Acaba de publicarse el ranking de
las 1.000 mejores universidades del mundo que elabora el Center for World
University Rankings (CWUR). Se estima que a lo largo del mundo existen unas
17.000 universidades. Los rankings se utilizan para comparar el prestigio de
las universidades a nivel nacional e internacional. El ranking del CWUR no es
el único ni el más conocido de este tipo (el más conocido en el de Shangai)
pero, como los demás, siempre logra un cierto recorrido mediático. Sólo una
universidad española, la Universidad de Barcelona, figura entre las 200 mejores
del mundo. De entre las diez primeras universidades españolas que aparecen,
sólo la de Granada y la Universidad de Sevilla –por este orden- son andaluzas.
La metodología que sigue el CWUR
incluye entre sus criterios el número de premios internacionales (por ejemplo,
el Nobel) obtenidos tanto por sus profesores como por sus licenciados; la
cantidad de antiguos alumnos que han llegado a ser consejeros delegados (CEO)
de las principales empresas del mundo puestos en relación con el tamaño de la
universidad; el volumen de trabajos de investigación de alto impacto y
aparecidos en publicaciones influyentes y de prestigio; las citas, y las
patentes.
De las diez universidades mejor
posicionadas, ocho son estadounidenses y dos británicas. Si Vd tiene
curiosidad, este es el orden: Harvard, Stanford y Massachusetts Institute of
Technology, Oxford, Cambridge (estas dos, británicas), Columbia, Berkeley,
Chicago, Princeton y Yale.
Resumir la explicación de este
éxito en unas pocas palabras es siempre temerario pero no me equivocaría mucho
si coincido con quienes sostienes que la clave está en el trabajo de estas
universidades orientado a la “captación del talento” venga de donde venga. Sin
duda es este un modelo que poco se parece a la preocupación de la universidad
española principalmente orientada a la “consolidación” del talento local.
A pesar de que el sistema
universitario español ahora contempla explícitamente un sistema de
incorporación de talentos externos a través de un proceso tan regulado como los
habituales de promoción interna, en las universidades españolas estamos lejos
de reservar una plaza de garaje con el nombre de cada uno de los premios Nobel
que forman parte de nuestros claustros. Es sólo un ejemplo de lo que hace la
Universidad estadounidense de Berkeley. Allí, los premios Nobel tienen plaza de
aparcamiento gratis. Me atrevo a sostener que en cualquier universidad española
esta iniciativa sería abiertamente rechazada y, si alguna se atreviese a
establecer esta distinción automovilística, no sería yo quien recomendase a la
eminencia tal dejar su coche en el sitio reservado. La universidad española es
–como no puede ser de otra forma- reflejo de su sociedad. Una sociedad
abiertamente hostil a promoción meritocrática y, en cambio, muy apegada a un
igualitaristo letal. Entre la “colleja” al empollón y el ninguneo al académico
premiado sólo hay una diferencia de edad y contacto físico. Pero regresemos a
la cuestión de los rankings.
Los rankings universitarios
tienen un enorme impacto en la sociedad. Su interpretación es sencilla y
resultan accesibles al gran público por lo que influyen en las decisiones
trascendentales como la elección de la universidad en la que se desea cursar
los estudios. Aunque no son perfectos son la única herramienta para dar
visibilidad a una universidad en un mundo donde “no existe lo que no se ve”.
Esta fue una de las conclusiones compartidas por los participantes en un reciente
seminario organizado por la Conferencia de Rectores de las Universidades
Españolas (CRUE) en el Centro Asociado de Madrid-Escuelas Pías de la
Universidad Nacional de Educación a Distancia UNED.
Entre los mejores conocedores de
cómo se elaboran estos rankings está el profesor Domingo Docampo de la
Universidad de Vigo. Por ejemplo, en el Ranking de Shanghai, que valora
fundamentalmente la investigación, se tienen en cuenta los alumnos y profesores
que han recibido premios Nobel o medallas Fields. De nuevo aparece la
importancia de la captación de talento y el sentido de las plazas de garaje que
la Universidad de Berkeley reserva a “sus” premios Nobel. El mismo ranking
también valora especialmente los artículos científicos incluidos en las
revistas de mayor reputación que son las incluidas en el “Science Citation
Index – Expanded” y en el “Social Science Citation Index”. Esto último es una
importante barrera para universidades como las españolas por lo siguiente.
Las universidades con un peso
importante de titulaciones de Ciencias Sociales, Ciencias Jurídicas y
Humanidades se sitúan, ya de partida, en una posición de desventaja respecto a
las que cuentan con mayor número de titulaciones de Ciencias Experimentales y
de Ciencias de la Salud. La razón estriba en que resulta más probable que los
profesores-investigadores (aquellos que imparten docencia e investigan) o los
investigadores que trabajan en Ciencias Experimentales y de Ciencias de la
Salud tienen una mayor tradición de investigación orientada a este tipo de
publicaciones y también un mayor número de revistas en las que publicar.
Adicionalmente, los experimentos son más fácilmente repetibles, suelen disponer
de mayores fondos y, como consecuencia, resultados más abundantes susceptibles
de ser publicados.
Con todo y sin alharacas, sería
interesante analizar los modelos de éxito relativo que han llevado a varias
universidades españolas y andaluzas a estar entre las 500 primeras (tanto en
este ranking del CWUR como en el de Shangai). Por ejemplo, en línea con el peso
otorgado a los puestos obtenidos por los alumnos en las principales empresas,
la Universidad de Sevilla elevó a rango de Vicerrectorado la actividad de
transferencia tecnológica. En los últimos meses, el sistema nacional de
promoción de los profesores atribuyó un mayor peso curricular (aún por aclarar)
a este tipo de actividades. Otro ejemplo es el apoyo dado a la mejora de las
publicaciones de sus miembros en revistas científicas y a la obtención de
proyectos de I+D en convocatorias competitivas. Así, a través de su Plan
Propio, la Universidad de Sevilla facilita que los investigadores responsables
de proyectos de esta naturaleza podamos disponer de personal técnico que
auxilie en las muchas obligaciones administrativas. Son sólo dos ejemplos a los
que podría sumarse la labor del Vicerrectorado de Internacionalización, clave
en la tarea de poner a esta Universidad en el mapa académico mundial.
Me temo que seguirá sin haber
plaza de garaje reservada a los premios Nobel que trabajen en las universidades
españolas, pero aquellas que estén decididas a mejorar su posición en estos
rankings, tienen ejemplos donde mirarse por mucho que estos listados –como toda
obra humana- sean perfectibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario