Entre 2007 y 2008 amplias zonas del África Subsahariana,
Bangladesh o Haití vivieron sangrientos motines provocados por la hambruna
derivada de la subida de precios de alimentos tan básicos como el arroz. Cuando
hace cuatro años los precios mundiales del trigo, el maíz y la cebada
experimentaron subidas en torno al 50 %, muchos se temieron el inicio de una
nueva hambruna.
Hay analistas como Juan Hernández Vigueras (El casino que nos
gobierna, Ed Clave Intelectual) o mi amigo, el catedrático de Economía Juan
Torres (Los amos del mundo, Espasa libros) que no dudan de que la crisis
alimentaria de 2008 fue provocada por la especulación financiera. En
definitiva, fue una de las consecuencias de que el sistema bancario
internacional uniese a su tradicional función de transformar el ahorro en
préstamos, una nueva y más lucrativa función asociada a la comercialización de
la deuda. Reparemos en que nuestras deudas con los bancos (desde una hipoteca
al saldo de una tarjeta de crédito), son activos para los bancos y se han
comercializado a través de la ‘banca en la sombra’ hasta generar la burbuja
financiera.
Salvo excepciones, los agricultores andaluces y españoles en
general, apenas han participado de los altos precios de las materias primas
alimenticias. No ocurre lo mismo con otras materias primas o ‘commodities’ como
los minerales. En estos casos, los precios mundiales ahora hacen rentable la
reapertura de las minas de la faja pirítica de Huelva, entre otras.
Al tiempo
que los minerales recuperan su interés como activo subyacente o de respaldo de
los fondos de inversión en materias primas, el petróleo lo ha perdido debido a
la explotación de los nuevos yacimientos a través de la técnica del ‘fracking’
o de la extracción del ‘shale gas’. Actualmente –y esto pocos lo dicen- los
nuevos yacimientos aumentan más rápidamente que su consumo. Pero si el petróleo
ve debilitado su interés, otras nuevas ‘commodities’ aparecen como atractivo
activo financiero. Se trata del escandio, el litrio y quince metales más de los
lantánidos que se conocen como “tierras raras”. Claudia Canals señala su
interés estratégico actual para la electrónica de consumo de última generación,
la industria armamentística (se utilizan en los sistemas de comunicación
adheridos a misiles y drones) y las energías renovables (en los motores de
vehículos híbridos y en los aerogeneradores).
Para entender la relación entre
la inversión en activos financieros y el precio de las materias primas, resulta
de gran ayuda el dossier incluido en el Informe mensual del Servicio de
Estudios de La Caixa de los meses de julio y agosto. En él se puede leer de la
mano de Carlos Martínez, que los gestores profesionales de carteras y los
grandes inversores (por ejemplo, los gestores de los planes de pensiones),
siempre procuraron destinar parte de sus fondos a la adquisición de
‘commodities’. La razón estaba en que su baja relación (correlación) con los
precios de los activos financieros tradicionales (por ejemplo, las acciones y
las obligaciones), les permitía diversificar el riesgo de sus carteras.
Esta
falta de ligazón entre el comportamiento de los precios de las materias primas
y los activos financieros tradicionales parece haberse roto. Ahora se mueven en
el mismo sentido. La evidencia empírica parece ponerse del lado de quienes han
culpado a la popularización de los instrumentos de inversión financiera del
aumento del precio y de su volatilidad de las materias primas. Esto no es, en
absoluto, tranquilizador. La crisis y algunas reformas en el marco financiero
internacional parecen haber dado alguna tregua en este ámbito. Así, el Banco
Internacional de Pagos de Basilea ha dado el dato de que las operaciones al
contado sobre materias primas en 2013 alcanzaron los 2.21 billones de dólares;
muy por debajo de la cifra máxima de 8.5 billones alcanzada en 2007. En fin, es
lo que hay.
Lo que antes servía para comer, ahora también es un sofisticado
producto financiero cuyo impacto sobre el precio de los alimentos preocupa poco
tras el parapeto de que la evidencia empírica sobre esa relación, no es del
todo precisa.
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