martes, 3 de junio de 2014

ANDALUCES POBRES (José Manuel Cansino en La Razón el 2/6/2014)


Nueve años después de finalizar nuestra última guerra civil, Camilo José Cela, escribía sobre la pobreza de Castilla en “Viaje a la Alcarria” de la siguiente forma.

El pasado esplendor agobia y, para colmo, agosta las voluntades; y sin voluntad, a lo que se ve, y dedicándose a contemplar las pretéritas grandezas, mal se atiende al problema de todos los días”.

Sesenta y seis años después, el Instituto Nacional de Estadística (INE), en la artificial división autonómica de Castilla dice que “Castilla-La Mancha” es la región española con mayor tasa de riesgo de pobreza (31.3 %), seguida de Extremadura (30.9 %) y Andalucía (29.1 %); una triada de regiones habituales cuando se trata de los últimos lugares en las clasificaciones de indicadores económicos aunque, en este caso, ocupen los primeros puestos.



Son los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) cuyo objetivo es proporcionar información sobre el nivel y composición de la pobreza en España y permitir la comparación con otros países de la Unión Europea.
La idea central que sirve para catalogar una situación como de pobreza es el “umbral de riesgo de la pobreza”. Este umbral se fija en el 60 % de la mediana de los ingresos por unidad de consumo. La mediana es el valor que –el propio INE aclara- ordenando a todos los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los mismos por debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima. Se trata entonces de una medida relativa de la desigualdad que varía conforme lo hacen los ingresos de la sociedad y la distribución de los mismos. En otros términos, no mide la pobreza absoluta pero es un indicador muy útil.
Según la encuesta, el 55 % de los hogares andaluces no tiene capacidad para afrontar unos gastos imprevistos sin necesidad de tener que recurrir al endeudamiento o al pago fraccionado. La cantidad en la que se cifran estos pagos imprevistos es de 650 euros y Andalucía ocupa el tercer lugar en el ‘ranking’ nacional sólo superada por Canarias y Ceuta. También ocupa la tercera posición en otro ‘ranking’ en el que nadie quiere ganar. Se trata del número de hogares que tienen mucha dificultad para llegar a fin de mes. El 23.4 % de los hogares andaluces están en esta situación como también lo están el 30 % de los ceutíes y el 24.9 % de los murcianos.
Pero la ECV también aporta información muy útil para ponernos sobre la pista de las causas de la pobreza que en regiones como la andaluza o la mencionada parte de Castilla, resultan sempiternas. En cualquier caso vaya por delante que la pobreza es un problema tan grave y complejo que hay que rehuir, en rigor, de cualquier análisis simplista causa-efecto aunque estos abunden entre los líderes mediáticos y profesionales en lucrarse agitando la causa de la pobreza ajena.
La educación sin duda es una causa incontrovertible. Por ejemplo, la ECV arroja el dato de que –para el total de la Nación española- el 25.1 % de la población con sólo la educación primaria o inferior está en riesgo de pobreza mientras que esa porcentaje se reduce hasta el 8.5 % cuando se trata de personas con estudios superiores. De manera que puede establecerse una correlación muy alta entre las regiones con pobres resultados en los informes PISA y las que ocupan los primeros puestos en el ‘ranking’ de pobreza. Una correlación que, como gustan precisar los estadísticos, además implica causalidad.
También son interesantes los datos sobre la composición de los hogares y su relación con la pobreza. Así, los hogares en los que sólo vive una persona o dos adultos sin niños dependientes, la tasa de riesgo es de sólo el 19.2 % y del 14.8 % respectivamente. La tasa sube mucho cuando se trata de los hogares con niños dependientes (30.8 %) y aún más cuando hablamos de los hogares con un solo adulto con niños dependientes (38 %). Estos datos nos hablan de dos fenómenos muy dispares. En primer lugar de los españoles que han decidido no tener hijos a cambio de disfrutar de una mayor comodidad económica y, en segundo lugar, del gravísimo problema de la pobreza infantil especialmente aguda en los hogares desestructurados.

Por último, la encuesta del INE nos da información jugosa sobre la distribución por edades de la pobreza. Las personas con más de 65 años en riesgo de pobreza son pocas en términos relativos –el 12.7 %- y explican los comportamientos descarnados de familias que abandonaron a sus mayores en un geriátrico hace años y ahora los recogen para llevárselos a casa y con ellos, su pensión. El caso de los menores de 16 años es el polo opuesto; el 26.7 % están en situación de riesgo de pobreza. De este fenómeno, conocido como la “juvenalización de la pobreza” ya alertaba la Fundación FOESSA hace años en los informes que hacía para Cáritas (institución que si muchos pudieran, la prohibirían). Y es que si con menos de 16 años aún no se puede trabajar legalmente, a los andaluces que los tengan cumplidos y a poco quieran trabajar, les espera un 60 % de tasa de desempleo. La andaluza es la tasa de desempleo juvenil que, esta vez sí, vence en las estadísticas y no sólo a nivel nacional. Es la región de la UE con mayor la mayor de estas tasas. En cualquier caso es algo que parece no incomodar a la mayor parte de los andaluces que acaban de respaldar con su voto al partido político que gobierna desde hace más de tres décadas.

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