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El precio del petróleo de Brent
(el de referencia en Europa) sigue en torno a los 50 dólares por barril y esto
lo mantiene un 45 % por debajo del nivel en el que se situaba en el verano de
2014, justo cuando empezó su fuerte caída.
Las dudas que hasta el momento
han existido sobre qué parte de la caída obedecía a una menos demanda (principalmente
China) y qué parte a una mayor producción de los países de Oriente Medio se ha
resuelto. Ahora es más claro que el precio se mantiene bajo por la mayor
producción no sólo de Arabia Saudita (el principal productor) sino también de Iraq
y de Irán (después de que EEUU y otros países le levantasen las sanciones a la
exportación). La propia Agencia Internacional de la Energía, en una nota hecha
pública en el mes de julio, señala que la producción de petróleo de los países
del Oriente Medio supera los máximos históricos situándose en los 31 millones
de barriles diarios. La Agencia subraya que esta región del mundo representa ya
el 35 % de la producción mundial, la máxima cuota alcanzada desde 1975.
La razón para esta sobreproducción
parece clara aunque sus efectos no son únicos. Arabia Saudita quiere poner
fuera del mercado todo el petróleo extraído con la controvertida técnica de
“fracking” o fractura hidráulica, una técnica principalmente extendida en EEUU
que ya había conseguido que este gran consumidor se autoabasteciera de petróleo
en su modalidad de “shale”. Arabia Saudita puede hacer esto porque sus costes
de extracción de petróleo son extraordinariamente más reducidos. Aunque estos
datos no suelen ser muy visibles –e incluso ha llegado a manejarse la cifra de
6 dólares como coste de extracción de un barril saudí de Brent-, la consultora
noruega Rystad Energy Research and analysis los cifra en 24 dólares por barril.
El coste es de 43 dólares para el petróleo extraído de las grandes plataformas
marítimas y de 62 dólares para el caso del “shale” norteamericano. Es evidente
que el precio actual pone fuera de mercado a las plataformas de “fracking”
estadounidenses y blinda el predominio de los países de Oriente Medio. El
informe mensual de Julio de Caixabank Research es muy útil para poner cifras a
este artículo.
Pero la única consecuencia del
bajo precio del petróleo no es sólo mantener la posición dominante de los
países del Oriente Medio, también lo es frenar los planes de inversión empresarial
para mejoras en la eficiencia energética, esto es, conseguir tecnologías
maduras que permitan producir lo mismo con menos consumo energético. Junto con
el desarrollo de las energías limpias, la eficiencia energética es la gran
apuesta para conseguir frenar el Cambio Climático asociado al calentamiento
global del Planeta. El argumento es sencillo, si el combustible fósil sigue
barato, la energía que se desprende de su combustión lo es también y además es
un resultado seguro mientras que el de las inversiones en eficiencia
energética, es incierto.
La misma Agencia Internacional de
la Energía que advierte de la recuperada preeminencia de los países del Golfo
Pérsico también lo hace de la caída en los planes de inversión en eficiencia
energética. Esto puede dar al traste con, por ejemplo, los objetivos marcados
en el reciente Acuerdo de París sobre Cambio Climático (y eso que ya son
sumamente flexibles).
Junto con el freno al desarrollo
de tecnología energéticamente más eficiente, la caída del precio del crudo
también asesta un golpe no menor a la financiación del terrorismo del Daesh
pues una parte determinante de sus ingresos procede del contrabando de
petróleo. Recuérdese el descriptivo video del servicio de inteligencia ruso
mostrando el tránsito de camiones cisterna camino de la frontera turca.
En España, el repunte de la
producción petrolífera de Arabia Saudita y demás países de la zona ha
coincidido con la decisión crucial de seguir apostando en la muy larga carrera
por la energía de fusión nuclear. La misma que sigue buscando no sólo la
energía que se desprende de la unión de núcleos de hidrógenos sino que dicha
unión tenga un balance positivo (la energía empleada para lograr la unión debe
ser menor que la que se desprende después de la fusión). Además este resultado
debe estar asociado a reactores con una tecnología cada vez más madura a nivel
de mercado para que la generación eléctrica pueda ser masiva.
Finalmente, el Gobierno de la
Nación y el regional de Andalucía han decidido seguir apostando por la
instalación en Granada del reactor IFMIF-Dones, parte de un gran proyecto
internacional liderado por la Unión Europea y Japón con un coste de 360
millones de euros y una entrada en funcionamiento prevista para 2022. Sería la
instalación científica más grande jamás construida en España.
La apuesta española es
estratégica y cuenta con pilares firmes. De entre ellos pueden espigarse tres.
El primero es que las empresas españolas ya son las terceras en adjudicación de
contratos tecnológicos ganados en el desarrollo del reactor ITER. Éste es el
primer reactor experimental de fusión que se está construyendo en el norte de
Francia con una entrada en funcionamiento prevista para 2025. Los otros dos
pilares son dos grandes centros de investigación; el Centro de Investigaciones
Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) y la propia Universidad
de Granada que acaba de escalar hasta posicionarse entre las 300 mejores del
mundo en el Ranking de Shanghai.
Tanto desde la perspectiva de la
lucha contra el Cambio Climático como de la geopolítica de los yacimientos
energéticos, todo pasa por una energía limpia más barata que la fósil. Hasta el
momento la energía de fusión no ha logrado suplantarla y, de hacerlo, la
geopolítica energética sólo se redefiniría pero no dejaría de ser poli-polar.
Cuestión diferente es el desarrollo de las energías renovables. En este caso
han de superar dos importantes barreras, la primera y común a toda la industria
de generación eléctrica, conseguir avanzar de forma determinante en el
almacenamiento de la electricidad generada. La segunda caminar de forma
paralela a la calidad de la red de transporte y distribución o avanzar a
sistemas inteligentes de autoconsumo y generación difusa. Todo esto es más
complejo que no poner fuera de mercado al petróleo norteamericano derivado del
“fracking”. Arabia Saudita lo sabe.
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