lunes, 21 de marzo de 2016

EL FRANKESTEIN ELÉCTRICO (José Manue Cansino en La Razón el 7/3/2016)

El Ministerio de Industria reconoce que entre 2004 y 2014, la factura de la luz que paga un usuario medio (con 3,9 kilovatios de potencia contratada) ha subido un 72,5 por ciento. Los consumidores domésticos han llegado a pagar un 32 por ciento más que la media de la Unión Europea y un 21 por ciento más si se trata de un consumidor industrial representativo. Cuando en 2012 ya la ‘Gran recesión’ se cebaba sobre España, la agencia de estadística europea, Eurostat, calculaba que España, Italia, junto con los cuatro países rescatados (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) fueron los países donde más se encareció el precio de la luz. Ese mismo año 1,4 millones de viviendas sufrieron el corte de suministro por impago. El concepto de pobreza energética se hizo desde entonces un hueco en el memorandum de vocablos de los millones de damnificados por la crisis para referirse a la situación de los hogares en los que no se alcanzaba a calentar la vivienda (las personas dormían con abrigos) o iluminarla.



Todo esto lo ha escrito magistralmente el periodista especializado en asuntos de la industria eléctrica Iñaki de las Heras en un libro titulado “Informe Frankestein”. Pocas veces se lee un documento tan alejado de la demagogia con la que se salpican los estudios divulgativos de este sector. La demagogia va con lamentable frecuencia de la mano del debate político, lenguaje que abunda en los sectores regulados incluso hasta el extremo del sector eléctrico para el que, en 1951, un decreto dio a las empresas la “inédita potestad” en palabras del autor del libro, de coordinarse a sí mismas creando un régimen autorregulado que se desconocía en toda Europa. No son pocos los artículos científicos que he trabajado y que no alcanzan ni la precisión ni el rigor de este libro.
Una de las paradojas que recuerda esta obra es que el proceso de privatización de empresas estatales no necesariamente garantiza un abaratamiento del servicio junto a una mejora de la calidad. De todo el proceso privatizador del sector eléctrico español iniciado en 1998 lo más llamativo es, sin duda, la peculiar historia de privatización de ENDESA; una empresa pública que llegó a dominar el mercado eléctrico español.
El relato es que tras los intentos fallidos por parte de Gas Natural y de la alemana E.ON para comprar ENDESA, en 2007 la italiana ENEL y la española ACCIONA se hacían con la propiedad de la otrora eléctrica estatal a cambio de 44.000 millones de euros. De cara a la galería de los laminados sentimientos patrios que veían cómo compraba una empresa italiana una de las empresas públicas de referencia, el gobierno de ZP exhibió la imposición del nombramiento de José Manuel Entrecanales (ACCIONA) como presidente de ENDESA. Poco duró la presencia de la empresa española en la nueva copropiedad de la eléctrica y a comienzos de 2009, ENEL acabó comprando (y a un precio muy alto) el 25 por ciento de las accionas que poseía la empresa de Entrecanales. Un dinero que la española destinó a la creación de una empresa de energía renovables de gran dimensión. El resultado es que la privatización de ENDESA ha consistido en pasar de ser propiedad del Estado Español a serlo del Estado Italiano que con el 30 por ciento de su capital controla ENEL. Toda la lógica del discurso privatizador basado en el camino hacia la reducción del precio vía competencia resulta cuestionada cuando la privatización consiste en cambiar la propiedad de un Estado a otro.
Lo anterior no debe llevarnos a concluir que la peculiar privatización de ENDESA explique la muy importante subida del precio de la luz en España y ello por dos razones. La primera porque ENDESA no es la única eléctrica con presencia determinante de un Estado. Por ejemplo, Hidrocantábrico –otra de las cinco grandes eléctricas-tiene como accionista principal a la empresa estatal china Three Gorges. La segunda razón estriba en que de los dos componentes que ahora tiene la factura de la luz, el componente regulado y el componente de mercado, el primero –que depende directamente del sector público- es el que parece ser el principal responsable de la subida del precio final. Sin embargo, incluso así, parte sustancial de la subida del componente regulado se ha debido a la compensación a toda la industria cuando los consumidores –domésticos e industriales- decidieron reducir la potencia contratada para reducir costes.
De las Heras ayuda a recordar que la invocación de la liberalización de sectores regulados puede acabar diseñando un camino cuyo origen es la propiedad de una empresa por parte de un estado y cuyo final es la propiedad de la misma empresa por otro estado. De la bajada de precios ni hablamos. En cambio si la responsabilidad de la subida de precios es de las empresas o del sector público, es cuestión más compleja sobre la que no todos los datos disponibles apuntan en la misma dirección.

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