miércoles, 2 de abril de 2014

EL ‘FRACKING’ EN LA VISITA DE OBAMA. (José Manuel Cansino en La Razón el 31/3/2014)



La visita la semana pasada del presidente Obama a Europa y, particularmente a la sede de la Unión Europea (UE) en Bruselas, ha puesto la cuestión energética entre los asuntos principales de la agenda. No en balde su visita comenzaba con la asistencia a la Conferencia sobre Seguridad Nuclear en La Haya y su posterior visita a Bruselas buscaba mostrar explícitamente la unidad entre Estados Unidos y la UE frente a Rusia por la anexión de Crimea.



Aunque la dependencia de España es mucho menor, en conjunto, Europa recibe la tercera parte del gas y petróleo que consume de Rusia. El 40 % del gas natural atraviesa Ucrania procedente de Rusia y de las exrepúblicas soviéticas Centroasiáticas. La actitud rusa con Ucrania sólo ha venido a acelerar la estrategia de Europa en su camino hacia reducir su dependencia en energía primaria de Rusia tanto en su papel de productor como, principalmente, de corredor o territorio por donde atraviesan buena parte de los gasoductos y oleoductos camino del centro y del norte de Europa.
Tanto en el discurso del presidente Obama en la sede de la UE como en la Declaración conjunta (‘Joint Statement’) se han incluido menciones a la necesidad de que EE.UU. flexibilice el otorgamiento de licencias de exportación de gas natural licuado a Europa para suplir la dependencia del gas procedente de Rusia.
Lo anterior parece razonable económica y geoestratégicamente hablando pero no es nada fácil. La primera dificultad estriba en que la prioridad de EE.UU. en materia energética es lograr su autoabastecimiento lo que le ha llevado a aplicar una política de ‘frontera cerrada’ a la exportación de energía primaria como, por ejemplo, el gas natural licuado.
La segunda dificultad gira en torno al acceso europeo al gas no convencional estadounidense o ‘shale gas’ extraído mediante la controvertida técnica del ‘fracking’. Efectivamente, los recursos mundiales de este tipo de gas harían cambiar la geopolítica de la energía de los hidrocarburos de confirmarse las estimaciones que la Agencia Internacional de la Energía hizo públicas el año pasado. Sin embargo, no todos los expertos coinciden en estas estimaciones. Pedro Prieto uno de los más reputados expertos españoles en hidrocarburos acostumbra a explicar la magnitud de los yacimientos de ‘shale gas’ comparándola con la aceituna. El gas natural convencional son las aceitunas que se cogen (verdean) directamente del olivo y el gas no convencional (‘shale gas’) serían las que se quedan en el suelo a la espera de recogerlas en la ‘rebusca’.
Sea como fuere, el interés europeo en el gas licuado norteamericano (convencional o no) es indudable como ha dejado patente la canciller alemana que, no lo olvidemos, representa a un país que después del accidente de Fukushima retomó la moratoria nuclear.
Pero frente al interés europeo en el gas estadounidense está no sólo la prioridad de este país en su abastecimiento energético sino también su determinación frente a la ‘doble moral’ de importantes países europeos en esta materia. Aquí han sido determinantes las declaraciones de Jose Vale de Almeida, embajador de EE.UU. ante la UE cuando afirmó que Europa no puede confiar sólo en la energía de otras personas particularmente si ésta tiene determinados costes.
La afirmación del embajador norteamericano iba dirigida claramente a la cuestión del gas no convencional. Por cierto que en ningún documento ni en ningún discurso ha salido a relucir explícitamente para evitar controversias. Las alusiones lo han sido sólo al gas licuado pero sin aclarar si este es de origen convencional o no.

EE.UU. es consciente del interés europeo en su gas natural, pero también conoce que Francia y Bulgaria se han declarado territorios ‘libres de fracking’. También sabe que en Gran Bretaña y en Polonia hay una fuerte oposición social. Naturalmente también sabe que en España no son pocos los municipios que se han declarado unilateralmente ‘libres de fracking’. Así que la advertencia del embajador norteamericano es clara. Si Europa no quiere depender crucialmente del aprovisionamiento de gas y petróleo ruso, no puede pretender sustituirlo por gas de EE.UU. extraído con una técnica con un fuerte impacto medioambiental que los europeos no están dispuestos a aplicar en sus territorios.

(*) José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.

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