Las grandes economías no pueden
funcionan sin el combustible del crédito. El colapso financiero del que aún no
hemos salido lo ha dejado bien a las claras. Pedimos dinero prestado para
puentear una falta de liquidez que prevemos transitoria o pedimos prestado para
financiar una inversión con la expectativa de que el negocio marche, devolvamos
el dinero, los intereses y, además, nos sobre. En mitad de esta operación
aparentemente sencilla está el sistema financiero de la economía; un sistema
que debe hacer circular el ahorro desde quienes tienen de sobra hacia quienes
están falto de él.
Cuando el crédito no fluye las
economías se colapsan como quien se deshidrata en mitad de un tórrido verano
sin líquido que llevarse al gaznate.
Pues bien en un nuevo intento de
conseguir que el dinero llegue a los particulares y a las empresas con
razonable capacidad de devolverlo, el Banco Central Europeo (BCE) por boca de
su presidente, Mario Draghi, acaba de anunciar tres decisiones en las que se
han vuelto a depositar muchas expectativas para salir de la crisis que, con los
datos de EUROSTAT en la mano, sigue abrazando a la mayoría de economías
europeas.
La primera medida ha consistido
en reducir de los tipos de interés de referencia hasta el 0,15 % y situar los
tipos a los que remunera los depósitos que los bancos de la región mantienen en
el BCE en negativo. Con esto se pretende que los bancos se piensen muy mucho lo
de pedir prestado al BCE “por si acaso” lo necesitan pero sin que esos
préstamos acaben llegando a la economía real en forma de préstamos a
consumidores y empresas. Hasta ahora los bancos del sistema bancario europeo a
través de un mecanismo denominado “Facilidad permanente” podían pedir prestado
al BCE, dejar el dinero depositado en el propio BCE sin “tocarlo” y además
recibir remuneración por ese depósito como cualquier ahorrador por el suyo. A
partir de ahora la remuneración de estos fondos será negativa por lo que los
bancos se deben pensar mucho lo de pedir prestado dinero que luego no llegue a
la economía real.
La segunda medida ha sido el
anuncio de realizar dos subastas de crédito (dos ofertas masivas de préstamos a
los bancos europeos) a realizar una en septiembre y otra en diciembre de este
año. La cantidad que se va a ofrecer a un precio absolutamente mínimo alcanza
los 400.000 millones de euros y además conlleva la prohibición expresa de que
los bancos no pueden usar esos préstamos para comprar deuda pública. Tampoco
para créditos hipotecarios. Desde 2008 esta práctica ha sido harto frecuente.
Los Estados para financiar sus déficits galopantes se han visto obligados a
emitir masivamente deuda pública que la adquirían los bancos con el dinero que
les prestaba el BCE. Así, los bancos han hecho operaciones rentables y muy
seguras atrapando unos créditos que no llegaban al bolsillo de los
consumidores. Naturalmente hay un objetivo básico que justifica este nuevo
“manguerazo” de crédito y es el temor a que los precios caigan sostenidamente
en Europa editando un proceso deflacionista que desincentiva cualquier
inversión empresarial; es difícil pensar en invertir para fabricar productos
cuyo precio se espera que baje.
Por último, el BCE ha vuelto a
anunciar –ya lo hizo también en 2012- que de ser necesario, pondría en marcha
un programa de compra de valores respaldados por activos (ABS, acrónimo de
Asset Backet Securities). Estas son las denominadas ‘operaciones heterodoxas’ y
consisten en comprar al sistema bancario con dinero emitido por el propio BCE
activos tóxicos por un precio muy ventajoso para el banco si se compara con su
valor real. De esta forma, los bancos sacarían de sus activos unos valores
computados a un precio ficticiamente elevado y recibirían a cambio una
inyección de liquidez que debería fluir a la economía real en forma de créditos
y préstamos a los consumidores y empresas. Pocos recuerdan que este tipo de
medidas han provocado fuertes enfrentamientos en el seno del BCE. Por estar en
desacuerdo, en septiembre de 2011 dimitió el economista jefe del BCE, el alemán
Jürgen Stark, cuando todavía presidía la institución Jean Claude Trichet.
De todos los peligros que ahora
están en mente de los economistas influyentes en Europa sobresale el miedo a la
deflación. Las medidas anunciadas por el BCE recuerdan al metafórico recurso
que utilizó el Premio Nobel Milton Friedman al referirse al «helicopter drop» o
lanzamiento de dólares desde un helicóptero para neutralizar los peligros
asociados a una hipotética deflación o bajada general de precios, provocada por
una dramática caída de la demanda. El manguerazo de Draghi y el posible recurso
a las medidas heterodoxas suenan a «helicopter drop».
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