Empuñando los datos de la reciente Encuesta de Población Activa (cuarto trimestre de 2013), podemos hacer una inmediata radiografía del empleo en Andalucía. Pero con la intención de no caer en un trivial ejercicio descriptivo es útil un análisis comparado con la región española de mayor renta per cápita: el País Vasco o las Vascongadas.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) nos dice que actualmente trabajan unos 2,5 millones de andaluces la mayor parte de los cuales –el 84%– tienen entre 25 y 54 años; una estructura de empleo por edades muy similar a la vasca. En esta parte de España el 80% de los empleos se concentran en el mismo rango de edad.
La diferencia entre una y otra región radica, como pueden anticipar, en el diferente peso de los sectores económicos empleadores.
Aunque el sector servicios es el predominante en Andalucía y País Vasco, en el primer caso emplea al 77,5% de los trabajadores frente al 71,5%; un 6% más. La diferencia también es favorable a Andalucía en el sector agrícola (9% del empleo frente a sólo el 1,5%).
La diferencia se invierte en el sector de la construcción. En este sector se concentran el 5% de los empleos andaluces mientras que absorbe al 6,4% del conjunto de las personas con empleo del País Vasco.
Pero, sin duda, la gran diferencia casi secular entre una y otra economía se encuentra en el peso del sector industrial, que emplea al 20,4% de los trabajadores que residen en las tres provincias vascas, mientras que sólo emplea al 8,3% de los residentes en Andalucía que tienen un trabajo.
Hasta aquí, este análisis lo podría hacer cualquier alumno de bachillerato con unos conocimientos rudimentarios de estadística, así que vamos a estilizarlos un poco más.
Analicemos esta cuestión desde el punto de vista de los salarios que, en última instancia, explican buena parte de la renta per cápita de cualquier territorio.
La Encuesta Anual de Estructura Salarial del INE nos dice que en 2011 (último año para el que ofrece información), todos los sectores económicos pagaban más en el País Vasco que en Andalucía.
De esta forma, no sólo el empleo industrial es mucho más alto en el norte que en el sur de España, sino que un empleado en el norte gana –en promedio– 30.198,31 euros al año y un empleado industrial en Andalucía, 23.909,59 euros; una diferencia nada despreciable. Tampoco lo es la que existe en el sector de la construcción que también pesa más en el norte que en el sur. El salario promedio está en 21.185,48 euros en Andalucía y en 26.486,45 en las Vascongadas.
La encuesta salarial no ofrece datos para el sector de la agricultura, pero sí para el de servicios, de manera que a pesar de que emplea a más personas en Andalucía en términos relativos, se paga menos; 20.981.35 euros frente a 24.952,64.
Junto con la elevadísima tasa de desempleo que tenemos en Andalucía (36,32%) frente a la vasca (15,95%), pocos datos resultan tan esclarecedores.
Precisamente en estos días se ha vuelto a hablar de la economía sumergida a propósito del interesante informe publicado por el Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha) y que la cifra en el 24,6% del PIB español. Aún regionalizada, en Andalucía llegaría al 29,2%. De manera ilustrativa, uno de cada cuatro euros en España se genera al margen de cualquier obligación fiscal. De otra forma es inexplicable que un 36,32% de desempleo cuando –además– los que tienen empleo ganan menos que en otras zonas de España, no haya derivado en un estallido social.
La economía sumergida no se explica por una única causa. Ningún fenómeno social responde a una causalidad lineal y debemos huir de quien ofrece este tipo de explicaciones por triviales. Pero una explicación, y no la más pequeña, está en un mecanismo de respuesta social a un problema de corrupción institucional extendido. Muchos ciudadanos responden con el fraude como mecanismo de defensa ante los corruptos. Esto es entendible pero es insoportable en un sistema democrático de calidad.
Es lo que explica la convocatoria del próximo 8 de febrero en Sevilla, en la que coinciden por primera vez buena parte de las organizaciones de la sociedad civil y de los representantes vecinales en una protesta contra la corrupción. Una economía que permita la prosperidad es consecuencia del buen hacer de su sociedad, bien sea como empresarios, profesionales, contribuyentes o representantes públicos.
La economía vasca ha supervivido al crimen y a la extorsión. Los estudios del profesor de la Universidad de Harvard, Alberto Abadíe, sobre lo que hubiera sido la misma economía sin ETA, son determinantes. Aunque la comparación no es admisible, no deja de estar en la mente de muchos ciudadanos qué hubiera sido de la economía andaluza sin la corrupción que ahora se ventila en los juzgados.
* Profesor Titular de EconomíaAplicada de la Universidad de Sevilla
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