Nueve años después de finalizar
nuestra última guerra civil, Camilo José Cela, escribía sobre la pobreza de
Castilla en “Viaje a la Alcarria” de la siguiente forma.
“El pasado esplendor agobia y,
para colmo, agosta las voluntades; y sin voluntad, a lo que se ve, y
dedicándose a contemplar las pretéritas grandezas, mal se atiende al problema
de todos los días”.
Sesenta y seis años después, el
Instituto Nacional de Estadística (INE), en la artificial división autonómica de
Castilla dice que “Castilla-La Mancha” es la región española con mayor tasa de
riesgo de pobreza (31.3 %), seguida de Extremadura (30.9 %) y Andalucía (29.1
%); una triada de regiones habituales cuando se trata de los últimos lugares en
las clasificaciones de indicadores económicos aunque, en este caso, ocupen los
primeros puestos.
Son los resultados de la Encuesta
de Condiciones de Vida (ECV) cuyo objetivo es proporcionar información sobre el
nivel y composición de la pobreza en España y permitir la comparación con otros
países de la Unión Europea.
La idea central que sirve para
catalogar una situación como de pobreza es el “umbral de riesgo de la pobreza”.
Este umbral se fija en el 60 % de la mediana de los ingresos por unidad de
consumo. La mediana es el valor que –el propio INE aclara- ordenando a todos
los individuos de menor a mayor ingreso, deja una mitad de los mismos por
debajo de dicho valor y a la otra mitad por encima. Se trata entonces de una
medida relativa de la desigualdad que varía conforme lo hacen los ingresos de
la sociedad y la distribución de los mismos. En otros términos, no mide la
pobreza absoluta pero es un indicador muy útil.
Según la encuesta, el 55 % de los
hogares andaluces no tiene capacidad para afrontar unos gastos imprevistos sin
necesidad de tener que recurrir al endeudamiento o al pago fraccionado. La
cantidad en la que se cifran estos pagos imprevistos es de 650 euros y
Andalucía ocupa el tercer lugar en el ‘ranking’ nacional sólo superada por
Canarias y Ceuta. También ocupa la tercera posición en otro ‘ranking’ en el que
nadie quiere ganar. Se trata del número de hogares que tienen mucha dificultad
para llegar a fin de mes. El 23.4 % de los hogares andaluces están en esta
situación como también lo están el 30 % de los ceutíes y el 24.9 % de los
murcianos.
Pero la ECV también aporta
información muy útil para ponernos sobre la pista de las causas de la pobreza
que en regiones como la andaluza o la mencionada parte de Castilla, resultan
sempiternas. En cualquier caso vaya por delante que la pobreza es un problema
tan grave y complejo que hay que rehuir, en rigor, de cualquier análisis
simplista causa-efecto aunque estos abunden entre los líderes mediáticos y
profesionales en lucrarse agitando la causa de la pobreza ajena.
La educación sin duda es una
causa incontrovertible. Por ejemplo, la ECV arroja el dato de que –para el
total de la Nación española- el 25.1 % de la población con sólo la educación
primaria o inferior está en riesgo de pobreza mientras que esa porcentaje se
reduce hasta el 8.5 % cuando se trata de personas con estudios superiores. De
manera que puede establecerse una correlación muy alta entre las regiones con
pobres resultados en los informes PISA y las que ocupan los primeros puestos en
el ‘ranking’ de pobreza. Una correlación que, como gustan precisar los
estadísticos, además implica causalidad.
También son interesantes los
datos sobre la composición de los hogares y su relación con la pobreza. Así,
los hogares en los que sólo vive una persona o dos adultos sin niños dependientes,
la tasa de riesgo es de sólo el 19.2 % y del 14.8 % respectivamente. La tasa
sube mucho cuando se trata de los hogares con niños dependientes (30.8 %) y aún
más cuando hablamos de los hogares con un solo adulto con niños dependientes
(38 %). Estos datos nos hablan de dos fenómenos muy dispares. En primer lugar
de los españoles que han decidido no tener hijos a cambio de disfrutar de una
mayor comodidad económica y, en segundo lugar, del gravísimo problema de la
pobreza infantil especialmente aguda en los hogares desestructurados.
Por último, la encuesta del INE
nos da información jugosa sobre la distribución por edades de la pobreza. Las
personas con más de 65 años en riesgo de pobreza son pocas en términos
relativos –el 12.7 %- y explican los comportamientos descarnados de familias
que abandonaron a sus mayores en un geriátrico hace años y ahora los recogen
para llevárselos a casa y con ellos, su pensión. El caso de los menores de 16
años es el polo opuesto; el 26.7 % están en situación de riesgo de pobreza. De
este fenómeno, conocido como la “juvenalización de la pobreza” ya alertaba la
Fundación FOESSA hace años en los informes que hacía para Cáritas (institución
que si muchos pudieran, la prohibirían). Y es que si con menos de 16 años aún
no se puede trabajar legalmente, a los andaluces que los tengan cumplidos y a
poco quieran trabajar, les espera un 60 % de tasa de desempleo. La andaluza
es la tasa de desempleo juvenil que, esta vez sí, vence en las estadísticas y
no sólo a nivel nacional. Es la región de la UE con mayor la mayor de estas
tasas. En cualquier caso es algo que parece no incomodar a la mayor parte de
los andaluces que acaban de respaldar con su voto al partido político que
gobierna desde hace más de tres décadas.
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