Cataluña vende en Andalucía
bienes y servicios por valor de 4.715 anuales. Así ocurrió en el año 2011,
último para el que ha dispuesto de datos el detallado informe elaborado por
Convivencia Cívica Catalana. Esto significa que Cataluña vende casi tres veces
más en Andalucía –con 8.4 millones de personas- que en Estados Unidos (donde
residen más de 300 millones de habitantes). Unos resultados similares se
obtienen comparando los números con el Reino Unido y con Turquía. Cataluña
“exporta” cerca del doble a Andalucía que a Gran Bretaña y cuatro veces más que
a Turquía, país con casi 75 millones de ciudadanos.
El resultado se puede extrapolar
al total de regiones españolas y del mundo. Cataluña vende más en el en resto
de España (61.134 millones de euros) que al conjunto de países del mundo (60.526).
Esta situación es particularmente clara para las provincias de Lérida (vende un
43 % más al resto de España que al extranjero) y de Tarragona (vende al resto
de España el doble que al extranjero). Pocas veces el análisis input-output
ofrece datos tan rotundos como el que incluye el informe de Convivencia Cívica
Catalana a partir de datos oficiales del propio Instituto de Estadística de
Cataluña.
Los datos son aún más reveladores
sobre el impacto perverso que tendría una hipotética secesión si se analizan
con un poco más de detalle. Por ejemplo, las principales empresas exportadoras
catalanas no son netamente de la región sino filiales españolas de
multinacionales que se ubicaron en Cataluña por razones logísticas de
proximidad a sus matrices. Esto es, su objetivo último es vender en todo el
territorio español. Por esa razón el informe señala que serían candidatas a una
“deslocalización” hacia otras regiones españolas en caso de un proceso de
secesión. Sobre el informe de Convivencia Cívica podemos añadir que el 43 % de
las importaciones catalanas proceden de cincos países europeos (Alemania,
Francia, Italia, Países Bajos y Reino Unido) cuyos productos, en buena medida,
luego se “reexportan” a otras regiones españolas. Naturalmente, una Cataluña
fuera de la Unión Europea dejaría de ser una localización idónea para empresas
filiales de matrices europeas; la diferente moneda y el riesgo de variaciones
en el tipo de cambio lo desaconsejarían.
Los diseñadores del proceso
secesionista no ignoran esto ni tampoco la probable reacción de los
consumidores del resto de España si el proceso sigue adelante. No obstante, en
los documentos oficiales minimizan lo que denominan “represalias comerciales
contra el nuevo Estado catalán”. Así lo recoge en la página 10 el documento
“Las relaciones comerciales entre Catalunya y España” elaborado por el Consejo
Asesor para la Transición Nacional de la propia Generalidad; un órgano que
sería ilegal en la mayoría de países democráticos y civilizados del mundo.
Pese a lo rotundo de este y de
otros informes que se han hecho públicos (quizá demasiado tarde), es posible
que su impacto en el resultado electoral sea pequeño. El nacionalismo es un
movimiento esencialmente emocional y no racional. En el caso catalán, y también
en los casos vasco y gallego, ha crecido por ausencia de un contrapeso
argumental de similar naturaleza. La explicación no es otra es el complejo de
identidad casi secular que atenaza a la sociedad española. Un complejo que
explica la reacción tardía e insuficiente ante los desafíos nacionalistas que
por su propia naturaleza carecen de complejos muestra la visión pancatalanista
y panvasquista. Ni siquiera en esta situación extrema los dos grandes partidos
han dejado de exhibir sus diferencias frente a un desafío secesionista que ha
aparcado visiones políticas radicalmente diferentes ante el objetivo común de
la independencia.
Pero esa raíz emocional del
nacionalismo es también su principal debilidad. La movilización permanente de
parte de la sociedad sin logros concretos conduce a la frustración colectiva y,
antes o después, se disuelve. Al mismo tiempo, la sanción del consumo español
de los productos indentificados con Cataluña podría reeditarse provocando un
importante daño a la industria catalana como ocurrió con la guerra del cava o
está ocurriendo con la salida de capitales de instituciones financieras
catalanas. Este es un proceso en el que todos perdemos pero, particularmente,
los trabajadores que pierden sus empleos y las familias que ven truncado su
futuro.
El próximo sábado 26 de
Septiembre se han convocado varias concentraciones y actividades promovidas por
movimientos cívicos para llamar al sentido común, a la convivencia y al futuro
de todos los españoles. En Sevilla lo ha hecho el Club Jovellanos a las 12.00
horas en la Plaza Nueva. Yo me lo he anotado en la agenda.
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