Los denominados fondos soberanos disponen en todo el mundo de unos cinco billones de dólares, más de cuatro veces el PIB español. El dinero proviene principalmente de la explotación de sus recursos de hidrocarburos (petróleo y gas natural). Su uso por parte de los estados propietarios busca dos objetivos principales; reciclar los petrodólares al exterior para evitar que se desate la inflación interior y garantizar el bienestar de sus ciudadanos (o, al menos, de la élite dominante).
El segundo objetivo lo consiguen invirtiendo guiados por dos criterios. El primero es el de buscar estrictamente las inversiones más rentables. El segundo es el de usarlos con la finalidad de forjar alianzas estratégicas con rentabilidad a largo plazo aunque sea a costa de comprar activos poco rentables.
La cifra global es muy mareante y recuerda a los «hedge funds» que tanta responsabilidad han tenido en la actual recesión económica. Su magnitud explica que países y grandes empresas necesitados de captar inversiones, se exhiban una y otra vez como excelentes destinos para estos fondos. España no es una excepción, como veremos.
Naturalmente la competencia por captar este tipo de inversiones es muy alta, especialmente en países que, aunque emergentes, tienen un importante déficit exterior como Brasil, India, Indonesia, Sudáfrica y Turquía. Sin duda el principal atractivo para estos países es su desarrollo emergente pero muestran un importante lado oscuro; las turbulencias del mercado de divisas que han vuelto a desatarse desde julio.
La Eurozona tiene una gran ventaja por la estabilidad de su moneda pero la recuperación económica es aún incierta y, en cualquier caso, será lenta. A pesar de ello, en 2011 los fondos soberanos invirtieron en Europa 22.000 millones de euros según centro de investigación Esadegeo.
En el último año han invertido en España un montante total de unos 5.000 millones de euros, una cantidad inferior a los más de 6.000 millones de euros que el Gobierno va a sacar de nuevo de nuestro fondo soberano; el fondo de la Seguridad Social.
En términos relativos la cantidad es muy pequeña si la comparamos con el billón de euros al que asciende el PIB español o con los 716 miles de millones de dólares que maneja el «Noruega Government Pension Fund». Este fondo es el mayor de los fondos soberanos, se nutre principalmente de la explotación de los yacimientos petrolíferos del Mar del Norte y desmonta la teoría de quienes sostienen que tener yacimientos petrolíferos es condenar a la mayor parte de la población a la pobreza. Su nombre es elocuente.
A pesar de que la entrada de este tipo de inversiones es pequeña aunque haya quien se empeñe en magnificarla, sirve de indicador para conocer en qué sectores se fijan estos inversores y de dónde viene el dinero.
Las inversiones se centran en empresas energéticas, financieras, tecnológicas y de ingeniería civil. Así, la «China Investment Corporation» ha ampliado su participación en Iberdrola y el fondo Temasek (Singapur) lo ha hecho en Repsol. El fondo de Abu Dhabi está presente en el accionariado de Cepsa. Además, hay mucha expectación en quién va a comprar el 30 por ciento que Repsol tiene en Gas Natural.
La empresa financiera española con mayor presencia reciente de estos fondos no sorprende a nadie: es el Banco Santander («Qatar holding»). Las empresas tecnológicas que han llamado la atención de estos fondos están muy relacionadas con las telecomunicaciones; Eutelsat (China) e Indra (Noruega). Finalmente, el sector de la ingeniería civil español –uno de los internacionalmente más reputados– también saca tajada de estas inversiones gracias a la compra por el mencionado fondo chino de parte de la filial de Ferrovial que gestiona el aeropuerto londinense de Heathrow. Por tanto, los fondos soberanos no son ninguna panacea en la economía española aunque despiertan siempre interés para los analistas interesados en geoestrategia. Quizá su apuesta es más de largo plazo, que no buscando una alta rentabilidad. Los mecenazgos de equipos españoles van en esta línea además de ser una excelente estrategia de «marketing». Basta darse una vuelta por el mundo para ver como Qatar se pasea colgado de la camiseta blaugrana.
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