La directora del Colegio
claveteaba los tacones bajos pero recios por el patio camino del aula. Dudó por
un instante si recoger varios carteles rotos con anuncios de actividades que
yacían en el suelo, pero los apartó con el pie. No quería que nada la distrajera
de aquello que tenía que contar a los niños. Los reunió en un círculo y les
explicó aquello que venía a contarles. Niños, debido a uno de vuestros
compañeros, lamento comunicaros que ahora tendréis un veinticinco por ciento de
vuestras clases en castellano. Naturalmente señaló al niño.
Al salir fue a su despacho, hizo
una llamada a la Consejería de Educación y vino a decir algo así como misión
cumplida. Luego regresó al patio a retirar del suelo los carteles que antes
apartó con el pie. Ahora caminaba más despacio, relajada. Se agachó para
levantar los carteles que yacían en el suelo. Anunciaban las actividades
escolares que el Colegio había preparado para celebrar el 15 de Abril, el día
internacional de los derechos del niño. Se fue al contenedor del papel para
reciclar y los dejó allí.
El Tribunal Superior de Justicia
de Cataluña (TSJC) había dado la razón a la madre que reivindicaba para su hijo
el derecho que la ley le reconoce a recibir un 25 por ciento de la enseñanza en
castellano. Después de la reunión de la Directora con las familias de los otros
niños, la madre comenzó a recibir insultos por el grupo de Whatsapp del colegio
hasta tener que abandonarlo. Su hijo dejó de ser invitado a los cumpleaños de
sus compañeros. No siendo suficiente con lo anterior, la dirección del colegio,
en coordinación con la Consejería de Educación, decidió que el aumento del
número de horas en castellano se impartirían en el horario de las clases de
ajedrez (sic). De nuevo tuvo que presentar recurso ante el TSJC, de nuevo
volvió a darle la razón y de nuevo volvió el señalamiento y el acoso. Por
cierto, prueben ustedes mismos a llamar al teléfono “anti bullying” 900 018 018
y cuéntenle este caso. Parece que esto no es “bullying”.
La historia que les he contado no
es la única pero, mientras ojeo con interés el Diccionario de lugares comunes
sobre Cataluña que acaba de publicar con éxito Juan Claudio de Ramón, no puedo
más que concluir que en Cataluña no se ha usado la lengua como hecho
diferencial sino como factor de diferenciación o segregación social desde la
escuela.
Pero, como digo, el caso al que
me he referido no es el único. En Mataró, padres de alumnos del colegio
religioso de los Escolapios, también consiguieron una sentencia similar del
TSJC. Al final tuvieron que abandonar el Colegio. La Católica orden fundada por
San José de Calasanz había abandonado a los débiles para congraciarse con los
dineros del concierto educativo. Por cierto que cuando todo esto acabe, alguien
deberá explicar por qué la Iglesia Católica abandonó a su suerte a los
católicos no independentistas en Cataluña.
Los niños de la católica “Escola
Pía” de Mataró llegaron a casa llorando después de ver el 12 de mayo de 2015 empapelado
con carteles en contra de la reclamación de sus padres. En el Ayuntamiento, el
Partido Socialista respaldó la presión separatista. Mandó publicar un bando
contra el derecho a recibir clases en castellano. Igual que hizo la directora
antes de señalar a aquel niño ante sus compañeros, para publicar el bando
municipal en Mataró hubo que hacer hueco en los tablones municipales. En
concreto habría que quitar los carteles que recordaban los talleres municipales
del 10 de diciembre convocados en torno al día internacional de los derechos
humanos. Tampoco aquí funcionó el teléfono “anti bullying”. Tampoco fue otro
caso aislado. A otros padres de Balaguer (Lérida) el TSJC también les concedió
el 25 por ciento de las asignaturas troncales en castellano para sus hijos en
el colegio Gaspar de Portolà. El centro no respetó el derecho a la privacidad
de la familia y aireó el caso en la prensa. De nuevo el señalamiento y la
segregación por razón de lengua.
Todo lo anterior permitió que la
Asamblea por la Escuela Bilingüe (AEB) pudiese llevar la denuncia de la discriminación
lingüística en Cataluña al Parlamento Europeo. Tras su denuncia intervino la
diputada socialista sevillana Soledad Cabezón. Leyó un discurso redactado
previamente a la intervención de los representantes de la AEB. Después abandonó
la sala sin ni siquiera oír el turno de réplica. Afortunadamente, no fue la
posición mayoritaria de la Eurocámara y prueba de ello es la propuesta de enviar
una misión a Barcelona para examinar la política lingüística de la Generalitat.
La segregación social en Cataluña
según la lengua se une a la manipulación educativa. El fenómeno afecta también
al País Vasco como denuncia Pedro Antonio Heras en su libro “Educar en mentira”
(Editorial Almuzara). En este mismo sentido resultan imprescindibles “Sumar y
no restar” de Mercé Villarrubias, “Educación y nacionalismo: Historia de un
modelo“ de Ernesto Ladrón de Guevara y la “Historia de la resistencia al
nacionalismo en Cataluña” de Antonio Robles. Pero sin duda y en materia
educativa, el más demoledor de los documentos es el informe sobre la “Instrumentalización
nacionalista del sistema educativo en Cataluña: el caso del 1 de octubre”
(https://www.aebcatalunya.org/images/informeensenanza.pdf ) que obra en poder
del Defensor del Pueblo.
Cuando hablas con algún
independentista sobre la falta de rigor de la Historia que han construido, a
poco que tengas confianza te reconoce que la verdad Historia no les importa lo
más mínimo sino la independencia. Además te explican, frente a España –incapaz
de construir su relato presa de sus complejos- nosotros podemos construir una
Cataluña a modo de Arcadia y con el dinero de todos. Cada vez que un gobierno
de España se ha sentado a negociar el apoyo nacionalista, la negociación se
reducía a pedir precio. Un precio pagado en buena medida en toneladas de
adoctrinamiento escolar.
La lucha por el derecho a la
educación de los hijos se ha convertido en un país como España en una lucha de
padres y madres coraje. Con frecuencia unen el dolor por el sufrimiento de sus
hijos el dolor por la indiferencia con la que el resto de la sociedad les ha
visto. Es la sociedad de la partida de dominó.
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