lunes, 1 de abril de 2013

Frente a la estrategia del caracol (José Manuel Cansino en La Razón 4/3/13)


Si primero han sido las casas de los abuelos a la hora de reagrupar familias sin recursos para pagar el alquiler o directamente desahuciadas, ahora parece que son los polígonos industriales –hinchados de metros cuadrados abandonados– los que se llenan de familias que viven en naves industriales.
Dentro de poco habremos desandado dos siglos y volveremos a ver a los aprendices durmiendo bajo el mostrador y guardando sus escasas pertenencias en un rincón de la trastienda.
Parte de la sociedad ha adoptado frente a la crisis, la estrategia del Caracol. Sobrevive atrincherándose cada vez más encogida, en el último hueco habitable y en los céntimos de la pensión del abuelo. Unos abuelos que hasta hace poco las familias llevaban a las residencias y ahora urgen a su rescate llamados por el amor filial a la pensión.
Pero hay otra parte de la sociedad que no se resigna a vivir de los sueños malbaratados. Sueños que comenzaron a construirse cuando cientos de miles de jóvenes españoles obtenían un título universitario y que comenzaban a derrumbarse cuando, al cabo de los años, se levantaba acta verificando que jamás se había trabajado ni en aquello para lo que se estudió ni con el sueldo de titulados superiores.
Los ingenieros sociales se inventaron aquello de la «generación más preparada» y así acabamos teniendo carteros con doctorados en historia del arte, cajeros de supermercados licenciados en administración y dirección de empresas y auxiliares administrativos licenciados en psicopedagogía con un master en técnicas avanzadas en solución de conflictos familiares.
Sin embargo, la crisis también ha puesto de manifiesto a esa otra parte de la sociedad que espabilada por el hambre y sin dejarse adormecer por subsidios populistas, ha hecho las maletas y tomado un vuelo «low cost» para la Noruega que demanda ingenieros españoles, para la Alemania que necesita también de ellos, para la Gran Bretaña que conserva su sistema sanitario, pero que necesita de nuestros profesionales; para los Emiratos Arabes que necesitan albañiles o para el Méjico que quiere que luego nosotros le sigamos comprando barriles de Brent.
Y aprovechando la percha del crecimiento económico mejicano, todos nuestros emigrantes han hecho como la hazaña atribuida a Hernán Cortés; han quemado sus naves para vencer la tentación de volver a casa hasta no haber resuelto su vida y levantado una hacienda.
A ninguno de ellos se les enseñó la gesta del capitán extremeño. Ni en las clases de historia, porque aquello del imperio sonaba a facha; ni en literatura, porque leer «Cuando los dioses nacían en Extremadura» estaba también proscrito por la filiación ideológica del genio Rafael García Serrano. Si los millones de jóvenes españoles hubieran sido formados para enfrentarse a un mundo duro en lugar de prepararlos para un mundo desresponsabilizado, imperio de políticos y un centenar de familias, ahora serían muchos más los emuladores de Hernán Cortés que los apresados en la estrategia del Caracol.
Dentro de unas décadas en las facultades de economía se explicará la forma en la que las remesas de los emigrantes de comienzos del siglo XXI sirvieron para superar la gran recesión. Se dirá que los parados se convirtieron en emigrantes y con sus remesas se reactivó en buena medida el consumo interno y se equilibró el saldo de la balanza de rentas.
Para explicar eso no habrá que hacer un gran esfuerzo intelectual, más bien desempolvar los manuales de estructura económica en los que se explicaba cómo las remesas de los emigrantes de los años cincuenta fueron clave para el posterior desarrollo económico.
En mitad de todo esto quedará el dolor del desarraigo y, si somos agudos, la desaprobación de los que se inventaron lo de la «generación más preparada», pero les faltó añadir «para una economía en la que no encontrará empleo».
Ojalá esa generación que ahora se va regrese con ganas de subvertir con su experiencia un orden de las cosas en las que se ha desresponsabilizado a cada español de la principal tarea que es buscarse su propia vida.
José Manuel Cansino
Profesor titular de Economía en la Universidad de Sevilla

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