Allí estaba el marinerito con el
traje tantas veces ajustado como tallas de los diferentes usuarios por los que
había pasado. Tenía ya un cierto olor (sic) amarillento de ese que no se va por
más que se le ponga detergente blanqueador. El mismo amarillo de los rebordes
de la primera foto en la que aparece; la que está en la salita entrando a mano
derecha y arriba de la foto de la mili. Frente al marinero están el padre y la
madre; supervivientes, enamorados, separados, deconstruídos, reinventados…
Están. Al lado, dos abuelas, doscientos achaques y un “ten cuidado niño no se
te vaya a manchar el traje”. Los “Burger” de los centros comerciales están
repletos de comuniones entrañables que no pudieron agasajar al recién comulgado
con el exclusivo viaje a “Urodisni”, ese que le da un sentido a la celebración
quizá, muy quizá, desmesurado.
Para la mayor parte de las
familias, o lo que queda de ellas a los diez años del nacimiento de la
criatura, el dinero aún no ha llegado. Me refiero al dinero que el Banco
Central Europeo lleva bombeando desde que “la cosa” se aceptó que era gorda e
iba para rato. Lo último y a imitación del fallido modelo japonés y el exitoso
ejemplo estadounidense, fueron las “Quantitative easing” o programas de compra
masiva de activos públicos lanzadas por Mario Draghi.
He leído a algún colega que en
tan sólo seis meses, Estados Unidos creó más dinero que el puesto en
circulación entre 1940 y 2007. ¿Dónde está ese dinero que los expertos llaman
M3? Desde luego no llegó a la mesa del “Burguer”.
Para entender un poco esta
situación pedí su opinión al profesor Francisco Zabala, buen conocedor de la
política monetaria. Me apuntaba que antes
del inicio de la crisis las tasas de crecimiento de M3 se situaban en torno al
8% (hecho llamativo si se considera que el objetivo a medio plazo del BCE era
del 4,5%). Esto se debía sobre todo a la fuerte expansión del crédito durante
la gestación de la burbuja inmobiliaria. El máximo de tasa de crecimiento de M3 (12,4%) se alcanzó
entre octubre y noviembre de 2007, justo antes del inicio de la crisis. A
partir de ahí la tasa empezó a caer debido sobre todo a la contracción del
crédito derivada de la crisis financiera. Para hacer frente a esta situación se
ha hecho un uso principal de la política monetaria frente a la política fiscal
gracias a que no había riesgo de que la inflación se disparase conforme se
imprimían euros a mansalva. Naturalmente han habido otras medidas como la
creación del banco malo (la SAREB) que tanto ha criticado mi colega Guillermo
Rocafort en su interesante y último libro “Fondos buitre. Manual de
autodefensa” (Ed. Barbarroja).
La cuestión fue que en otoño de
2008 se inició una política monetaria muy expansiva en el Banco Central Europeo jamás conocida, y mientras la política monetaria se iba haciendo más expansiva
(con sucesivas bajadas de tipos de interés), la tasa de crecimiento de M3 se fue
reduciendo hasta llegar a cifras negativas en otoño de 2009. En esta cadena que
debería ir desde el BCE hasta la hamburguesería post primera comunión ha
fallado el denominado “mecanismo de transmisión” de la política monetaria. Es
lo que sostiene la tabla que acompaña a este artículo. De nada sirve la
actuación del BCE si el sistema financiero no expande el crédito a empresas no
financieras (que son todas las de una economía salvo las entidades financieras
y de seguros) y a los hogares.
Financiación y depósitos de los sectores
no financieros en España
|
|||||||
(% variación respecto al año anterior)
|
|||||||
2011
|
2012
|
2013
|
2014
|
2015
|
2009/2015
|
||
Sector privado
|
-1,9
|
-4
|
-8,2
|
-5,3
|
-3,9
|
-4,4
|
|
Empresas no financieras
|
-1,9
|
-4,2
|
-10,6
|
-5,4
|
-4
|
-3,7
|
|
Hogares
|
-2
|
-3,8
|
-5
|
-5,1
|
-3,7
|
-3,4
|
|
Administraciones Públicas
|
16
|
14,9
|
16,8
|
6,9
|
4
|
3,9
|
|
Fuente: Caixabank research. Informes
mensuales
|
La Tabla evidencia la fuerte
contracción del crédito al conjunto del sector privado para el periodo
2009-2015 con una reducción del 4.4 % (más intenso en las empresas que en los
hogares). Sin crédito no hay inversión ni gasto. Sin inversión ni crecimiento
de la demanda no hay empleo, ni tan siquiera empleo con salarios muy inferiores
a los previos a la crisis (debido a lo que los economistas llamamos
‘devaluación interna’) y con unas condiciones que han dado lugar a una nueva
clase social que es el ‘precariado’ en palabras del antropólogo Isidoro Moreno.
En cambio sí ha habido una fuerte
expansión del crédito al sector público. El BCE ha prestado fuertemente a los bancos
a través de las operaciones de financiación no convencionales para que estos
compren una deuda pública que, de otra forma, exigiría el pago de una prima de
riesgo altísima. Sólo en 2013, la expansión del crédito a las Administraciones
Públicas españolas fue del 16.8 %. El mismo año en el que el crédito a las
empresas privadas se redujo un 10.6 % y un 5 % a los hogares. Técnicamente
hemos tenido una clara monetización de la deuda se quiera o no reconocer; una
monetización que hace recordar el aserto que dice que “el problema del dinero
público estriba en que los ciudadanos piensan que es gratis y los políticos que
es suyo”.
El dinero no llega a los agasajos
de las celebraciones familiares de miles de hogares donde aún todos los
miembros están en paro o viven agarrados a un contrato precario con el que aún
andan devolviendo las cuotas de aquel préstamo para irse de vacaciones a Marina
D’Or. Aquellos eran tiempos de restaurante y no sólo de “burgers”.
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