domingo, 29 de agosto de 2021

ECONOMÍA BORRASCOSA (José Manuel Cansino en La Razón el 7/9/2919)

 


Casi a diario nos vemos sometidos a un bombardeo de datos económicos que mezclan en un indigesto gazpacho de verano información sobre los avisos de guerra comercial entre EE.UU. y China, anuncios de programas de expansión monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y, en definitiva, una sucesión de hechos geopolíticos diversos de entre los que sobresale la nueva configuración de Europa tras el Brexit. Como el asesor financiero fullero que intenta explicarte mezclando estos datos a toda velocidad por qué tus inversiones con rentabilidad asegurada acaban disminuyendo tus ahorros, nadie sabe qué de cierto hay sobre una nueva recesión. No nos sintamos mal. La mayor parte de los economistas no le sabrían explicar cómo es posible a algunos ahorradores prestar dinero y encima pagar a sus deudores por ello (tipos de interés negativos).

No son pocos los que sólo hacen una lectura política de los indicadores; si el gobierno me gusta elijo los menos malos y si no, los peores. Tampoco busquemos en los índices bursátiles indicios fiables de lo que va a pasar. A pesar de lo que para la mayoría supone que la curva de rentabilidades estadounidense se aplane o dé la vuelta (advertencia de una crisis), entre los propios inversores –unos bajistas y otros alcistas- abundan los convencidos de que va a pasar una cosa y los que lo están de la contraria. Cada cual digiere los datos con su mejor capacidad de discernimiento y aquí va el mío por si gustan.

El crecimiento o disminución de la actividad económica de cualquier país, del empleo y de la renta de sus ciudadanos puede verse siguiendo la pista al gasto en consumo interno de las familias en bienes y servicios, al gasto en inversión, al gasto público y al saldo de las exportaciones menos las importaciones. Como no todo pesa lo mismo, lo determinante –a priori- es la suma consolidada. Esta suma consolidada en España sigue siendo levemente positiva vista a través del indicador sintético de la actividad económica lo que no ocurre ni en Alemania ni en Italia (primera y tercera economías europeas sin contar al Reino Unido). El gasto en consumo sigue creciendo, también el gasto público pero no así el gasto en inversión. Casi al mismo tiempo la diferencia entre exportaciones e importaciones de bienes y servicios se volvió negativa después de haber sido un componente clave en la salida de la crisis en España. A pesar de esto, el indigesto gazpacho económico se nos repite en el estómago porque se ha instalado en buena parte de las sociedades occidentales el temor de que viene una economía borrascosa. ¿Tiene fundamento este temor? Para responder a esto los economistas utilizan los denominados indicadores adelantados. No son pocos y ojo que pueden elegirse a beneficio de inventario para orlar un discurso ya preconcebido

El más conocido de todos es el índice de producción industrial, principalmente de bienes de equipo y de bienes intermedios. La lógica es sencilla, cuando las empresas que comercializan bienes de consumo final detectan un estancamiento en sus ventas, frenan sus pedidos de bienes intermedios y detienen sus proyectos de inversión que pasan, en buena medida, por comprar maquinaria nueva.

¿Está cayendo inequívocamente la producción industrial en España? Tomemos por ejemplo el índice de Red Eléctrica de España (IRE) que mide el comportamiento del consumo eléctrico de los grandes consumidores. Su evolución da una información muy valiosa de la actividad económica por sectores; la idea básica es que a mayor consumo eléctrico, mayor actividad pese a los esfuerzos que se están realizando por mejorar la eficiencia energética que deberían permitir mantener (o aumentar) la producción) reduciendo el consumo eléctrico. Después de corregir los efectos del calendario laboral y de las temperaturas, el IRE muestra que la industria española acumula ya seis trimestres consecutivos de caídas en el consumo eléctrico hasta el segundo trimestre de 2019. El sector servicios y el de otras actividades encadenan cuatro trimestres también con menor consumo eléctrico. Si bosquejamos en los subsectores industriales que lideran la caída del consumo eléctrico destacan las fábricas de vehículos de motor (este agosto las matriculaciones cayeron un 30,8 por ciento la mayor caída tras el descenso del 41,27 por ciento en agosto de 2008), la metalurgia y la industria química. En este último caso hay que prestar especial atención pues el barómetro de la actividad económica de la industria química es un buen indicador adelantado de la actividad económica que está por venir. Un apunte más; si se compara la información del IRE con el comportamiento del Índice de Producción Industrial (otro indicador adelantado típico), las conclusiones no son tan claras pues si se corrige por el efecto estacional y de calendario, el índice creció un 1,8 por ciento entre junio de 2018 y el mismo mes de 2019.

¿Y si las familias tienen que apretarse el cinturón? ¿Caerá el consumo interno tanto como en la reciente crisis? Dinero barato y seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades explica que el endeudamiento de las familias españolas siga siendo superior al promedio del resto europeo. Los costes financieros que soportan las familias españolas por sus préstamos bancarios han caído un 71% desde 2008 por la política monetaria ultra expansiva del BCE. La deuda de las familias españolas asciende a 712.011 millones de euros de ellos los créditos destinados al consumo suman 186.315 millones y los destinados a la vivienda, 525.696. El gasto en consumo es superior al aumento de la renta disponible de las familias, presentando los hogares una necesidad de financiación a junio del orden de 18.000 millones de euros. El peso de la deuda de las familias en España alcanzó un porcentaje máximo del producto interior bruto (PIB) del 85% en junio de 2010, desde entonces ha reducido su peso en casi 24 puntos porcentuales hasta situarse a finales de 2017 en el 61,3%. Esto supone un desapalancamiento de 203.000 millones de euros.

Medida como el porcentaje que representa la deuda en la renta de los hogares, el nivel de endeudamiento de los hogares españoles alcanzó en 2007 un máximo del 134,7% de su renta bruta disponible. Un año después estalló la crisis. Diez años más tarde el valor ha caído hasta el 99,4%. Aun así el porcentaje de la renta que destinan los hogares al servicio de la deuda (pago anual de los intereses y amortización del principal), es del 11,6% lo que supone 7,3 puntos porcentuales por debajo del máximo alcanzado en 2008. En resumen, de cernirse una borrasca sobre economía española, las familias tendrían que apretarse el cinturón un poco menos que en 2008.

La cuestión es que la respuesta a una eventual borrasca económica es el mismo paraguas que se despliega desde 2010; política monetaria ultraexpansiva dispuesta a comprar a razón de 50.000 millones de euros al mes todo activo (público o privado) que moleste en el balance de los bancos y dificulte la expansión del crédito a familias y empresas. El problema es que alcanzados los tipos de interés negativos (los prestamistas llegan a pagar por prestar dinero), la política monetaria ya no da más de sí; la transmisión del estímulo no llega a la economía. Habría entonces que dar una vuelta también expansiva a la política fiscal y no todos los gobiernos están en la misma posición aunque Alemania sí.

A diferencia de lo que ocurrió en 2007 no hay ninguna burbuja financiera que al estallar colapse a sus propietarios, en ese sentido podemos estar más tranquilos, pero el jarabe de la política de dinero barato está próximo a agotarse. Si el enfermo recae, doparlo a la espera de que por sí mismo reaccione puede no servir en esta ocasión. En mi opinión la crisis que se avecina tiene mucho de expectativas que se auto cumplen. Sí mayoritariamente vemos una borrasca que se aproxima, todos cerraremos las ventanas y aplazaremos nuestro paseo.

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