sábado, 16 de julio de 2016

CRECER LIMPIAMENTE A LA AMERICANA (José Manuel Cansino en La Razón el 11/7/2016)



La atropellada visita del presidente estadounidense a España y particularmente a Andalucía, motiva este artículo que analiza el modelo de crecimiento de EEUU desde la perspectiva medioambiental. Hasta su relevo por China, EEUU ha liderado durante casi todo el siglo XX y lo que llevamos de XXI, las emisiones de Gases de Efecto Invernadero -GEI-. Aunque ahora sea la segunda potencia en emisiones de GEI sigue siendo la primera economía mundial por lo que su comportamiento y su implicación en los acuerdos internacionales de lucha contra el Cambio Climático sigue siendo determinante.



Desde 2005 la economía estadounidense registra un llamativo y aparente patrón de desacoplamiento entre una tasa creciente de crecimiento económico y una reducción en el volumen de emisiones de GEI medidas en toneladas de dióxido de carbono equivalente. Las emisiones de GEI en 2013 fueron inferiores a las de 2005 en 582,57 millones de toneladas mientras que su PIB había crecido en 1.357,79 billones de dólares americanos (el billón americano es 10 elevado a la 9). Parecen haber alcanzado la meta de cualquier modelo de crecimiento sostenible -seguir creciendo al tiempo que reducen las emisiones de gases contaminantes-. Este hecho ha motivado algunas investigaciones de los expertos en economía ambiental cuyo objetivo es determinar los factores que explican este aparente desacoplamiento bien para reforzarlos bien para replicarlos en otros países.
Los resultados arrojan que las ganancias en eficiencia energética (cantidad de energía necesaria para producir un dólar de PIB) explican principalmente este desacoplamiento. En 2000 se necesitaban 0.2 toneladas equivalentes de petróleo para producir 1000 dólares de PIB estadounidense; en 2013, la cantidad había bajado a 0.15 según la Agencia Internacional de la Energía. Dado que las emisiones de GEI se calculan a partir del consumo de energía multiplicando la cantidad de los diferentes combustibles fósiles consumidas por un "factor de emisión", resulta crucial reducir el consumo energético por unidad de producto. Sólo de esa forma es posible crecer y reducir las emisiones contaminantes a un mismo tiempo. Yo me incluyo entre los que que consideran que la contribución de la mejora de la eficiencia al desacoplamiento está sobre dimensionada pero así resulta de los análisis incluidos los que he tenido la oportunidad de realizar junto con los profesores Ordóñez, Román, Sánchez-Braza y Rodríguez-Arévalo.
La estructura del sistema productivo de EEUU también parece haber contribuido al desacoplamiento entre emisiones y crecimiento económico. En esto, sin embargo, el análisis debe afinarse hasta conocer en qué medida el resultado obedece a un proceso de deslocalización ("outsourcing") de la industria estadounidense a otros países con una legislación medio ambiental menos exigente. Para medir este efecto deslocalización en el denominado "comercio de emisiones" los economistas desarrollan modelos multi-regionales Input-Output. 
Por último y para sorpresa de quienes han alabado la política de Obama en favor de las energías renovables, el mix energético de ese país no parece haber favorecido el desacoplamiento sino más bien, todo lo contrario. Actualmente más del 83% del mix Energético de EEUU sigue estando basado en los combustibles fósiles.
Un aspecto que no debe pasarse por alto en este análisis es el fuerte desarrollo que en los mismos años en los que parece haberse alcanzado el desacoplamiento en EEUU se ha desarrollado intensamente la técnica del "fracking" para la obtención de petróleo y de gas de esquisto.  Las reservas de crudo extraíble en Estados Unidos ascienden a 264.000 millones de barriles. Así lo estima un estudio de la consultora especializada Rystad Energy. Rusia se queda con el segundo lugar, con 256.000 millones de barriles, y con el tercero, Arabia Saudí, que cuenta con 212.000 millones de barriles de reserva de crudo.
Los efectos medioambientales del "fracking" no se reflejan en el inventario de emisiones de gases de efecto invernadero estadounidense porque no implican, principalmente, mayores emisiones pero sí la contaminación de acuíferos subterráneos consecuencia de la filtración de disolventes químicos.

La visión superficial de que la legislación medioambiental norteamericana es muy laxa no se corresponde con la realidad. Incluso antes de la firma de tratados internacionales, un somero análisis de la Ley de Aire limpio de EEUU (Clean Air Act) bastaba para comprobar que había un importante compromiso de preservación medioambiental. Sin embargo, los resultados gruesos de que este país ha conseguido seguir creciendo económicamente y, al mismo tiempo, reducir sus emisiones de gases contaminantes, deben analizarse con prudencia pero también con interés. Con un interés desprejuiciado.

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