Entre 2021 y 2027 la Unión
Europea (UE) destinará más de 100.000 millones de euros a financiar proyectos
conjuntos de I+D entre universidades y empresas. Esta cantidad se incluye en el
noveno programa marco de financiación europeo. El nuevo plan recibirá el nombre
de “Horizon Europe” y sustituirá al actual “Horizon 2020” (H2020).
España es el cuarto país de la UE
en volumen de fondos captados (lo que se denomina “retorno” en la jerga
especializada). En los cinco años que lleva vigente el marco H2020, España ya
ha conseguido la misma cantidad de fondos que en todo el programa marco
anterior, 3.300 millones de euros. España se había marcado como objetivo en el
H2020 conseguir un retorno del 9,5 por ciento de los fondos, pero cuando aún
quedan dos años para su finalización, ya ha alcanzado el 10,1 por ciento.
Nuestra posición en el “ranking”
sube a la tercera posición si el criterio que se utiliza es el del número de
proyectos en los que está presente algún socio español (empresa o centro de
investigación). En cada proyecto tiene que haber participación de, al menos,
tres países miembros diferentes. Más aún, si clasificamos a los países europeos
según la cantidad de proyectos coordinados por un investigador del país, entonces
resulta que España ocupa el primer puesto. El 15,8 por ciento del total de
proyectos de I+D en el contexto del octavo programa marco lo lidera un
investigador español. La información la proporciona Elisa Álvarez Bolado, Jefa
de Área de la División de Programas Europeos del Centro de Desarrollo
Tecnológico e Industrial (CDTI) del Ministerio de Ciencia.
A nivel regional, Andalucía ha
pasado de lograr un retorno de 12 millones de euros en el séptimo programa
marco a 27 millones en el actual H2020, mejorando la tasa de éxito (proyectos
que obtienen financiación sobre el total de presentados) de un 10 a un 17 por
ciento. Sin embargo, conviene poner esta cifra en contexto pues los 27 millones
de euros (acumulados desde 2014) representan apenas el 0.08 por ciento del presupuesto
de la Junta de Andalucía sólo para 2018.
Que la innovación, la política
industrial y el apoyo público deben comunicarse a partir de una arquitectura
sólida es algo bien sabido desde el Proyecto Manhattan, aunque ahora los gurús
que pululan entorno a estos temas obvien la referencia debido al protagonismo
que tuvo la industria de la Defensa. Nada nuevo hay en reivindicar esa
arquitectura como algo necesaria para el desarrollo económico de cualquier
territorio. Sin embargo, el reto a plantearse por el nuevo gobierno regional
aún a sabiendas de que cuatro años no dan para mucho, es si la política
industrial se seguirá orientando principalmente a mantener el escaso tejido
industrial existente o apuntará, con altura de miras pero elevado riesgo de
obtener poco rédito electoral, hacia la nueva industria en mitad de la cuarta
revolución industrial en la que andamos inmersos.
Con incuestionable legitimidad,
el empresariado andaluz ejercerá sus acciones de “lobby” para defender sus
intereses como lo ha hecho hasta ahora con los gobiernos socialistas. Pero será
el nuevo gobierno el que tendrá que decidir cuánto esfuerzo despliega apoyando
a la nueva industria. En la agenda desde luego está el apoyo que tendrán que
orientar a las empresas de base tecnológica (la Universidad de Sevilla tiene
catorce resultantes una población de más de 55.000 alumnos y 6.800 empleados). También
está el nuevo complejo politécnico de esta misma Universidad, la necesidad de
dar una solución a la infrautilización de la Escuela Superior Politécnica de
Linares así como otra pero impopular cuestión ¿seguimos repartiendo los centros
de formación profesional equilibradamente a lo largo y ancho del territorio o
los acercamos a los polos industriales?
Sin duda, es un reto desafiante.
Lucía Sirera, responsable de la Oficina Europea de la Conferencia de Rectores,
en una reciente Jornada organizada por la Universidad de Sevilla bajo la
coordinación de José Guadix, ejemplificaba el nivel de implicación de la
sociedad norteamericana en su desarrollo tecnológico contando la siguiente
anécdota. En 1961, el presidente John F. Kennedy visitó las instalaciones de la
NASA y se dirigió a un empleado de la limpieza para preguntarle cuál era su
tarea. El limpiador respondió al Comandante en Jefe de los Estados Unidos,
Señor, yo ayudo a poner un hombre en la Luna.
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