón explicarlo en clase tiene la dificultad de no ser fácil de ilustrar
con un caso real y cercano al alumno. Sin embargo, he aquí que el mercado de la
canela se convierte en un aromático e ilustrativo ejemplo.
La canela es la segunda especia
más cara del mundo después del azafrán. La canela auténtica y la más preciada
proviene de Sri Lanka (antiguo Ceilán). Históricamente era tan preciada que se
usaba incluso para saldar el pago de impuestos. Cincuenta gramos de canela
rondan los 3,7 euros. Pues bien, resulta que la industria del mantecado en
Estepa (Sevilla) consume más del 95 por ciento de la canela que se importa en
España, lo que la convierte en casi el único comprador de este producto y su
mercado en algo muy próximo al monopsonio.
La información acerca de la
importancia de Estepa como comprador de canela no está fácilmente accesible
pero uno la conoce de primera mano si tiene la oportunidad de realizar la
visita guiada al Museo del Chocolate de la ciudad propiedad de la empresa La
Despensa de Palacio. Por cierto, una de las pocas visitas en las que la amable
guía explica el descubrimiento del cacao por los conquistadores españoles sin
dejarse seducir por las falsedades de la denominada leyenda negra del
descubrimiento de América. El rigor y la amabilidad conducen al visitante entre
un conjunto de maquinarias industriales antiguas, materias primas, evolución
histórica de las presentaciones del producto y así hasta unas grandes imágenes
en forma de “minots” valencianos de los personajes claves en desarrollo del
consumo de cacao incluidos los Reyes Católicos, Isabel y Fernando.
Estepa es una rara combinación
entre industrialización y tradición. Probablemente el mejor de los ejemplos se
encuentre en el Monasterio de las Clarisas en pleno Cerro de San Cristóbal.
Allí, en cuyas cocinas las monjas de clausura parece que crearon el famoso
dulce de Navidad por el que se conoce a la ciudad, han sido capaces de poner en
valor el patrimonio conventual con una capacidad tal que les permite ofrecerlo
con una calidad de conservación extraordinaria.
Precisamente y coincidiendo con
el año de Murillo, en posible visitar un conjunto de fotografías realizadas por
el profesor Antonio Jesús Pérez Toranzo inspiradas en imágenes de los lienzos
del pintor sevillano. Utilizando sólo las horas de clase de fotografía en un
instituto de Calatrava y el entusiasmo de alumnos y profesores, Pérez Toranzo
ha tomado fotografías de modelos reales revestidos de la época para recrear
algunas de las escenas de los cuadros. Realmente no es fácil de explicar que la
excelencia de los profesores se acabe luego difuminando de manera que, con
datos de 2017, España tenga cuatro regiones en las que el nivel de enseñanza
predominante entre las personas de 30 a 34 años es el de la enseñanza primaria.
Las regiones son Andalucía, Extremadura, Murcia y Castilla-La Mancha. Para la
mayor parte de las regiones europeas, el nivel predominante en este rango de
edad es el de la educación secundaria.
La visita cultural a Estepa tiene
un extraordinario complemento con la excursión al vecino pueblo de Herrera en
el que se pueden visitar el Conjunto Termal Romano de Herrera y el Museo de la
Higiene y la Salud en la Historia. Herrera tiene en Francisco Juárez y su
esposa Marta Jiménez a dos magníficos embajadores.
Pero si uno quiere completar la
historia del monopsonio de la canela de Estepa, puede perfectamente ampliar el
abanico de dulces navideños visitando las panaderías de la localidad de
Paradas, apenas a veinte minutos de Estepa y Herrera. Unas tortas de polvorón
compradas en la Panadería de las Callejuelas de Recacha, unas albarditas de
Petra, unos dulces de Martín en la Calle Teniente Ramírez o los productos de la
panadería Rubito, seguro que hacen de la repostería una experiencia
verdaderamente grata.
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