martes, 21 de julio de 2015

¿LA NUEVA COLONIZACIÓN DE AMÉRICA? (José Manuel Cansino en La Razón el 20/7/2015)

La empresa española Gamesa, una de las líderes del sector de las energías renovables, acaba de anunciar unos muy valorables contratos en países asiáticos. Otras, como la sevillana Abengoa, ya cuenta con importantes proyectos empresariales en países hispanoamericanos y precisamente sobre éste continente me extenderé aquí.



Hace unos días tuve la oportunidad de impartir un seminario en una universidad chilena muy bien posicionada en el 'ranking' de calidad de este país hermano. El tema central analizaba el posible compromiso del Gobierno Chileno en la próxima Cumbre de las Partes a celebrar en Diciembre en París. Si las negociaciones de los países resultan exitosas, en esa cumbre se debe definir un acuerdo internacional que sustituya al Protocolo de Kioto y que entre en vigor en 2020. En mi opinión, Chile está en una buena posición para asumir compromisos obligatorios en materia de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Como quiera que parte de la estrategia de cualquier país para reducir sus emisiones contaminantes pasa por aumentar el uso de energías renovables, parte de los asistentes al seminario me señalaron la notable proliferación de los parques eólicos, precisamente una tecnología en la que las citadas Gamesa o Abengoa son claves desde una perspectiva internacional.
Lo llamativo es que se me señalaba con fina ironía que "curiosamente todos eran propiedad de empresas españolas". Así las cosas y en un ambiente distendido, me preguntaban si no debía entenderse esto como una "nueva colonización".
Esta percepción del público no debe pasar por alto y no sólo por las empresas españolas, sino también por los implicados en las relaciones diplomáticas hispanoamericanas.
Hay dos cuestiones en el trasunto de esta percepción. La primera es que psico y sociológicamente, cualquier explotación de los recursos naturales de un país por empresas extranjeras suscita una extendida sensación de rechazo incluso cuando, como en este caso, se trata de un recurso libre como es el viento que mueve los aerogeneradores de los parques eólicos. Cuando la explotación de estos recursos no se asienta en un acuerdo empresarial socialmente aceptado o aparecen prácticas de robo (como ha ocurrido con la explotación de algunos yacimientos petrolíferos en Hispanoamérica), no es infrecuente que el resultado final sea el de la nacionalización de las empresas extractivas.
La otra cuestión en el trasunto de esta percepción de considerar a las empresas españolas como prueba de una "nueva colonización" es un reverdecer de un sentimiento indigenista que ha estado muy presente en los discursos del Papa Francisco en sus visitas -esos mismo días- a Bolivia, Perú y Ecuador
La inmensa mayoría de los procesos de expansión territorial han sido cruentos. También los españoles. Cruentos eran también los enfrentamientos entre los pobladores originarios con los que se encontraron los descubridores españoles hace cinco siglos. Y no menos cruentos -pero en esta ocasión ausentes del discurso del Santo Padre- fueron las campañas de exterminio indígena que emprendieron los mandatarios criollos recién alcanzada la independencia de España. Pocas fronteras políticas, sea cual sea el continente, se han trazado sin conllevar derramamientos de sangre.
Pero después de más de cinco siglos de encuentro y dos de relaciones entre potencias independientes, seguir mirando a España con el recelo de quien mira a la Metrópoli resulta un balance tramposo que sustrae del plato positivo de la balanza las aportaciones al desarrollo de los países hispanos que ha realizado España. También las vidas de los españoles que segaron las guerras independentistas. Cinco siglos de encuentro deben conducir a un balance mucho más equilibrado que el realizado desde una estrecha mirada indigenista que sólo fue alentada por la nobleza criolla a beneficio de inventario.
La empresa española en América, con todas las sombras que el Papa denuncia oportunamente, tuvo una dimensión evangelizadora que impidió que las relaciones comerciales carecieran de exigencias de dignidad humana tan vulneradas en otros imperios que jalonan la Historia. Compárese la condena del Papa Bergoglio de la labor española en América con las palabras de Juan Pablo II en 1982: “Vengo atraído por una historia admirable de fidelidad a la Iglesia y de servicio a la misma, escrita en empresas apostólicas y en tantas grandes figuras que renovaron esa Iglesia, fortalecieron su fe, la defendieron en momentos difíciles y le dieron nuevos hijos en enteros continentes” (31/10/1982).


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