Los alumnos que viven con sus madres obtienen unas notas más altas, particularmente cuando las madres tienen estudios universitarios. También ocurre con los padres pero con resultados no tan claros como resume Javier García-Arenas en un interesante estudio publicado en el informe del mes de mayo de CaixaBank Research. En el mismo sentido se demostró que tras la reforma noruega que ampliaba el permiso de maternidad en los años 70 del siglo pasado, los hijos que disfrutaron de un mayor tiempo de atención de sus madres recibieron un salario que era un 8 % más alto que la media cuando alcanzaron la edad de los 30 años.
Los economistas ponen números a
lo que todos tenemos en mente y esto no es otra cosa que los padres son unos
‘influencers’ determinantes en el futuro de sus hijos. Así, por ejemplo, un
artículo científico de Björklund y Salvanes cuantificó que entre un 40 % y un
60 % de los resultados académicos de los alumnos venía determinado por las
características de sus familias. Detengámonos un instante aquí. En 2015, la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) realizó un
estudio sociológico (Estudio TriNa de la diversión en familia) del que se
desprendía que el 63 % de los niños españoles entre 6 y 9 años querría pasar
más tiempo con sus padres.
Las familias influyen de manera
determinante no sólo en las habilidades cognitivas de los alumnos sino también
en otras de naturaleza no cognitiva como la constancia, la sociabilidad, la
paciencia o la amabilidad. Cuestiones todas ellas que pesan mucho en el éxito o
fracaso de la vida profesional de cualquier persona. Tan es así que el que
fuese premio nobel de Economía en 2000, James Heckman insistía en la
importancia de los padres para que sus hijos no cayesen en conductas de riesgo.
Sin duda se trata de un resultado para el que tampoco parece necesario ningún
estudio científico pero para el que está bien poner cifras. Decía Lord Kelvin
que el conocimiento científico si no está cuantificado, no es plenamente
satisfactorio.
También se ha demostrado que en
el desarrollo de las habilidades cognitivas de los niños resultan muy eficaces
actividades como su implicación en las tareas domésticas, inculcarles
disciplina, conversar constantemente o leerles cuentos. Ojo con esto último que
el mismo estudio de la OCDE decía que apenas el 35 % de las familias españolas
leía con sus hijos.
Con estas hemos conocido los
resultados de la selectividad de este año, unos resultados en los que han
influido mucho las madres y los padres, por este orden, de los jóvenes
españoles. Es el resultado de unos estudios que condicionarán mucho el futuro
de nuestros hijos. Aquí vienen de nuevo los economistas para decirnos que al
menos el 50 % de nuestros salarios viene explicado por cualidades adquiridas
antes de los 18 años.
Juntos con estas “influencers” de
tacones y bolso, García-Arenas en su artículo subraya que el segundo pilar del
éxito educativo está en los maestros, estas personas que –en su mejor faceta-
firman contigo contratos de por vida. No son colegas, ni confesores aunque a
veces desplieguen habilidades muy deferentes a las estrictamente propias de las
materias que enseñan. Los pueblos españoles y del mundo están regados de
historias de personas que se sacudieron la secular pobreza gracias al maestro o
al colegio de monjas. Luego abandonaron el pueblo pero eso ya es otra historia.
En términos estrictamente
económicos, la revista American Economic Review publicó en 2014 una
investigación de los profesores Chetty, Friedman y Rockoff en la que se
calculaba que quien hubiese recibido la enseñanza de un maestro de alta calidad
ganaría 36.000 euros más en el futuro. En los países con los estándares de
calidad educativa más altos como Singapur, Corea del Sur o Finlandia, el
profesor goza de un prestigio social tan alto como diferente al arquetipo de
maestro español del que con frecuencia se subraya por encima de lo demás, las
prolongadas vacaciones de las que disfruta.
La OCDE pone una salvedad al
profesorado español y es que en un mundo en el que todas las profesiones están
obligadas a actualizar periódicamente sus conocimientos, sólo el 50 %
participan en cursos de formación y un 97 % consideran que ya están
suficientemente formados.
Esto último no es en absoluto
menor. La revolución de las nuevas tecnologías ha cambiado el sentido de la
enseñanza que ya no puede seguir siendo, esencialmente, un proceso de
transmisión de información. Ahora tenemos capacidad de almacenar y de acceder a
un volumen de información extraordinario. La educación debe enseñar a
identificar la información relevante, interpretarla y comunicarla.
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