domingo, 28 de octubre de 2012

Jamás me rendí (por José Manuel Cansino en La Razón 30/9/2012)


Lo oí por primera vez en la sede de la Dirección Territorial del Andalucía del BBVA en un seminario que había organizado la Fundación Centro de Estudios Andaluces (Centra). Durante unos años Centra aunó a los mejores economistas aplicados de Andalucía bajo la dirección del profesor Joaquín Aurioles. Luego el PSOE se ocupó de acabar con este área y cada cual volvió a su centro de investigación (Banco Central Europeo, Banco de España, Universidades como la de Oxford o, el resto, a su universidad local de procedencia). Demasiados políticos creen que los investigadores deben escribir sus conclusiones al dictado y con criterio demoscópico. 

En aquel momento, la división de Economía de Centra estaba en sus últimos estertores y, en manos ya de políticos profesionales, participaba del mensaje de la «intelillegntsia» socialista que, con el sector inmobiliario ya por los suelos, anunciaba que había que cambiar de modelo económico. Era como si del código genético de esta «intelillegntsia» jamás hubiese desaparecido su añoranza de planificación económica. Como si se siguiera depositando la esperanza de la salvación económica en la sapiencia de un «politburó» omniscente que, de hoy para mañana, planificase un nuevo modelo económico que abandonase la obscenidad del ladrillo para abrazar la sostenibilidad de los brotes verdes. 
Hace unos días volvió a hablar de su experiencia profesional a un auditorio especializado. Lo hizo el mismo día en el que el ministro de Hacienda presentaba el Anteproyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado. Unos Presupuestos para una «gran recesión». 
Habló dos días antes de que la auditora externa impuesta por la canciller Merkel, Oliver Wyman, cifrase en 53.745 millones de euros las necesidades del sistema financiero español por lo que España tenía más de 41.000 millones de euros de margen del «rescate suave» que pidió a Europa (100.000 millones de euros). Una buena noticia que, conjugada con una prima de riesgo estabilizada en valores asumibles, da un regate corto a la necesidad de un rescate convencional. 
Francisco Martínez Cosentino es un maestro de escuela almeriense que sentó plaza en Cataluña y que, llamado por su propia genética empresarial ,cambió la seguridad del puesto fijo por el riesgo de dirigir la empresa familiar que hoy lleva su nombre ¿Cuántos hay con esa predisposición a cambiar lo fijo y mal pagado por el riesgo y la posibilidad de ganancia? 
Tanto en la sede del BBVA como ahora en la escuela de negocios que le había invitado, habló en los mismos términos: «No importa fracasar. Yo me he arruinado tres veces, me han cortado el teléfono, la luz, el agua, la Visa... y no me rendí jamás. Hay que ser valientes, levantarse y no dejarse vencer por los obstáculos». Cuando yo lo oí también habló de la «Economía de la honradez» y lo hizo afirmando que cada vez que se arruinaba, iba en busca de sus acreedores, les miraba a la cara y les tranquilizaba diciendo que les pagaría. No sabía cómo pero tenía la determinación de hacerlo y lo hizo. 
Cosentino en otros tiempos y en otras naciones hubiese sido un «capitán de la industria», uno de aquellos referentes en los que la sociedad se miraba para emularlo y así, las ganas de comerse el mundo y hacerlo honradamente –sin fullerías ni atajos de «pelotazo»–, hacía de la prosperidad la vida cotidiana de la nación. Qué necesario es esto hoy en una España o en una Andalucía donde la «intelillegntsia» ha estigmatizado el término «empresario».
Sus palabras animando a las empresas, pequeñas y grandes, y a los profesionales a echarse el país a la espalda recordaban la arenga del político catalán Rafael Casanova cuando decía: «Se confia de tots, com verdaders fills de la Patria, amants de la llibertat, acudiran als llocs senyalats, a fi de derramar gloriosament sa sang i sa vida, per son Rei, per son honor, per la Patria, i per la llibertat de tota Espanya». Igualito que algunos de sus paisanos actuales que reivindican a Casanova con la misma ignorancia que otros añoran íntimamente los tiempos del «politburó» omniscente. 
Francisco Martínez Cosentino, el almeriense que fundó una pequeña empresa de siete trabajadores, hoy capitanea la marca «Silestone», una multinacional española líder en superficies de cuarzo que emplea a 2.300 profesionales y tiene presencia en más de 20 países. Nunca se ha rendido.

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