Con frecuencia se afirma que se
valora poco lo que se tiene por seguro. En nuestra Nación, el suministro
eléctrico lo tenemos por seguro y, probablemente por ello, valoramos poco el
complejo sistema que garantiza la ausencia de apagones y que nuestros
electrodomésticos no queden inutilizables por inesperadas subidas de tensión. La
oferta y la demanda de electricidad deben ajustarse en tiempo real para
mantener el voltaje y la frecuencia constantes. El sistema español garantiza
que la electricidad llega a nuestra casa a 230 Voltios y con una frecuencia de
50 Hz. Sin embargo, disponer de un sistema eléctrico seguro no es en absoluto
fruto de la improvisación. Más complejo se torna la cuestión si por mor de los
compromisos asumidos en la lucha contra el cambio climático exigimos que,
además de seguro y barato, esté libre de emisiones de gases de efecto
invernadero.
La expansión del uso de las
baterías en amplios huertos como los hoy repletos de paneles fotovoltaicos, las
centrales hidroeléctricas de bombeo, la mejora de la interconexión con otros
sistemas de generación (por ejemplo el portugués o el francés) o la gestión
inteligente de la demanda, representan todas soluciones sobre la mesa a los
nuevos sistemas de generación eléctrica caracterizados por una mayor presencia
de energías renovables y cierre progresivo de plantas basadas en la quema de
combustibles fósiles (principalmente carbón). De todas ellas podemos quedarnos
con las dos glandes alternativas en liza; los sistemas de almacenamiento en
baterías y la expansión de las interconexiones de la red eléctrica.
La introducción de competencia
entre los propietarios de sistemas de almacenamiento y los propietarios de
redes de distribución merece ser explorada para determinar cuál debe ser la
apuesta española. Ambas soluciones pueden considerarse muy parecidas y
complementarias aunque tienen sus diferencias. El desarrollo de la
interconexión de redes permite transportar la energía de una localización a
otra y garantizar que el transporte se realice de la mejor forma a partir de
rutas alternativas. Las baterías, en cambio, no pueden desplazar la
electricidad de un lugar a otro según las necesidades pero sí puede desplazar
la oferta a lo largo del tiempo acumulando electricidad cuando no es necesaria
y vertiéndola a la red cuando se requiere. También contribuye a garantizar la
frecuencia del suministro eléctrico y resolver los problemas de congestión de
la red. Las baterías ofrecen respuestas a los requerimientos de demanda de
electricidad más rápidamente que las propias plantas de generación eléctrica y,
además, pueden localizarse con mayor proximidad a los lugares de demanda. Visto
así, un modelo de negocio en el que muchos tienen sus ojos puestos es el
desarrollo de campos de baterías tipo Tesla que buscan unos ingresos por los
servicios que prestan a la estabilidad del sistema eléctrico; esa estabilidad
que poco valoramos porque la damos por segura. Los huertos de baterías son
fáciles de escalar (su dimensión es cómoda de ajustar), fáciles de cambiar de
localización y rápidos de construir.
Técnicamente, un campo o planta
de baterías puede ser visto como un “activo regulado” por cuanto sus ingresos
se van a establecer por un regulador público. A partir de aquí hay un amplio rango
de posibilidades que van desde un sistema de subastas para otorgar las
licencias a los promotores interesados a su propiedad en régimen de monopolio
por el propietario de la red de transporte de electricidad. Los propietarios de
redes de transporte y distribución de electricidad valoran actualmente no sólo
la irrupción de las baterías como alternativa a la expansión de redes
convencionales sino también el fenómeno del “abandono de la red” de muchos
clientes. Este abandono se deriva del uso creciente de sistemas fotovoltaicos
en los hogares que conllevan una reducción en la necesidad de tomar
electricidad de la red. En Australia, por ejemplo, la demanda de electricidad
tomada de la red por persona ha bajado de
1 kW en 2010 a 0.8 kW en 2016. La explicación para esto es que el kWh
sale alrededor de 8 céntimos cuando procede del techo solar frente a unos 41
céntimos de media cuando se toma de la red.
Técnicamente la cuestión última
es si debe o no haber una separación vertical entre los propietarios de las redes
de transporte y distribución y los propietarios de los sistemas de
almacenamiento o huertos de baterías. Esta cuestión debe tener en cuenta que la
información de cuánta electricidad está disponible en cada momento debe
conocerse de manera rápida y transparente para garantizar eficazmente que la
demanda es atendida.
Si los sistemas de almacenamiento
de electricidad se abren un hueco en España como parte del negocio eléctrico y
si lo hacen como “activo regulado” se habrá de ser muy transparente en el sistema
de remuneración a percibir por sus propietarios. Desde luego parte de esta
remuneración debe tener en cuenta su rápida capacidad de respuesta para
garantizar la frecuencia del sistema. Lo anterior apunta a una especie de
“pagos por capacidad” similares a los que reciben las plantas de generación que
se mantienen hoy día “en rodamiento” pendientes de que sean requeridas a entrar
en producción para atender picos de demanda. Esto requerirá el establecimiento
de contratos de largo plazo que, previsiblemente, resulten de un sistema de
subastas a la baja.
Los españoles valoramos poco lo
que hemos logrado. Nos han inoculado un complejo inaceptable por lo que no ha
sido otra cosa que una contribución determinante a la Historia de la Humanidad.
Tan es así que los españoles –en promedio- somos los que peor hablamos de
nuestra propia Nación. También lo hacemos de aquello que disfrutamos
cotidianamente como acceder a una electricidad de calidad. Esto no es obstáculo
para mejorarla y abaratarla. Todo lo contario. Precisamente la opción de los
huertos de baterías debe recibir una detenida atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario