lunes, 1 de abril de 2013

¿Toma el dinero y corre? (José Manuel Cansino en La Razón el 1/4/13)



La Cámara de Cuentas de Andalucía ha pasado en pocos años de ser una de las instituciones autonómicas más desconocidas a ocupar un espacio mediático e institucional creciente. Un camino que ha corrido parejo con la percepción creciente de un nivel de corrupción muy extendido de la clase política. Posiblemente la propia existencia de la Cámara sea cuestionable pues no en  balde es otro ejemplo más de cómo la deriva autonómica ha supuesto una clonación, diecisiete veces, del estado nacional. En otros términos, su labor puede ser perfectamente asumida por el Tribunal de Cuentas. De todas formas no es esto lo que hoy me gustaría compartir en esta página.
Me gustaría llamar la atención sobre la última irrupción técnico-mediática de la Cámara de Cuentas alertando sobre las subvenciones para empresas y emprendedores de la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (Idea). La Cámara advierte al Parlamento regional (de quien es un órgano auxiliar) que es incapaz de evaluar la eficacia con la que la agencia IDEA ha gestionado estas subvenciones lisa y llanamente porque carece de información.
Ha costado décadas pasar de una fiscalización de la gestión pública que de limitarse a verificar si la ejecución del gasto se ajustaba o no a la norma y de si los apuntes contables eran correctos, a una verificación algo más sofisticada que además informase a los ciudadanos de la eficacia con la que las administraciones han gestionado el dinero que nos detraen con impuestos.
Escribo ‘algo más sofisticada’ porque ni siquiera la evaluación de eficacia que la Cámara denuncia no haber podido realizar permite conocer de la eficiencia de la gestión pública. En otros términos, sólo nos dice si el ‘emprendedor’ que recibió una determinada subvención para montar un negocio que suponía la creación de ‘X’ puestos de trabajo, finalmente, levantó la persiana y contrató a alguien. No nos dice nada de si la medida ‘más eficiente’ para crear ese negocio y ese puesto de trabajo era la subvención o, por ejemplo, una bonificación en las cuotas a la Seguridad Social.
Pues bien, ni lo uno, ni lo otro. La Cámara no puede verificar ni siquiera la eficacia con la que las subvenciones que gestionó IDEA se aplicaron a aquello para lo que fueron concedidas. Esto que suena más al título de la película de Woody Allen ‘Toma el dinero y corre’, no es para nada una cuestión menor ya que no aplicar una subvención a los fines para los que fue concedida puede derivar en un delito contable en nuestro ordenamiento jurídico.
Por si todo esto fuera poco, la denuncia de la Cámara de Cuentas vuelve a poner en el foco de la atención a la Agencia IDEA, ya directamente mencionada en el macrocaso de los ERES fraudulentos.
La cultura de la subvención es un ejemplo paradigmático de la ingeniería social que ha hecho de la nuestra una sociedad ‘desresponsabilizada’. Hace años que desapareció del imaginario colectivo algo tan razonable como que ‘si quieres montar un club o una caseta de feria, busca los socios y ajusta la cuota de cada cual’, y lo sustituimos por si quieres hacer tal cosa, pide una subvención que seguro que habrá partidas que lo financien inspirándose en el pretendido interés social de la caseta de feria del grupo de amiguetes de turno.
La vuelta de tuerca vino después cuando, ya en plena cultura de la subvención, se extendió la práctica de desvincular el objeto de la misma y su efectiva aplicación. Así hay ya todo un elenco de asociaciones ‘amigas’ de partidos, sindicatos y organizaciones profesionales que han recibido millonarias subvenciones –puro clientelismo- incluso cuando algunas de ellas estaban contablemente más quebradas que Lehman Brothers en 2008.
Lo que la Cámara denuncia no es más –pero tampoco menos- que otro ejemplo de una forma de gestión pública que lo más lejos que ha llegado (y es evidente que no siempre) ha sido a verificar que el expediente de gasto se ejecutaba conforme a la normativa, pero mucho menos se preocupaba de que el resultado del gasto se ajustara a su finalidad y así pudiera verificarse, al menos, la eficacia del dinero entregado.

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