martes, 9 de junio de 2015

NO SÓLO ES ECONOMÍA, ESTÚPIDO (José Manuel Cansino en La Razón el 8/6/2015)

Durante el pasado mes de mayo el número de parados registrados en las oficinas de los servicios públicos de empleo se situó en 4.215.031 personas, lo que supone una bajada de 117.985 desempleados con respecto al mes anterior. Del total, 11.700 corresponden a Andalucía. Así lo ha publicado el Boletín de Estadísticas Laborales que edita el Ministerio de Empleo. Aunque a todas luces insuficiente, se trata del mayor descenso en un mes de mayo de toda la serie histórica y está prácticamente en línea con la de abril de este mismo año.

Hasta aquí tenemos una primera lectura positiva que debe completarse por varias razones aunque la principal es que España ha sido, junto con Grecia, el país que mayor número de empleos ha destruido desde el inicio de la crisis en 2007. Precisamente, en el último trimestre de ese año España alcanzó su mayor cifra de empleo en 20,6 millones de puestos de trabajo. Así las cosas, la cuestión importante es confirmar que hay creación neta de empleo (que los nuevos contratos son más que los despidos), el ritmo de esa creación neta de empleo y, finalmente, la calidad del nuevo empleo.
Con los datos de la EPA, la evolución del empleo en el cuarto trimestre de 2014 mostró un importante aumento del 2,5% anual (+428.000 nuevos trabajadores ocupados), un crecimiento que contrasta con la caída del mismo período del año anterior (un -1,0% y -179.000 empleos perdidos entre 201/T4- y 2014/T4), lo que sitúa el empleo en los 17,4 millones de ocupados. Esto es, aún quedan por crear 3,2 millones de empleos para alcanzar la cifra previa a la crisis. Así se deriva del 46 Índice publicado por la empresa Manpower Group y realizado por el Catedrático de Economía Aplicada Josep Oliver de la Universidad Autónoma de Barcelona.

De este informe y del previo, se deduciría que España podría crear medio millón de puestos de trabajo netos en 2015, que sumados a los algo más de 400.000 que preveían crearse en 2014, se acercarían al millón de empleos netos en dos años. Un pronóstico quizá excesivamente optimista que, desde luego no parece haberse reflejado en los resultados electorales.
Crear empleo neto es un importantísimo logro pero el ritmo de creación no es el que exige una sociedad en la que el "presentismo" convive con una sensación de corrupción extendida entre la clase política y financiera a la que se le imputa la responsabilidad de la crisis. El "presentismo" implica que lo que queremos lo queremos inmediatamente; en el momento presente y esto es incompatible con unos logros inciertos, que de producirse se alcanzarán en el medio plazo y que ya se verá cuál es su calidad.
Y esa es la tercera cuestión después del logro en empleo neto y de analizar su ritmo. La tercera cuestión es la calidad del empleo; principalmente en términos de estabilidad y salario.
Precisamente poca estabilidad en los contratos es una de las características de este empleo neto si bien ya venía afianzándose, incluso en la etapa del "boom" inmobiliario, como seña identitaria del mercado de trabajo español. En el mes de mayo se firmaron 1.573.293 contratos nuevos, de los que sólo un 4,5% del total (70.882) fueron indefinidos a tiempo completo. El resto fueron 53.723 a tiempo parcial y 1.448.688 temporales. Este es un dato que influye muy negativamente en decisiones vitales con impacto económico y demográfico determinante como formar una familia, tener un hijo o adquirir una vivienda.
Los salarios tampoco acompañan. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el salario mensual promedio en España es de 1.991,84 euros, unos 200 euros superior al salario de un empleado en Andalucía que en media cobra 1.780, 66 euros al mes. Por cierto que la serie estadística del INE arranca del año 2008 y muestra un aumento salarial para el periodo 2008-2014 que, aunque moderado no reconoce buena parte de los trabajadores que aceptaron rebajas salariales importantes durante estos años de crisis.

En definitiva, con estos resultados no vale el argumento norteamericano de "es la economía, estúpido" que subraya la importancia que el electorado otorga a la evolución de los datos económico. A una sociedad mayoritariamente hedonista a la que le resulta extraño el sacrificio o el esfuerzo, estos discretos resultados económicos no le seducen en nada. Sobre todo si su sacrificio va al bolsillo de los corruptos y estos, con frecuencia, mantienen estrechos vínculos con el sector financiero, catalizador de todos los odios en esta y prácticamente en todas las crisis. Palabras como "recortes" o "privatizaciones" movilizan a millones de personas que asumen que los servicios públicos se financian con un maná de Biblia laica, o menos ingenuamente, con lo que han robado los unos y los otros o con los impuestos que hay que cobrarles a los ricos. Poco importa que las grandes fortunas tengan sus capitales o lejos de España o en instrumentos como las SICAV, tan cuidadas por todas las legislaturas.

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