martes, 6 de enero de 2015

¿Y SI LA DEFLACIÓN SE CUELA EN 2015? (José Manuel Cansino en La Razón el 5/1/2015)

Aunque el Occidente económico (no el geográfico) parece haberse olvidado del problema de la deflación, ésta fue una de las principales causas de la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado que siguió a ‘crack’ de 1929. Más recientemente, después de estallar una gran burbuja inmobiliaria en los años 90 en Japón, se desató un proceso deflacionista que explica buena parte de las más de dos décadas de estancamiento en la economía nipona.



La deflación consiste en una bajada sostenida, generalizada y significativa de los precios. No es inmediato explicar cuáles son las distorsiones que provoca pero un buen resumen de todas ellas es decir que desalienta el emprendimiento de nuevos negocios. Europa y, más precisamente los países que compartimos el euro como moneda, no estamos en esa situación pero sí se ha instalado un cierto temor a la deflación en la institución que ostenta la soberanía monetaria: el Banco Central Europeo (BCE).
Los expertos sí saben que el diseño de inspiración monetarista del BCE estaba focalizado en mantener una inflación bajo control; esto es, en torno al 2 %. Para ello el BCE se ocupaba de acompasar la cantidad de euros en circulación (tanto moneda fiduciaria como dinero bancario) al crecimiento económico de la zona euro. El presidente de esta institución –Mario Draghi- acaba de dejar entrever que “el riesgo de incumplir ese mandato es ahora mayor que hace seis meses”.
Esta afirmación se contiene en una entrevista concedida al diario alemán Handelsblatt  publicada el 2 de Enero; el mismo día que en España se conmemora la Reconquista de Granada por los Reyes Católicos. El texto completo está disponible en la sección de prensa de la web oficial del BCE (www.ecb.europa.eu/)
 ¿Qué es lo que han visto no pocos analistas detrás de esta afirmación? Pues que el BCE atisba un fundado riesgo de deflación; un riesgo que se traduciría en un escenario de 3D; deflación, desempleo y deuda.
Uno de los anuncios que soportan este temor gira sobre la varias veces anunciada intención de poner un nuevo programa de ‘Quantitative easing’ o, lo que es lo mismo, inyectar una fortísima cantidad de nuevos euros con los que comprar deuda (devaluada) a las entidades financieras para contribuir a su recapitalización. Pero también inyectar nuevos euros para comprar –si fuese necesario- directamente deuda pública a los estados soberanos. Reparemos en esto último.
Que el BCE compre directamente deuda a los estados es subvertir su principio inspirador pero también es abandonar la farsa que ha venido practicando largamente desde 2008, a saber, en lugar de comprar deuda directamente, prestaba el dinero de nueva creación a la banca comercial para que fuese ésta quien evitara la bancarrota de muchas naciones –entre ellas, España- comprando deuda pública con el dinero del BCE. Ha sido esta una operación bastante rentable hecha por el mismo sector financiero responsable –ex equo con los supervisores- de esta crisis financiera.
Para mayor abundamiento, no debe pasarse por alto que este nuevo anuncio del presidente Draghi se produce en los días de un nuevo colapso en Grecia. La ciudadanía no tiene por qué entender de cuestiones económicas; especialmente cuando las opiniones de los gurús económicos son tan ‘rigurosas’ como, a menudo, abiertamente contradictorias. Los guardianes de la pureza científica acostumbran a decir que la Economía es demasiado compleja para ser un Arte y demasiado imprecisa para ser una Ciencia.
Pero terminemos por donde empezamos; por la deflación y por la relevante entrevista a Draghi. En ella el presidente del BCE afirmó ‘the bank is moving closer to launching a full-scale quantitative easing program’; en definitiva que están poniendo a punto las máquinas de fabricar nuevos euros físicos o electrónicos. Naturalmente esto hubiera sido algo diferente si el sistema de supervisión bancaria europea estuviese ya en funcionamiento aunque, no nos engañemos, no hubiese sido muy diferente. Poner en marcha un nuevo programa de ‘Quantitative easing’ o comprar deuda a mansalva, es inundar de euros el mercado en pleno proceso de devaluación del euro frente al dólar. Los inversores que operan a corto plazo lo saben y por eso están tomando posiciones en la moneda norteamericana a la espera de una mayor devaluación de la moneda europea. Entonces cambiarán sus dólares por muchos euros.

Es posible que un euro más devaluado frente al dólar, al encarecer las importaciones que se pagan en esta moneda, frene la deflación. Lo lógico sería también que ayudase a las exportaciones europeas que se cobran en euros. Pero todo esto ocurre en mitad de una fortísima bajada del precio del petróleo que azuza a la deflación en zonas netamente importadoras como la mayor parte de Europa. Y no la azuza más porque se paga mayoritariamente en dólares. Unos dólares cada vez más caros.

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