viernes, 3 de marzo de 2017

¿IMPUESTOS VERDES PARA FINANCIACIÓN REGIONAL? (José Manuel Cansino en La Razón el 27/2/2017)

Acaba de constituirse la Comisión de Expertos nombrados por el Gobierno de la Nación para proponer medidas orientadas a la reforma del sistema de financiación autonómico. No formo parte de esa Comisión pero sí tuve oportunidad de conversar con uno de sus miembros recientemente.



Una de las ideas que parece bien asentada en las posiciones de salida es recurrir a los impuestos medio ambientales o ecológicos como un fuerte instrumento de financiación que, ocasionalmente, permita reducir otros impuestos ya existentes como, por ejemplo, el tramo autonómico del IRPF. Los economistas llamamos a este reciclado de impuestos el modelo del “doble dividendo” por permite obtener aumentos en la recaudación (primer dividendo) y reducir la carga de otros impuestos que pueden impactar negativamente sobre el empleo (segundo dividendo).
La recomendación del uso de los impuestos ambientales no es nueva. Por ejemplo, ha vuelto a ser señalada por la OCDE para el caso de España. Sin embargo, este tipo de impuestos se construyen sobre una gran paradoja; su vocación de extinguir la base impositiva que someten a gravamen. Naturalmente, una vez extinguida la capacidad impositiva la capacidad recaudatoria es irrelevante.
Para ello conviene tener bien claro en qué tipo de impuestos están pensando los miembros de la comisión y los expertos económicos internacionales. Se trata de impuestos sobre las emisiones de CO2 que, en la práctica, gravan en consumo o la producción de energía a la que se aplica un coeficiente de emisión que sirve para determinar la base imponible y la cuota a pagar. Nos referimos también a impuestos sobre el contenido en azufre de los combustibles. A la generación de residuos. A los impuestos sobre los fertilizantes y pesticidas. Al uso de materias primas y, más recientemente, al gravamen por el uso de infraestructuras (carreteras o zonas concretas de ciudades) con problemas de congestión.
Los impuestos ambientales tienen una vocación correctora de comportamientos más que recaudatoria. Constituyen uno de los denominados “instrumentos basados en el mercado” que intentan poner precio a lo que hasta entonces resultaba gratis (contaminar, utilizar las infraestructuras, etc). Su finalidad es promover conductas en los consumidores y en los productores orientadas a reducir las actividades lesivas con el medio ambiente.
Así, por ejemplo, si un usuario cambia su coche que usa un motor convencional por uno eléctrico o híbrido, reduce su factura en el Impuesto de Matriculación de Vehículos pero, sobre todo, reduce la recaudación por Impuesto Especial de Hidrocarburos. Téngase en cuanta que en los países europeos, el precio final del combustible está explicado entre un 40 y un 60 % por este tipo de impuestos. Recuérdese también que sólo la introducción de los convertidores catalíticos en los motores de combustión cambió radicalmente el perfil de sus emisiones.
Si las industrias intensivas en consumo energético avanzan en sus planes de mejora de la eficiencia energética (menor requerimiento energético por euro producido) o introducen sistemas de secuestro de las emisiones de carbono ¿cuánto acabarán pagando de estos impuestos sabiendo que además muchas de estas inversiones están subsidiadas con fondos públicos?
En el caso de la agricultura, si se ofrece por la autoridad una lista de fertilizantes baja en emisiones de amoniaco, ¿quién pagará por este tipo de impuestos que, además, han sido retirados en los pocos países que los introdujeron?
Para mayor abundamiento, si la discriminación de los residuos que hacemos los hogares abarata considerablemente el reciclaje y la recuperación de los mismos ¿por qué no reducen los ayuntamientos las antiguas tasas de recogida de basura?
Sin ánimo de ser exhaustivos, si para evitar el pago de tasas o impuestos por uso de carreteras o zonas congestionadas, acabamos usando el transporte público de forma masiva (que es lo que buscan incentivar estas tasas) ¿cuánto dinero afluirá a las arcas de la Hacienda recaudatoria?
La lógica principal de los impuestos convencionales ha sido la de ajustarse al principio de suficiencia lo que es tanto como estar diseñados sobre buenos asideros fiscales, es decir, bases amplias que permitan recaudar mucho con tipos impositivos soportables y, aparte del gravamen del consumo, recaigan sobre factores productivos poco móviles y fáciles de controlar. Este y no otro es el motivo de la fuerte imposición sobre las rentas del trabajo a través del IRPF y las cotizaciones a la Seguridad Social y el más débil gravamen del rendimiento del capital que busca evitar su salida a paraísos fiscales o refugio en las SICAVs.

Esta lógica tradicional choca con la vocación de los impuestos ambientales que no es otra que incentivar cambios en las conductas que acaben reduciendo las bases imponibles, sea en forma de emisiones de carbono, de consumo de energía o de ocupación de las infraestructuras de transporte saturadas. Una vez reducidas las bases, la recaudación sería exigua.

EL COMERCIO EXTERIOR ENTRE ANDALUCÍA Y ASIA (José Manuel Cansino en La Razón el 20/2/2017)

Hace poco se han hecho públicos los datos acumulados de enero a noviembre de 2016 de las exportaciones e importaciones de empresas andaluzas con el resto del mundo. Los datos son de acceso gratuito en la web de Extenda. En cifras globales y para este periodo, Andalucía exportó por valor de 23.230 millones de euros e importó por un monto de 22.055 millones; esto es, registró un ligero superávit en su balanza.



Aunque el principal destino de las exportaciones andaluzas son los países europeos (66.16 %), en interesante detenerse en la situación de nuestros clientes asiáticos. El interés no es por exotismo sino porque la información sobre su situación económica es mucho más escasa y las incertidumbres, en cambio, mayores.
El mercado asiático supone casi el 13 % de las exportaciones andaluzas y casi el 22 % de las importaciones. Del conjunto de clientes asiáticos sobresalen, además de China, Japón, Corea del Sur e India.
El miedo a una recesión en China parece que se disipa. Tan es así que se espera un crecimiento para esta economía del 5.8 % del PIB en el año en curso del 6,1% para el año próximo. Con una inflación que sigue siendo baja a pesar de la fuerte subida de los precios de la vivienda en las zonas urbanas, una de las mejores expectativas está puestas en unas mayores facilidades para la importación de servicios turísticos.
En cambio, existe una notable preocupación por el desarrollo de la “banca en la sombra” o “shadow banking”. La «banca en la sombra» es el con­­junto de entidades financieras, infraestructura y prácticas que sustentan operaciones financieras que ocurren fuera del alcance de las entidades reguladoras. Así lo define el servicio de estudio de CaixabankMoody’s estima que este sector alcanzó los 58,3 billones de yuanes en junio de 2016 (27,5% del total de activos bancarios del sector formal). Sin embargo, esta cifra no es excesivamente elevada para los analistas ya que representa el 80% del PIB chino, frente al 150% del PIB que este sector representa en EE. UU. El problema no es tanto de tamaño sino de la velocidad a la que está creciendo un sector que estuvo en el origen de la reciente crisis que se desató con las hipotecas “subprime” en el país norteamericano.
Junto con China, se espera que el crecimiento económico alcance en Japón el 1,0% en 2017 y baje al 0,8% en 2018. Ni siquiera con tres presupuestos suplementarios en 2016, la economía japonesa acaba de arrancar si bien ha tenido que reponerse al impacto de la apreciación del yen. Con todo, sigue alarmando el volumen de deuda pública del país nipón: el 240% del PIB para 2018.
Bastante más ritmo que la economía japonesa es el que se espera de Corea del Sur país para el que se prevé que el crecimiento sea del 2.75 por ciento en 2017 y del 3 por ciento en 2018. El perfil netamente exportador de este país asiático queda patente cuando nos detenemos en el dato de su superávit de por cuenta corriente del que se estima permanezca en el 6.5 por ciento del PIB.
Junto a los buenos datos anteriores, dos son las principales amenazas de la economía coreana; el rápido aumento de la deuda de los hogares y la de ser el país que afronta el envejecimiento más rápido de la población de la OCDE.
Por último pero no menos importante, hay que referirse a los clientes indios de las empresas andaluzas. La India seguirá siendo la economía del G20 de más rápido crecimiento. El previsto para 2017-18 es del 7,5%.
En este país el consumo privado está respaldado por la subida de los salarios y pensiones públicos y por una mayor producción agrícola, a raíz de un retorno a la lluvia normal. Hay que subrayar que la vulnerabilidad de la India a las lluvias monzónicas y a las sequías es muy alta. Precisamente los fuertes programas de reconstrucción de las infraestructuras públicas han elevado mucho tanto la deuda estatal como la de varias regiones. India registra un alto déficit público en comparación con otras economías emergentes. A pesar de ello el gobierno está varando la posibilidad de reducir el impuesto de sociedades.

No debemos llevarnos la falsa impresión de que por poner el foco en los países asiáticos, resultan los principales destinos para las exportaciones andaluzas o la procedencia de las importaciones. El análisis que se ha hecho sólo pretende aportar modestamente alguna información adicional sobre estos países que sí son, en cualquier caso, unos clientes importantes.