El texto que transcribo no es
ninguna broma y dice así: “el modelo de desestacionalización se mantiene
durante un año, correspondiendo a los primeros trimestres el momento de la
reidentificación del modelo, pero se recalculan trimestralmente los
coeficientes, con lo cual cada trimestre se revisan los resultados anteriores
(bien por reidentificación o por revisión de coeficientes), por lo que se debe
consultar siempre las últimas series disponibles.”
El texto no es mío. Está tomado
de la web del Instituto Nacional de Estadística y si no resultase tan críptico
debería permitir entender cómo es posible que el paro español subiese un 0.25 %
entre enero y marzo aunque se redujo un -2.74 % en términos desestacionalizados.
La Estadística es una ciencia rigurosa pero no vendría mal que el INE hiciese
un esfuerzo de comunicación para no facilitar las cosas a quienes descalifican
esta disciplina despachándola injustamente con la afirmación de que hay “verdades,
mentiras y estadísticas”. Desde luego y así las cosas, no es difícil entender
que el Gobierno subraye el descenso del paro “desestacionalizado” y el resto de
partidos –en pertinaz campaña electoral- apunten al repunte del paro hasta el
21 % que se desprende de la última oleada de la Encuesta de Población Activa
(EPA).
La desestacionalización o ajuste
estacional de la serie de datos de paro, consiste en la eliminación de su
componente estacional a través de un procedimiento matemático-estadístico. El
resultado una vez desestacionalizado permite analizar mejor la tendencia a lo
largo del tiempo. Los datos del paro están siempre sujetos a la época laboral
en la que se conocen. En el caso concreto del primer trimestre (que se acaba de
publicar) hay que tener en cuenta que los meses de enero (final de la campaña
de Navidad) y febrero son malos hasta que llega la Semana Santa, que este año
llegó a finales de marzo. En definitiva, hay trabajos sólo demandan empleo en
momentos concretos del año (el turismo en verano –sol y playa- o en época de
nieve –esquí-, el comercio minorista durante las Navidades o algunas
actividades agrícolas en época de recolección). Cuando esa "estación"
pasa, las personas que ocupaban estos puestos de trabajo se quedan en paro.
La
tendencia del paro se ve así “contaminada” por este tipo de estaciones y de ahí
que los expertos desestacionalicen los datos con métodos econométricos que
"quitan" el efecto estacional.
Si ponemos el foco en el dato
“grueso” (sin desestacionalizar), por regiones, las mayores bajadas del paro
del primer trimestre de 2016 se dieron en Canarias (11.900 parados menos),
Murcia (11.100) y Andalucía (9.100). De
esta forma hubieron 9.100 andaluces que afortunadamente dejaron de ser
considerados “parados” por esta encuesta. Sería interesante indagar a ver dónde
encontraron empleo. Si lo hacemos nos
vamos a llevar una sorpresa no muy agradable.
De los cuatro sectores económicos
que considera el INE en la elaboración de la EPA (Agricultura, Industria,
Construcción y Servicios), sólo el sector de la Construcción registró un
descenso (el 3.24 %) entre el tercer trimestre de 2015 y el primero de 2016. En
el resto de sectores, el paro aumento; un 14.5 % en Agricultura, un 1 % en la
industria y un 1.3 % en el sector servicios. Así pues, “el ladrillo” en sus
diversas variantes (obra residencial nueva, reformas u obra civil) vuelve a ser
el único que presenta datos positivos para escarnio de los que llevan desde
2008 encaramados al discurso de “hay que cambiar el modelo productivo”. Los
datos son tozudos y sólo la ciudad española de Melilla muestra una tasa de paro
más alta que el 31 % de desempleo andaluz, situado casi secularmente diez
puntos por encima de la media española.
El análisis de la EPA permite
otras reflexiones poco festivas. Por ejemplo que la población activa experimentó
un descenso de 52.700 personas en el primer trimestre de 2016 situándose en
22.821.000. Significa esto que hay cada vez más personas que han abandonado la
búsqueda activa de empleo (requisito sine
qua non para que el INE catalogue a una persona como parada). Al hilo de
esto convendría subrayar –aunque resulte impopular- que el número de españoles
que han emigrado buscando un empleo fuera es relativamente pequeño en
comparación con los más de cuatro millones de desempleados. El desarraigo tiene
siempre un aspecto emocional muy duro, pero los datos no ponen de manifiesto
una salida importante de españoles al extranjero. A las estadísticas de
movimientos migratorios del propio INE me remito.
Otra lectura “dura” de la última
EPA es la asociada al dato de los hogares que tienen a todos sus miembros
activos en paro. En el primer trimestre de 2016 su número aumentó en 54.300,
hasta un total de 1.610.900.
En resumen, los datos son malos
cuando ya nos habíamos acostumbrado a la “creación neta del empleo”, letanía
que había conseguido establecer en Gobierno en funciones basándose en la buena
tendencia del paro pero sin necesidad de recurrir al dato “desestacionalizado”.
Ahora sí han tenido que echar mano de él al tiempo que las regiones que no
necesitan acudir a este ajuste econométrico exhiben músculo en su reducción del
paro. Una reducción que, en Andalucía, se debe al ladrillo. Cosas veredes.
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