Salir de la secular posición
penosa que Andalucía tiene en renta per capita, nivel de salarios o de
pensiones requiere de emprendedores con éxito en muy elevado número y en corto
periodo de tiempo. Todo lo que no sea eso es seguir llenando la hoquedad de los
discursos institucionales de palabras grandilocuentes sin correlato en acción
concreta alguna o bien, en acciones aisladas cuya vigencia en el tiempo se
limita a quien tuvo la oportunidad de impulsarlas. Cesado el inspirador,
desaparecida la acción.
Llamo la atención sobre el
proyecto de investigación ELITE que los profesores Liñán y Serrano-Fernández
desarrollan en la Facultad de Económicas de la Universidad de Sevilla.
Precisamente esta Facultad –lo recordaba el otro día su nuevo decano, el
profesor Antonio Navarro- acaba de posicionarse entre las 200 mejores del mundo
según el ranking de Shanghai. ELITE es el acrónimo de “Estudio longitudinal
sobre el proceso de nacimiento de emprendedores de alto impacto” y cuenta con
la financiación del Ministerio de Economía, probablemente el más exigente a la
hora de financiar proyectos de investigación y desarrollo en España.
Parte principal de los resultados
de ese estudio es identificar el papel que determinadas competencias juegan en
la creación de un emprendedor o empresario. Hace unos días se presentaba una
investigación que analizaba la influencia de ocho competencias concretas: el
reconocimiento de oportunidades, la persuasión, la creatividad, la resiliencia,
el liderazgo, la capacidad de movilización de recursos, la proactividad y la
ambición. Todas ellas mostraban tener un impacto positivo sobre la conformación
de un futuro empresario cuando se analizaba la información procedente de 2.341
encuestas realizadas a personas adultas con un distinto nivel de vinculación en
la actividad empresarial; desde quienes no tenían ninguna relación hasta
quienes ya contaban con varios años de experiencia como empresarios.
La cuestión es ¿cuál sería el
número de empresarios a, pongamos, diez años vista si se coordinase una acción
generalizada y con recursos presupuestarios suficientes que incidiera en estas
competencias cuando se forma a los jóvenes andaluces o de cualquier otra región
española? Ya puestos me apuesto pincho de tortilla y caña a que ninguno de los
lectores de este periódico encontrarán en los planes de estudio de ninguno de
los grados (ni de los máster) que se imparten hoy en las diez universidades
andaluzas, competencias como la resiliencia o la ambición. Son términos
absolutamente proscritos en una cultura que sucumbió hace años a una visión
igualitarista. Una visión que detiene el marcador cuando la diferencia es muy
abultada aunque el resultado sea justo.
Algunas de las competencias
anteriores son fáciles de imaginar; otras quizá no tanto y merecería la pena
extenderse en cómo se definen para luego ver cómo potenciarlas. Por ejemplo, el
propio término emprendimiento en este contexto sería la capacidad de una
persona para realizar una actividad, afrontar un reto o iniciar un nuevo
proyecto económico.
El reconocimiento de
oportunidades de negocio es la capacidad de algunas personas para interconectar
tendencias y cambios que se están produciendo pero que para el resto de
personas no guardan ninguna relación. Lo anterior está directamente relacionado
con el acceso a la información y con las habilidades cognitivas en el
reconocimiento de patrones y en la vigilancia de los mismos. La creatividad es
la capacidad para idear algo nuevo, original y útil que pueda servir de base a
una innovación empresarial. La resiliencia, por ejemplo, la miden los expertos
como la capacidad de recuperarse de situaciones de estrés. Los datos respaldan
que cuando una persona supera más rápidamente una situación de estrés está
mejor capacitada para superar cualquier adversidad en los negocios (por cierto,
otra palabra proscrita en la cultura que aprisiona a Andalucía en los últimos
lugares en términos de salarios).
Por último ¿cómo entienden la
proactividad y la ambición? La primera es la capacidad de respuesta que tiene
una persona y, con mayor exactitud, la capacidad de elegir su respuesta de
entre las alternativas. La ambición –término expulsado con ahínco de amplísimo
listado de competencias de cualquier plan de estudios- es la necesidad que
siente el empresario en ciernes para desarrollar su negocio a través de
diferentes inversiones en nuevos recursos productivos asumiendo riesgos y
dispuesto a hacerlos con determinación competitiva.
Es posible ampliar el listado de
competencias que deberían impregnar las enseñanzas y la divulgación en
Andalucía si de verdad queremos favorecer la aparición de emprendedores que nos
saquen del final de la lista en renta por habitante. Lo que es claro es que sería
un error no hacerlo por el empecinamiento en parar el marcador cuando alguien
destaca para que los demás no se sientan frustrados, aunque el primero hubiese
acabado fundando una empresa en la que el resto hubiese podido desarrollar una
carrera profesional superando los malos resultados de aquella competición. La
vida es un proceso de aprendizaje continuo en el que la resiliencia y la
ambición son eficaces mecanismos de superación.
Por último pero no menos
importante, el listado de valores no debe informar sólo a las enseñanzas
técnicas (ingenierías, por ejemplo) o económicas. Valga como ejemplo que la
autora de la investigación que sirve para este artículo, Sandra Liliana Mogollón,
es una prometedora artista colombiana, Máster en Economía y Desarrollo por la
Universidad de Sevilla que pronto expondrá su obra por vez primera en España.
El país que con apenas 3.000 hombres defendió hasta la victoria la ciudad
colombiana de Cartagena de Indias, frente a una flota inglesa que embarcaba a
30.000 soldados. Aquello sucedió entre el 18 de marzo y el 20 de Mayo de 1741.
La investigación de la que les hablo se presentó 278 años después. También con
éxito.
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