El paradigma del Calentamiento
global o Cambio Climático se soporta en la mayoritaria convicción científica de
que está provocado principalmente por la emisión de Gases de Efecto Invernadero
(GEI) derivados de acciones humanas (antropogénicas). Si la evidencia
científica se cuestiona se tambalearía una parte central de la política mundial
vigente con implicaciones en materia energética, medio ambiental, de ayuda al
desarrollo, en el precio de los alimentos, etc.
La revista ‘Nature’ publicó el
pasado 28 de agosto un artículo científico que resume (técnicamente es una
‘Research Letter’) una investigación de los científicos Yu Kosaka y Shang-Ping
Xie y que arranca de manera tan directa como esta: “A pesar del aumento
continuado de las concentraciones de GEI en la atmósfera, la temperatura media
anual del Planeta no ha aumentado en el s. XXI desafiando la visión de que las
fuerzas antropogénicas provocan el calentamiento climático”.
Para estos científicos el agua
fría de la zona tropical del Océano Pacífico está frenando el calentamiento
global del Planeta. Un calentamiento que la mayor parte de países quiere
limitar a 2º C.
Su principal hallazgo es que los
repuntes temporales de las temperaturas del Planeta pueden ser causados por el
movimiento de las aguas oceánicas calientes y frías que transfieren calor y
frío a la atmósfera. Se trataría de un patrón de circulación de las aguas
similar a los ciclos de calentamiento y enfriamiento de La Niña (cuando el agua
se enfría) y El Niño (cuando se calienta) en la zona tropical del Océano
Pacífico.
Al artículo de ‘Nature’ ya le han
llovido críticas fundamentadas en parte de los propios hallazgos de estos
científicos. Estas críticas sostienen que a largo plazo las emisiones de GEI se
impondrán sobre los mencionados fenómenos naturales. Esa es la opinión, por
ejemplo, de Andrew E. Dessler de la Universidad A & M de Texas.
La cuestión es que la publicación
de esta investigación coincide con otras cuestiones en un corto periodo de
tiempo.
Por ejemplo coincide con las
declaraciones del británico Nicholas Stern que en enero de este año reconoció
haber minusvalorado en su influyente informe de 2006 las consecuencias del
calentamiento global.
Coincide también con las
reuniones del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la última
de las cuales finalizó el pasado viernes en Georgia. En estas reuniones se
diseñan las más influyentes recomendaciones sobre la lucha contra el
calentamiento global que han de desarrollar los países sensibles a este
problema.
Además se produce casi al mismo
tiempo en el que la influyente consultora Wood Mackenzie afirma que el carbón
será en 2020 el combustible más utilizado en el mundo, por delante del
petróleo, con 4.4 mil millones de toneladas equivalentes de petróleo. Repárese
en el carácter altamente contaminante de este combustible del que depende
principalmente la generación de energía eléctrica en China.
Y por último coincide con la
recta final de la aprobación de la nueva Ley del Sector Eléctrico Español que
parece resuelta a poner orden en las primas a las renovables y a enterrar el
sueño del autoconsumo energético albergado por muchos consumidores y empresas.
¿Sería el final de la industria
de las energías renovables la ruptura del paradigma del cambio climático?
Probablemente no y al menos por tres razones que no siempre manejan
adecuadamente.
Primero porque el mundo
desarrollado es muy sensible a la calidad aire y cada vez tolerará menos un mix
energético mundial dominado por el combustible fósil y menos aún por el carbón.
Segundo porque si se cumplen las previsiones de las curvas de conocimiento, en
no pocas tecnologías renovables pronto se alcanzará la “paridad de red” que las
hará competitivas con las tecnologías “sucias”. Tercero y no menos importante, porque
para una parte muy significativa de las potencias económicas occidentales, las
energías renovables tienen un carácter autóctono que les otorga un notable
papel geoestratégico en caso de ruptura del suministro fósil. Un riesgo de
ruptura que siempre aflora cuando hay conflictos o tensiones en Asia Central,
Oriente –Próximo y Medio- o Venezuela.
Este último rol del ‘Vatio
sureño’ por subrayar su habitual relación con la energía solar, no está puesto
en valor por las empresas del sector. De él se hablará en los próximos días en
la Universidad de Sevilla.
(Planta termosolar de generación eléctrica)
(*) José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.
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