Hasta tres instituciones de
primera importancia han coincidido en revisar al alza las previsiones de
crecimiento económico para 2014. A ellas se ha unido el flamante informe de
perspectivas económicas de la Universidad Loyola-Andalucía.
Para el conjunto de la Nación
española, el pasado mes de febrero la Comisión Europea dobló su previsión de
crecimiento para 2014 situándola en el 1 % del PIB español. Hace unos días, la
Fundación de las Cajas de Ahorro (las que superviven) –FUNCAS- publicaba la
denominada “previsión de consenso”. Esta previsión –más optimista- subía la
predicción de crecimiento hasta el 1,2 %. Por último, y no menos importante, el
influyente Fondo Monetario Internacional –FMI- también doblaba su última
previsión hecha en el mes de enero esperando que el PIB español creciese
también un 1,2 % en 2014.
Para la economía andaluza
disponemos ahora de la predicción hecha por la Universidad Loyola Andalucía
conjuntamente con la Confederación de Empresarios. El responsable de este informe,
el catedrático de Economía Manuel A. Cardenete, cifra el crecimiento esperado
del PIB andaluz para 2014 en una banda que se sitúa entre el 1.1 % y el 1.3 %.
Todas las previsiones para la
economía española coinciden en señalar a la demanda interna como el motor del
crecimiento económico relegando así a las exportaciones que, durante los años
más duros de esta crisis, ha sido el principal factor positivo en mitad de un
mar de tendencias negativas. La demanda interna es la verdaderamente
determinante en una economía como la española.
La pregunta que nos hacemos es
¿cuál es la radiografía de esta economía española que sale de la crisis en
comparación con la que teníamos en 2008? Para comparar una y otra radiografía
resultan de especial ayuda los datos de la Contabilidad Nacional. Esto es así
porque aunque los últimos datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística
se refieren a 2012, el comportamiento de la economía española en 2013 fue de
una tasa negativa del 1,2 % que vendría a compensarse con estas cifras que se
manejan de crecimiento en un 1,2 % en 2014. Vaya una cosa por la otra.
Comparando las radiografías en
términos de empleo, el sector de la construcción ha perdido más del 60 % de los
empleos que había en 2008 y el sector de las actividades inmobiliarias el 5,7
%. Pero lo verdaderamente importante –porque es un sector muy demandante de
empleo- es que el sector industrial español ha perdido más del 22 % de sus
empleos medidos en lo que los economistas llamamos “empleo equivalente
asalariado”. Sorprende que a pesar de las aireadas reformas administrativas, el
único sector económico que ha aumentado su empleo entre 2008 y 2012 ha sido el
de las Administraciones Públicas en más de un 2,1 %.
Si lo que comparamos ahora son
las radiografías del peso económico de los sectores de la economía española, el
análisis basado en la información de los índices de volumen encadenados nos
dice lo siguiente. El valor de lo producido por la Construcción ha caído un 36
% (su empleo, recordemos, más de un 60 %). El valor de lo producido por la
industria ha caído un 3 % (pero su empleo más de un 22 %).
A nivel agregado, la comparación
de las dos radiografías nos dice que el valor del PIB español entre 2008 y 2012
cayó un 6 % pero la destrucción de empleos ha sido 2,6 veces mayor. La economía
española ha sido capaz de perder “sólo” un 6 % de su producción en términos
reales pero ha sufrido un impacto brutal en su nivel de empleo hasta reducirlo
en más del 15 %. Esto subrayaba un grupo de economistas en un encuentro reciente
en el Centro Cultural “La Revuelta” de la capital andaluza. Un lugar donde hay
codazos para exponer cuadros, presentar libros o dar conferencias.
Bien, ahora hagámonos otra
reflexión ¿Persisten los desequilibrios de la economía española de 2008 ahora
que parece comenzar la remontada? Hay un desequilibrio principal –el déficit
exterior que llegó a representar el 10 % del PIB- que ha conseguido resolverse
hasta ponerse en números negros. Cuando uno tiene un déficit exterior necesita
financiarlo con endeudamiento externo. No poder acceder a los mercados
exteriores de capital en las mismas condiciones en las que pudo hacerse en los
años de gestación de la burbuja financiera es el mejor antídoto para evitarlo.
Muy relacionado con el
desequilibrio exterior está el endeudamiento de la economía española. La deuda
total de nuestra Nación, sumando pública y privada -excluyendo la perteneciente
al sistema financiero-, ascendió a un total de 2,82 billones de euros al cierre
de 2013, equivalente al 276,5% del PIB. Dicha cuantía supone 38.283 millones de
euros menos que en 2012, y un descenso de 44.769 millones en los dos últimos
años. Es la primera vez que sucede esto desde que existen registros históricos
en el Banco de España (1995).
Desde luego que hay que no retornar
al déficit exterior y sí hay que reducir el endeudamiento externo. Pero, como
no podía ser de otra forma y a excepción del sector de la Construcción, el
sistema productivo español en sólo siete años, no ha cambiado. Sólo quienes aún
evocan la planificación económica pueden esperar otro resultado en tan corto
periodo. Como consecuencia, afrontamos la recuperación económica con una fuerte
devaluación interna (una bajada de salarios que llamativamente las encuestas no
capturan), unas nuevas reglas de contratación laboral pero una misma estructura
productiva en la que sigue faltando hoy como en 2008, un sector industrial
mucho, pero mucho más potente.
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