Apenas ocho o diez países del
Planeta son responsables de las dos terceras partes de las emisiones totales de
gases de efecto invernadero (GEI). Son los gases causantes del calentamiento
global y del consecuente cambio climático.
Técnicamente hablando, en
Economía, el cambio climático es una externalidad negativa perfecta (es decir,
de manual) y, además, de carácter global. Ya de por sí esto lo convierte en un
problema difícil de gestionar pero más aún si se tiene en cuenta que afecta de
forma desigual a los diferentes países y que tiene un carácter dinámico. Esto
último nos obliga a tener en cuenta a las generaciones futuras que serán
quienes principalmente sufrirán sus efectos.
Todo lo anterior es lo que
subraya Javier Labandeira, unos de los principales expertos españoles en
políticas fiscales de lucha contra el cambio climático. Acaba de visitar la
Universidad de Sevilla para impartir una sesión magistral en el Máster de
Economía y Desarrollo en colaboración con la Cátedra de Economía de la Energía
y del Medio Ambiente.
Su apuesta decidida sigue siendo
el Mercado Europeo de Derechos de Emisión (EU-ETS en su acrónimo en inglés). Un
sistema que se encuentra en su cuarta fase y cuya magnitud hay quien la subraya
definiéndolo como el 'gran nuevo experimento de política económica'. En
persuadir a los técnicos de la Comisión Europea y a los parlamentarios de
Estrasburgo dedica el profesor Labandeira buena parte de su trabajo en el
Instituto Universitario Europeo con sede en Florencia. Técnicamente este
mercado es un sofisticado instrumento económico para poner precio a la
contaminación, más exactamente, a cada tonelada de dióxido de carbono que las
empresas contaminantes emiten a la atmósfera. De esta forma, si una empresa
supera la cantidad de emisiones de GEI que su país de residencia la ha
concedido, debe acudir a este mercado a comprar derechos a emitir más gases
contaminantes a las empresas que no agotaron toda su capacidad contaminante. La
oferta y la demanda harían el resto.
Las estimaciones esperaban que
la tonelada de GEI alcanzase un precio de 20€ pero la realidad es que
actualmente está entorno a 5€. No hay una explicación clara de este resultado.
No obstante, parte de esa explicación puede estar en la presión ejercida por
las empresas más contaminantes para modificar el reparto de derechos de
contaminación en cada país y parte también en la crisis primero y la lenta
recuperación actual.
Con todo, la Unión Europea está
cumpliendo con sus compromisos en materia de cambio climático y que, más allá
del superado Protocolo de Kioto, quedaron plasmados en el denominado Horizonte
2020. Este compromiso, exigible legalmente, comprometía a la Unión a reducir
para ese año un 20 % las emisiones de GEI, otro 20 % el consumo de energía
primaria al tiempo que aumentar la producción de energía de origen renovables
en un 20 %.
Prácticamente se da por hecho
que se alcanzarán los objetivos del Horizonte 2020. Ahora Europa está
trabajando en su hoja de ruta a La Luz de los Acuerdos de París ratificados
este mismo año en Nueva York. EUROPA espera alcanzar la descarbonización de su
economía para el año 2050 lo que es tanto como conseguir desacoplar nuestro
crecimiento económico de mayores niveles de emisiones contaminantes. En mitad
de ese plazo, para 2030, ya se manejan algunas cifras aunque aún no se han
plasmado en ninguna normativa de obligado cumplimiento. En la exposición del
profesor Labeaga, las cifras que van tomando cuerpo son las siguientes: una
reducción del 40% en las emisiones de GEI, lograr que el 27% de la energía
consumida tenga un origen renovable, reducir el consumo de energía también en
un 27 % suponiendo constante el nivel tecnológico ahora disponible y,
finalmente, aumentar en un 15% la interconexión de las redes eléctricas
nacionales, algo que es muy necesario para el desarrollo de las energías
renovables.
En este marco hay tareas para
todos; empresas, ciudadanos y administraciones públicas. Pero,
fundamentalmente, lo que hay es la oportunidad de frenar el cambio climático.
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