jueves, 18 de abril de 2013

Tres años de tristes trimestres (por José Manuel Cansino en La Razón el 15/4/2013)


Con la previsión del Ministro de Economía de caída del PIB en el primer trimestre de 2013 en un -0.6%, España encadena ya doce trimestres consecutivos de recesión. Tres años de crecimiento negativo pero que admiten un análisis estilizado como todas las grandes cifras macroeconómicas.
El principal dato que merece ser espigado es que la caída real del PIB entre 2007 y 2012 ha sido sólo del 4.5 %, lo que siendo un resultado inequívocamente malo, es de mucha menor magnitud que el gravísimo aumento del paro que va camino de alcanzar el 26% de la Población activa en 2013 (más de 6 millones de desempleados).
Si hay quien ve en las crisis una oportunidad para desprenderse del tejido productivo ‘malo’, en España ocurre que la crisis se está llevando por delante también al ‘bueno’. En todo ello resulta determinante el estrangulamiento del crédito a las empresas y la caída del consumo interno.
Para resolver el primero hay que esperar al desapalancamiento de las familias y las empresas privadas (el sector privado ha sido –hasta ahora- el verdadero responsable del endeudamiento exterior de España). El desapalancamiento es un proceso lento pero hasta que no finalice los bancos difícilmente van a hacer otra cosa que seguir actuando de cajeros del Estado comprando deuda pública con el dinero prestado por el Banco Central Europeo. Es lo que técnicamente llaman los economistas ‘crowding out’ o expulsión del sector privado por el sector público. Hasta que los bancos no comiencen a captar recursos sin apelar al BCE, es difícil que estén dispuestos a financiar el capital circulante, el ‘working capital’ de las PYMEs y sin ello poca recuperación cabe esperar. La fecha para esa situación de retorno del crédito se parece mucho a una quimera pero yo me abono a la predicción de 2015 o 2016 como los años en los que comenzará a crearse empleo neto.
Si el estrangulamiento del crédito depende de la velocidad de desapalancamiento, la caída del consumo interno sigue necesitando la compensación del buen comportamiento del sector exterior español. Las empresas exportadoras españolas son unas 40.000 de un total de 3.200.000. Su facturación anualizada está en torno a 200.000 millones de euros y su crecimiento (3.4 % en 2010 y 13.5 % en 2011) es superior al crecimiento de las exportaciones chinas, un 2.7 %, bien es cierto que estas últimas tienen una cifra absoluta extraordinariamente mayor.
Aunque España suma una crisis institucional a las crisis económica y social que azotan a la mayor parte de los países de la OCDE, no hay razones para pensar que seamos incapaces de salir de esta situación. Posiblemente salir de las dos últimas sea más sencillo que resolver la primera.
Para ello es importante seguir recuperando la reputación exterior y recomponer la maltrecha conciencia nacional. A esto último ayudan poco las declaraciones del Comisario de Economía de la Comisión alentando nuevas reformas que apuntan a una nueva subida de impuestos y a afrontar una nueva reforma del sistema público de pensiones.
Hasta ahora las declaraciones de esta naturaleza han sido el preámbulo o la coartada para su implantación definitiva lo que no deja en buena posición a la soberanía nacional a la hora de resolver nuestros problemas aunque, bien es cierto que éstos repercuten en el bolsillo de nuestros socios europeos. Más parece que son los nuevos deberes que se exigen a un alumno perezoso que renquea en clase.
España cuenta con unos 16 millones de cotizantes a la Seguridad Social (3 de los cuales son empleados públicos) y cerca de unos 11 millones de jubilados en un país donde el sistema público de pensiones se diseñó cuando la esperanza de vida era de 70 años. En otros términos, el sistema se sostenía si, en promedio, ‘disfrutábamos’ cinco años de pensión de jubilación antes de pasar a mejor o peor vida (según la bondad del finado y la Misericordia de la Providencia). Ahora, antes del trance mortal, acostumbramos a pasar cómodamente los 80 calendarios en un país donde los jóvenes se van a trabajar (y a pagar impuestos) fuera y tampoco hay trabajo para los inmigrantes. La reforma de la Seguridad Social asoma su cabeza y desentumece sus músculos. Otra guinda para alegrar estos tres años de tristes trimestres a la espera de que vuelva a salir el sol en Breda o en las Islas Filipinas.

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