domingo, 22 de agosto de 2021

LOS HUERTOS DE BATERÍAS (José Manuel Cansino en La Razón el 18/03/2019)

 


Con frecuencia se afirma que se valora poco lo que se tiene por seguro. En nuestra Nación, el suministro eléctrico lo tenemos por seguro y, probablemente por ello, valoramos poco el complejo sistema que garantiza la ausencia de apagones y que nuestros electrodomésticos no queden inutilizables por inesperadas subidas de tensión. La oferta y la demanda de electricidad deben ajustarse en tiempo real para mantener el voltaje y la frecuencia constantes. El sistema español garantiza que la electricidad llega a nuestra casa a 230 Voltios y con una frecuencia de 50 Hz. Sin embargo, disponer de un sistema eléctrico seguro no es en absoluto fruto de la improvisación. Más complejo se torna la cuestión si por mor de los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio climático exigimos que, además de seguro y barato, esté libre de emisiones de gases de efecto invernadero.

La expansión del uso de las baterías en amplios huertos como los hoy repletos de paneles fotovoltaicos, las centrales hidroeléctricas de bombeo, la mejora de la interconexión con otros sistemas de generación (por ejemplo el portugués o el francés) o la gestión inteligente de la demanda, representan todas soluciones sobre la mesa a los nuevos sistemas de generación eléctrica caracterizados por una mayor presencia de energías renovables y cierre progresivo de plantas basadas en la quema de combustibles fósiles (principalmente carbón). De todas ellas podemos quedarnos con las dos glandes alternativas en liza; los sistemas de almacenamiento en baterías y la expansión de las interconexiones de la red eléctrica.

La introducción de competencia entre los propietarios de sistemas de almacenamiento y los propietarios de redes de distribución merece ser explorada para determinar cuál debe ser la apuesta española. Ambas soluciones pueden considerarse muy parecidas y complementarias aunque tienen sus diferencias. El desarrollo de la interconexión de redes permite transportar la energía de una localización a otra y garantizar que el transporte se realice de la mejor forma a partir de rutas alternativas. Las baterías, en cambio, no pueden desplazar la electricidad de un lugar a otro según las necesidades pero sí puede desplazar la oferta a lo largo del tiempo acumulando electricidad cuando no es necesaria y vertiéndola a la red cuando se requiere. También contribuye a garantizar la frecuencia del suministro eléctrico y resolver los problemas de congestión de la red. Las baterías ofrecen respuestas a los requerimientos de demanda de electricidad más rápidamente que las propias plantas de generación eléctrica y, además, pueden localizarse con mayor proximidad a los lugares de demanda. Visto así, un modelo de negocio en el que muchos tienen sus ojos puestos es el desarrollo de campos de baterías tipo Tesla que buscan unos ingresos por los servicios que prestan a la estabilidad del sistema eléctrico; esa estabilidad que poco valoramos porque la damos por segura. Los huertos de baterías son fáciles de escalar (su dimensión es cómoda de ajustar), fáciles de cambiar de localización y rápidos de construir.

Técnicamente, un campo o planta de baterías puede ser visto como un “activo regulado” por cuanto sus ingresos se van a establecer por un regulador público. A partir de aquí hay un amplio rango de posibilidades que van desde un sistema de subastas para otorgar las licencias a los promotores interesados a su propiedad en régimen de monopolio por el propietario de la red de transporte de electricidad. Los propietarios de redes de transporte y distribución de electricidad valoran actualmente no sólo la irrupción de las baterías como alternativa a la expansión de redes convencionales sino también el fenómeno del “abandono de la red” de muchos clientes. Este abandono se deriva del uso creciente de sistemas fotovoltaicos en los hogares que conllevan una reducción en la necesidad de tomar electricidad de la red. En Australia, por ejemplo, la demanda de electricidad tomada de la red por persona ha bajado de  1 kW en 2010 a 0.8 kW en 2016. La explicación para esto es que el kWh sale alrededor de 8 céntimos cuando procede del techo solar frente a unos 41 céntimos de media cuando se toma de la red.

Técnicamente la cuestión última es si debe o no haber una separación vertical entre los propietarios de las redes de transporte y distribución y los propietarios de los sistemas de almacenamiento o huertos de baterías. Esta cuestión debe tener en cuenta que la información de cuánta electricidad está disponible en cada momento debe conocerse de manera rápida y transparente para garantizar eficazmente que la demanda es atendida.

Si los sistemas de almacenamiento de electricidad se abren un hueco en España como parte del negocio eléctrico y si lo hacen como “activo regulado” se habrá de ser muy transparente en el sistema de remuneración a percibir por sus propietarios. Desde luego parte de esta remuneración debe tener en cuenta su rápida capacidad de respuesta para garantizar la frecuencia del sistema. Lo anterior apunta a una especie de “pagos por capacidad” similares a los que reciben las plantas de generación que se mantienen hoy día “en rodamiento” pendientes de que sean requeridas a entrar en producción para atender picos de demanda. Esto requerirá el establecimiento de contratos de largo plazo que, previsiblemente, resulten de un sistema de subastas a la baja.

Los españoles valoramos poco lo que hemos logrado. Nos han inoculado un complejo inaceptable por lo que no ha sido otra cosa que una contribución determinante a la Historia de la Humanidad. Tan es así que los españoles –en promedio- somos los que peor hablamos de nuestra propia Nación. También lo hacemos de aquello que disfrutamos cotidianamente como acceder a una electricidad de calidad. Esto no es obstáculo para mejorarla y abaratarla. Todo lo contario. Precisamente la opción de los huertos de baterías debe recibir una detenida atención.

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