domingo, 24 de noviembre de 2013

CALLE DEL PECADO Y JUSTIPRECIO José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.


En una calle sin salida ni tapia peliculera que al saltarla ensanche el horizonte, unos pocos naranjos de esos que resisten el calor como adoquines y unos cuantos pisos que anidarán, seguramente, sueños infinitos, se lee el nombre de un ilustre economista sevillano que por tener poco reconocimiento no tiene ni el nombre bien escrito.
A la cabeza del paro y a la cola de la renta per cápita, ni son muchos ni concluyentes los estudios que han abordado las causas de la fragilidad económica de Andalucía; quizás estamos demasiado a gusto cantándonos nuestras lindezas y dispuestos a culpar de nuestras penas a los caciques cortijeros y a los industriales de la ribera del Llobregat.



Lo que sí es cierto es que el imaginario colectivo de una sociedad es el que se ocupa de señalar a los modelos a imitar y a los villanos a los que repudiar. Y el nomenclátor callejero es un buen indicador del imaginario de una sociedad. A él se encumbran vecinos notables, devociones hondas y fechas recordadas o que nos obligarán a recordar.
Como en tantas cosas, lo difícil del nomenclátor no es llegar a él en forma de rótulo. Lo difícil es supervivir al revanchismo y a la terrible pregunta aldeana de “¿Y este tío que hizo por la gente del barrio?”. Tremendo preámbulo de un pleno municipal de algún ajuste histórico que cambiará a alguien olvidado por un vecino efímeramente ilustre.
Y viene todo esto a colación de la publicación de la obra “Economía y Economistas Andaluces» (Ecobook) que ha coordinado la profesora Rocío Sánchez Lissen. Una obra que nace ya como una obligada referencia para los interesados en conocer cómo los economistas en Andalucía vieron pasar del Siglo de Oro al maldito oro olímpico en desempleo.
Uno de los autores más importantes y mejor olvidados, incluso en las facultades de Economía, sirvió al profesor Manuel Lagares para la presentación de esta ambiciosa y bien construida obra.
Precisamente un autor que coincide –cinco siglos después- con muchos de los que buscan en las carencias morales, las raíces de la crisis económica actual. Un planteamiento que yo no comparto del todo pero que da para muchas conferencias de los que no mostraron escrúpulos especuladores en época de bonanza y tampoco los tendrán apenas la Bolsa recupere los 10.000 puntos y el Ibex’35 vuelva a dar subidas de festín.
Los británicos no sólo se quedaron con Gibraltar sino que también desde finales del siglo XVIII se ocuparon de eclipsar académicamente las aportaciones económicas de los doctores españoles de la Universidad de Salamanca. Un patrimonio cultural que no figura en ninguna ‘app’ para ‘smartphone’ ni, consecuentemente, en el imaginario colectivo de este país tan fuerte como España que logra supervivir unido a pesar de llevar siglos queriendo destruirse.
La explosión económica a la que dio lugar el descubrimiento del Nuevo Mundo y la vitalidad del siglo XVI cogió de sorpresa a los teólogos y moralistas. Incapaces de dar juicios morales a las leyes que regían un comercio que se había multiplicado.
Esta fue la tarea principal en la que se emplearon los teólogos e incipientes economistas de la Escuela o Universidad de Salamanca. Sus obras son manuales de confesionario que se publicaban en auxilio de quienes habían de administrar la absolución de los pecados y nada sabían de tipos de cambio, de préstamos con interés o sobre todo, de cuál era el precio justo de las cosas. Cobrar de más era pecado.

Figura muy relevante en este electo de economistas teólogos fue el sevillano Tomás de Mercado. Un fraile dominico que sirvió al profesor Lagares para presentar «Economía y Economistas Andaluces». Fray Tomás de Mercado fue un intelectual que ni está en las ‘apps’ de los ‘smartphone’, ni compartiendo imaginario colectivo con Belén Esteban, ni tiene el nombre completo en su calle (le falta el ‘de’ en su calle sevillana), ni su calle tiene salida. Esperemos que la economía andaluza sí la tenga y en nuestro imaginario encuentren hueco fechas y nombres que hicieron de Andalucía y de España, una tierra prodigiosa.




José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

LO QUE HAY TRAS EL DIEZ EN DESEMPLEO (José Manuel Cansino en La Razón el 18/11/2013)

Más de diez puntos porcentuales de diferencia existen entre la cifra de parados andaluces y la media nacional. Diez puntos porcentuales que resumen en una cifra de aséptica estadística el drama de miles de rostros. Un drama pertinaz porque pertinaz es el diferencial de paro andaluz sobre el conjunto nacional y pertinaz también, el diferencia español respecto a la media de nuestros socios europeos. Es la lacra de la que nuestra economía no logra librarse pero que en Andalucía alcanza niveles que hubiesen estallado ya en revuelta social si no fuese por tres elementos sobresalientes y algún otro latente.



Los tres elementos que sobresalen son el sistema de prestaciones por desempleo (algo que sólo se sostiene en la cohesión nacional y solidaridad), la red familiar que pese a lo maltrecho de la institución y los ataques que viene sufriendo sigue siendo una eficaz barrera frente al hambre y la miseria, y el nivel de economía sumergida. En este último caso no existen datos regionalizados –al menos que yo conozca- pero las estimaciones disponibles mantienen a España en el triunvirato europeo ex equo con Grecia e Italia y en torno al 25 % del PIB.
El otro elemento, latente en esta ocasión, es una venenosa dosis de indolencia que no admite métrica pero que nos adormece en un imaginario de todo a 100, de sociedad desresponsabilizada en la que la tasa de paro juvenil de los andaluces rebasa el 60 % y entre las andaluzas de 20 a 24 años, casi alcanza el 70 % según la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de este año.
La sociedad desresponsabilizada es fruto de un asistencialismo mal entendido. Ese asistencialismo que se arroga lo público sobre la premisa de la desconfianza en la capacidad de autosuperación del ser humano está muy extendido en toda España. Pero en Andalucía es más acentuado si cabe. El porcentaje que representan los asalariados del sector público andaluz sobre el total de los empleados es del 20 % mientras que en el conjunto nacional se cifra en el 16.8 %. Este mismo hecho se puede leer desde otro punto de vista.
Esa otra perspectiva es la que nos da idea de la musculatura del sector privado de la economía en cuanto a su capacidad de generación de empleo. El 64.9 % del total de ocupados en España trabaja como personas asalariadas en el sector privado. Esa misma cifra en Andalucía se queda en el 59.9 %.
Por sectores, el análisis no arroja grandes alegrías. La industria en Andalucía absorbe sólo al 9 % de los asalariados frente al 15 % a nivel nacional. Andalucía tiene un peso determinante del sector servicios en el que naturalmente computa la mayor parte del sector público. Medido por el peso de las personas contratadas alcanza el 81 %; cuatro puntos más que la misma cifra a nivel nacional.
El perfil educativo ofrece pistas importantes sobre este diferencial. Lo hace siempre pero especialmente en mitad de un nuevo enfrentamiento que vuelve a situar al sistema educativo en mitad de la pugna política. Nada hemos aprendido de los países que, además de tener tasas de desempleo muy inferiores, hace tiempo que hicieron de su sistema educativo una cuestión de Estado al abrigo de las banderías políticas.
El peso de la población activa con sólo estudios primarios es superior en Andalucía que en el conjunto de España (14 % frente al 11 %). También lo es el de las personas con la primera etapa de la educación secundaria (34 % frente al 29 %). El porcentaje de quienes han alcanzado la segunda etapa de la educación secundaria es casi el mismo pero se invierte cuando comparamos a la población activa más formada. En este caso, el porcentaje de andaluces con estudios superiores (excepto doctorado) es marcadamente inferior al de la media nacional (29 % frente al 35 %).

Quien huyendo perezosamente de las cifras se contentase con algunos titulares, podría encontrarlos en estos. La población activa en Andalucía debe mejorar su formación si quiere reducir su elevada tasa de paro juvenil. El tejido industrial andaluz sigue sin tener la capacidad de generación de empleo que tiene a nivel nacional. Lo anterior recomienda hacer las maletas para buscar empleo fuera y esto no es necesariamente malo; lo perverso es la indolencia de esperar encontrar trabajo en el barrio o en la oficina de debajo de casa para subir a desayunar con mamá. Por último, el sector público contribuye a explicar el mayor peso del sector servicios de Andalucía y en buena medida es el resultado de una concepción paternalista de lo público que ha tratado de compensar la falta de iniciativa privada. Un intento de compensación que no digo que no haya sido inspirado por la buena intención de quien con el dinero público ha creado unos puestos de trabajo que el sector privado no ofrecía, lo que escribo es que no es ese el camino hacia una economía competitiva ni un sector público sostenible.

José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

“Ethic labeling”, cuando se compra según conciencia; (por José Manuel Cansino en http://www.forouniversitarioelescorial.com )

Con motivo de una interesante intervención del profesor de Economía, Jaime Javier Domingo, en el Centro de Estudios de la Asociación Católica de Propagandistas de Sevilla, se generó un fructífero intercambio de ideas que resumo en este artículo . La conferencia llevaba el título de “Economía y compromiso cristiano”.
De las cuatro áreas tradicionales del análisis microeconómico -Demanda, oferta, mercados y distribución- los pensadores cristianos suelen prestar especial atención a la cuarta; la que explica la distribución de la renta (y los derechos de propiedad) según el valor de la aportación de los factores productivos a la producción.
La crítica a la particular forma en la que se reparte el valor generado por una empresa o el conjunto de una economía entre las personas acaba conduciendo a la Caridad como acción compensatoria o redistributiva de carácter voluntario. Especialmente esto es así tras la promulgación de la Encíclica ‘Cáritas in Veritate’ de Benedicto XVI.



Pocas veces el análisis trasciende del ‘área Microeconomía ‘ de la distribución para analizar la parte del mercado o más exactamente de sus ‘fallos’ que llevarían a un análisis desde la moral de la imperfección de los mercados y de la forma en la que la acción regulatoria puede acercarlos o alejarlos del bien común .
Menos frecuente aún es oír a los intelectuales cristianos analizar el ‘área o bloque del consumidor’ que también forma parte de la Microeconomía. Lo habitual es despachar la cuestión con una llamada oportuna a la austeridad o una condena genérica al consumismo. Un modelo -el consumista- que de revisarse a la baja llevaría a millones de personas al paro. Entiéndase esto como un mero pronóstico técnico y no como un juicio moral.
Pero de todas las partes del análisis Microeconómico, el bloque de la Producción es el que menos atención ha recibido de los moralistas cristianos. Con frecuencia se sigue hablando del beneficio de la empresas como si el consumidor fuese una mera víctima de campañas de publicidad alienantes.
Hace más de medio siglo que la definición de beneficio empresarial reducida a la diferencia de ingresos y costes de producción fue abandonada por los economistas académicos. Sin embargo sigue en el discurso de los moralistas.
Los consumidores disponen de un instrumento extraordinario para hacer de la actividad económica algo más próximo a su ideal moral. Ese instrumento es su soberanía. La soberanía que, no en todos pero si en muchos mercados, les permite elegir qué productos y a qué empresas comprar según su código ético. Por ejemplo los consumidores decidirían dónde y qué comprar según si la política de recursos humanos de la empresa en cuestión respeta la baja por maternidad, las garantías de promoción profesional, la igualdad de oportunidades, etc. O según se tenga certeza de que los productos que comercializan no están fabricados en situaciones de explotación infantil. O que la empresa garantiza el respeto al medio ambiente.
Todo esto se ha resuelto en muchos ámbitos a través del etiquetado. El etiquetado ayuda al consumidor a resolver su problema de falta de información y discriminar a favor de la compra de lo que valora.
Los británicos fueron pioneros en el ‘eco labeling’; un sistema que advierte al consumidor de las emisiones de CO2 empleadas en la obtención de cada producto. De esta forma el consumidor si lo desea, puede discriminar en favor de los productos y empresas ‘limpias’.
En el campo ético ya existen precedentes importantes. Por ejemplo hay fondos de inversión que exhiben su certificado ‘ético’ cuando una consultora garantiza que entre sus activos subyacentes no hay acciones o valores de ninguna empresa que se dedique a negocios considerados ‘anti éticos’.
Los consumidores pueden usar su soberanía en esta misma forma. Las asociaciones de consumidores o algunas consultoras podrían poner en marcha la obtención de este tipo de certificaciones o etiquetado ético a las empresas que voluntariamente se sometan a las auditorías.
El resultado sería el mayor beneficio de estas empresas, de sus trabajadores, de sus proveedores y, en fin, de lo que los anglosajones llaman ‘stakeholders’ de la empresa.
Merece la pena explorar este camino.

Los euros que cuesta el bosque (José Manuel Cansino en La Razón el 11/11/2013)



El tratamiento del asma cuesta al Estado francés hasta 1.500 millones de euros al año. La estimación de este coste se ha realizado a través de estándares de ingresos hospitalarios, duración del tratamiento, coste del mismo, etc. Es un tipo de cálculo similar al que en algunos sistemas de sanidad pública española se utiliza para emitir la «factura» por estancia hospitalaria que se entrega a los usuarios para concienciar sobre el valor de la atención recibida.
Los expertos recuerdan que el desarrollo del asma y otras enfermedades respiratorias tiene un componente genético pero también un componente ambiental –externo– que con frecuencia actúa como desencadenante del factor genético. Lo que sorprende es que a pesar de que el componente genético precursor del asma se ha mantenido demográficamente estable, en cambio, el número de pacientes afectados se ha multiplicado en las últimas décadas. La emisión a la atmósfera de algunos gases contaminantes está entre los principales factores explicativos de este hecho.
Precisamente de esto acaba de hablar el profesor Ramón Folch, prestigioso y pluridisciplinar científico español, en la Universidad de Sevilla, invitado por la Cátedra de Economía de la Energía y del Medio Ambiente.
Folch advierte de la paradoja en la que vive instalada la sociedad de consumo según la cual se compra y se vende casi todo sin saber cuánto vale casi nada.
El ejemplo que utiliza para sostener su argumentación es preguntarse ¿cuánto vale un bosque? La pregunta no es económicamente irrelevante y el célebre economista británico Alfred Marshall ya definía a la Ciencia Económica como aquella que se ocupa de los negocios ordinarios de la vida. Poco más ordinario hay que respirar aire limpio.
El bosque se puede valorar por el precio de la madera que acumula medida en metros cúbicos. Sería éste el cálculo más directo habida cuenta de que existe una industria maderera que opera en un mercado donde es fácil conocer el precio que rige. Pero –se pregunta Folch– ¿es este el único valor del bosque?, ¿no tiene valor económico la pérdida que se experimentaría al dejar esa superficie de fijar CO2?, ¿no tiene valor económico la pérdida de albedo de la superficie una vez talada?, ¿y la pérdida de biodiversidad?, ¿y el coste por la previsible laminación hídrica?, ¿y el coste por la pérdida de la capacidad de retención del suelo que antes permitían los árboles y la superficie forestal? Así continuó formulando preguntas a un auditorio joven y atento hasta la cuestión final de ¿cuánto vale económicamente el bosque que desaparece del imaginario colectivo de quien lo tiene como una de sus referencias?
La economía tiene mucho que avanzar para encontrar respuestas a estas preguntas sin ignorar los avances que ya permiten técnicas como la valoración de contingentes. De estas técnicas también habló recientemente y en la misma facultad el profesor Mario Soliño en la Jornadas de Economía y Medio Ambiente que organizan anualmente las doctoras Yñíguez y Sanz con el patrocinio de la Fundación Roger Torné.
Gráficamente, la cuestión es que en el cálculo del valor económico de tantas cosas tenemos una hoja de cálculo con demasiadas celdas vacías y, sin embargo, como decía Lord Kelvin, sin números, el conocimiento científico no es enteramente satisfactorio.
Esto es lo que se ha hecho en Francia al calcular lo que cuesta la atención a los pacientes asmáticos. Se necesita también un cálculo con vocación holista de lo que cuesta reducir los contaminantes que desencadenan estas y otras enfermedades respiratorias que tienen un impacto especialmente grave en la población infantil.
Por ejemplo, varios investigadores de esta cátedra de la Universidad de Sevilla están investigando junto a economistas de la Universidad sueca de Lund la valoración económica de la presencia de las energías renovables en el mix energético español. La valoración se calcula no sólo por las emisiones de CO2 que se mitigan, sino también por el daño en la salud evitado.
Sólo con este tipo de cálculos en el sentido en el que hablaba Lord Kelvin se puede discutir con mayor rigor si el coste del régimen especial de las energías renovables es excesivo o insuficiente. Bastaría comparar el coste con el beneficio.
Sin la discusión en cifras de este tipo de cuestiones, la decisión política en materias conexas como la energética, la salud o el medio ambiente acaba siendo un terreno abonado para la demagogia y el «lobby» de los «hunos» y los otros.
La cuestión clave es que para responder a cuestiones como cuál es el sistema energético óptimo hay que valorar el coste económico del asma o responder a la pregunta de ¿cuánto vale el bosque que contribuye a fijar el CO2?
La información económica es un «input» más del proceso de decisión política. No pretende imponer una visión economicista de las cosas pero ayuda a embridar el poder de los embaucadores y de quienes persiguen intereses espurios.
* Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla

lunes, 4 de noviembre de 2013

Bienvenido Mr Fondo ( José Manuel Cansino en La Razón el 4/11/2013)






Las recientes declaraciones del presidente del Banco de Santander en Nueva York sobre el regreso del capital extranjero a España junto a la notable subida de las cotizaciones en Bolsa ha despertado el interés de muchos analistas por saber quienes son estos inversores.
Olga Grau ofrecía hace unos días una muy jugosa información. 

 A comienzos de septiembre el fondo de inversión Apollo Management International, que maneja a nivel internacional 113.000 millones de dólares compró EVO, la filial de NovaGalicia Banco por 60 millones de euros. 

Otros fondos han comprado las plataforma inmobiliarias de varias entidades financieras españolas. Entre ellos están los traspasos de las plataformas inmobiliarias de Bankia a Cerberus; de Catalunya Banc a Kennedy Wilson y Värde Partners; y del 51% de Servihabitat (La Caixa) a TPG. Un poco antes, en diciembre de 2012, Banesto vendió su filial inmobiliaria Aktua al fondo Centerbridge por 100 millones.

Posiblemente la última de las operaciones más sonadas ha sido la compra de la auto cartera de FCC por parte de Bill Gates a cambio de 116 millones de euros. La fortuna de Gates tiene una magnitud superior a muchos fondos de inversión y 'hedge funds'.

A diferencia de los fondos de inversión soberanos de los que nos ocupamos hace poco desde estas mismas páginas , los fondos de inversión privados gestionan fondos de pensiones, capital de empresas de seguros, parte de los propios fondos soberanos de algunos países y grandes fortunas privadas. Su 'modus operandi' es hacer de manera muy sofisticada algo muy intuitivo, comprar barato, vender caro y generar unas plusvalías que van a manos de sus propietarios regularmente. 

Cuando piensan que una economía ha tocado fondo y con ello el precio de sus activos (financieros y reales), entran comprando fuertes sumas a las espera que se revaloricen conforme la remontada se va desarrollando. Así lo han hecho en California, en Irlanda y ahora en España una vez que la prima de riesgo está a niveles reducidos y estables y los indicadores económicos apuntan a una recuperación.

Pero hay algo que no se debe pasar por alto sobre todo teniendo en cuenta el poder de estos fondos capaces de desestabilizar o estabilizar países enteros. Me refiero a que la mayoría de estos fondos tienen residencia y operan desde paraísos fiscales. Escapan de la tributación principal de los países de donde obtienen sus plusvalías .

Es curioso que en los días en los que hemos conocido que Estados Unidos tenía intervenida hasta la máquina del café de centenares de miles de personas, en los mismos años en los que se es capaz de rastrear un barco cargado de ultra centrifugadoras de uranio camino de Libia para luego montar una guerra y derrocar a un tirano amigo de Occidente, en este tiempo decimos, se argumente que es imposible acabar con los paraísos fiscales desde donde se mueve un capital financiero con la misma capacidad desestabilizadora que un arsenal bien repleto.


Conforme la crisis se va ensombreciendo parece que poco o muy poco va a cambiar. La economía financiera seguirá muy desvinculada de la economía real y con una capacidad de influencia que supera a la de los gobiernos. Mientras tanto, aquí España, aquí los fondos de inversión, por favor, pasen y sírvanse que tenemos precios de saldo y una dignidad que parece tan derogada como la Doctrina Parot.

José Manuel Cansino. profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.