martes, 16 de diciembre de 2014

LA INCIERTA TERCERA REVOLUCIÓN ENERGÉTICA (Jose Manuel Cansino en La Razon el 15/12/2014)


La acentuada caída del precio del petróleo azuza las especulaciones sobre un posible regreso al uso de este recurso fósil como fuente de energía primaria masiva. Ello supondría desandar toda una singladura planetaria puesta en marcha desde la Cumbre de Río en 1992 y orientada hacia la lucha y la mitigación del Cambio Climático.
Indudablemente es muy pronto para pensar en que un petróleo muy barato volverá a ser parte del panorama mundial de las materias primas. Antes al contrario, los analistas estamos más dispuestos a pensar que esta es una bajada coyuntural explicada por un doble motivo; económico (la incierta recuperación económica en Europa y la ralentización del crecimiento chino) y geopolítico (el interés de Arabia Saudita en sancionar a sus rivales religiosos con un petróleo barato).
Sea como fuere, la fuerte bajada en el precio del crudo es un momento propicio para revisar el escenario al que nos conduce la denominada tercera revolución energética. Ordinalmente, la primera revolución energética tuvo lugar a comienzos del siglo XIX con el binomio carbón-máquina de vapor. La segunda se fecha entre 1880 y 1940 y está asociada al descubrimiento de los motores de combustión interna.
La tercera revolución energética no tiene aún un hito innovador tan claro como las dos precedentes. Este papel se lo disputan –por una parte- los nuevos reactores de fisión nuclear, la fusión nuclear y los reactores mixtos fusión-fisión. Por otra parte están las energías renovables aplicadas a la generación eléctrica (que han de resolver el problema de su gestionabilidad e incapacidad de almacenamiento de la electricidad generada) y los biocombustibles de segunda generación (aquellos que no rivalizan con el uso alimentario de las materias primas utilizadas en su producción). También está la posibilidad de que se imponga un modelo de generación distribuida enel que los propios consumidores actúan a la vez como productores. En este escenario, los consumidores se abastecerían parcialmente con pequeños generadores (minieólicos, por ejemplo), verterían-venderían a la red la electricidad sobrante y tomarían de la red la electricidad restante. Finalmente están quienes entienden que la tercera revolución energética radica en las ganancias en la eficiencia energética de la mano de maquinaria menos intensiva en el uso de la energía y en sistemas de transporte y uso “inteligente” (Smart) de la energía.
Precisamente, hay dos hitos que no deben pasarse por alto. El primero es la fuerte penetración comercial de los coches bi-híbridos (electricidad+combustibles fósiles) y tri-híbridos (electricidad, combustible fósil e hidrógeno). Debe tenerse en cuenta que el uso principal del petróleo es el transporte por carretera. Una caída sostenida en el precio del petróleo arroja dudas a cualquier comprador que en este mismo momento esté dudando entre uno u otro tipo de vehículo, lo que es tanto como arrojar sombras sobre toda la industria de los denominados vehículos flexibles o híbridos.
El segundo hito se ha producido este mismo año 2014 en el Lawrence Livermore National Laboratory de Estados Unidos en el que el reactor de fusión nuclear NationalIgnition Facility (NIF) ha conseguido generar más energía derivada de la fusión de la que consume. 
Hasta ahora la tecnología de fusión nuclear (que produciría una energía limpia e inagotable similar a la de las estrellas) no había conseguido un balance energético positivo que permita su uso industrial generando masivamente energía (como lo hacen las plantas generadoras convencionales). El denominado Criterio de Lawson seguía siendo la espada de Damocles de esta tecnología impidiendo que la energía producida en las reacciones de fusión nuclear fuese mayor a la energía inyectada al plasma para que tuviese lugar la ignición. El resultado del NIF acerca un escenario en el que la tecnología de fusión pueda utilizarse para la generación masiva de energía.
Incluso, el mencionado éxito del NIF también acerca el posible uso de los reactores híbridos de fusión y fisión que aprovechan los neutrones producidos en la fusión para producir reacciones de fisión.
Todo esto, sin embargo, tendría fuertes interrogantes de naturaleza no técnica. Uno es el rechazo social a tecnologías percibidas como “peligrosas”. Téngase en cuenta que la fusión nuclear se logra a miles de grados de temperatura. Otro interrogante es de tipo estrictamente económico, esto es,  ¿qué empresa está dispuesta a construir un gran reactor de fusión si se acaba imponiendo un modelo de generación distribuido en el que los consumidores sólo compren la electricidad que no pueden autogenerar los días que no sopla el viento o no hay sol? Aún más difícil respuesta tiene esa pregunta cuando las decisiones de semejantes inversiones hay que tomarlas pensando en décadas entre que se construye el reactor y deja de estar en funcionamiento.

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