La “cosa” parece que está
cambiando aunque se comenta en forma de susurro; como confidencia en “sotto
voce” en la cola del súper o en la barra del bar aliñando la conversación con
una caña (sólo una) y altramuces “Saladitos”. La “cosa” es el término
eufemístico con el que hemos bautizado en España a la Gran Recesión que
arrastramos desde 2008 y que así la denominaron con fortuna Eichengreenand y
O’Rourke.
(Célebres altramuces "saladitos")
El pírrico descenso del paro
registrado en el mes de agosto -31 personas en un país de más de 46 millones-
no debe ensombrecer otros datos más esclarecedores.
Por ejemplo, Eurostat acaba de
certificar que después de año y medio de crecimiento económico negativo en la
Unión Europea (UE), los veintisietes países comunitarios registraron un
crecimiento económico positivo del 0,3 % en el segundo trimestre de este año.
Un crecimiento positivo que es especialmente importante en tres de nuestros
principales clientes; Portugal (1,1 %), Francia (0,5 %) y Alemania (0,7 %).
De hecho, la contribución de la
demanda externa al PIB español sigue siendo positiva aunque no lo suficiente
para compensar la continuada caída de la demanda interna. Tanto es así que el
saldo de la Balanza Comercial española en junio de 2013 (diferencia entre
exportaciones e importaciones) registró un superávit de 57 millones de euros
frente al déficit de 2.226 millones de junio del año pasado. Esto permite algo
tan crucial en la salida de la “cosa” como es reducir nuestro endeudamiento con
el exterior. Así, nuestra capacidad de financiación con el exterior se situó en
2.762,8 millones de euros el mismo mes de junio cuando el año pasado teníamos
una necesidad de financiación de 275,3 millones.
Con todo, nuestro crecimiento
sigue siendo negativo (-0,1 %) y ese es el peor dato. Sin embargo, algunas
comparaciones con el pasado reciente pueden reforzar nuestras expectativas de mejora.
Por ejemplo, los tres primeros meses del año tuvimos un decrecimiento más
acentuado (-0,4 %) y si comparamos el dato del segundo trimestre de 2013 con el
del mismo trimestre de 2012 resulta que hace un año estábamos mucho peor, con
un decrecimiento del -0,5 % frente al decrecimiento actual del - 0,1 %.
Efectivamente la tendencia parece que soporta que la “cosa” está cambiando.
Retomemos ahora el dato del
descenso del paro en 31 personas el pasado mes de agosto que en Andalucía fue
de 4.674 personas. De entrada debe tenerse en cuenta que el dato de “paro
registrado” no es el que mejor captura el pulso del empleo; el mejor dato es el
que arroja la Encuesta de Población Activa (EPA). El último dato ha sido muy
positivo. Nosotros lo avanzamos desde estas páginas antes de que lo hiciese
público el Instituto Nacional de Estadística días antes de la comparecencia del
presidente Rajoy por el “Caso Bárcenas”.
Más importante que el pírrico
descenso en 31 parados es el hecho de que es la primera vez desde 2000 que el
paro registrado en agosto no aumenta sino que desciende. Muchas empresas
despiden a trabajadores en agosto para no tener que pagarles el mes de
vacaciones. Además, este dato supone encadenar seis meses consecutivos en los
que el paro registrado desciende, algo que no ocurría desde el año 2006 cuando,
en pleno “boom inmobiliario”, teníamos un crecimiento económico del 4,1 %.
Es aquí donde debe señalarse el
resultado paradójico con el que nos enfrentamos. La economía española está
generando empleo al tiempo que nuestro PIB se sigue contrayendo. El análisis
económico rápidamente debe alertar sobre la pérdida de productividad del empleo
que esto supone (cociente entre el PIB y el número de empleados), algo que muy
bien puede explicarse por el abaratamiento del empleo al que se asiste en
España –la devaluación interna que tanto invocan algunos organismos
internacionales-. De hecho, el coste laboral por trabajador descendió en el
segundo trimestre de 2013 un 2,3 %; tres puntos por debajo de la inflación medida
a través del Deflactor Implícito del PIB. En otros términos, la capacidad
adquisitiva de un trabajador empleado en España, disminuyó un 3 % el pasado
trimestre lo que es un “suma y sigue” de muchos meses.
En definitiva, el empleo se está
abaratando tanto en España que incluso puede reducirse el paro al tiempo que se
reduce el PIB. Es un resultado brutal y habrá que esperar a que la “cosa”
definitivamente vuelva a poner color negro al crecimiento económico para ver el
impacto que ha tenido esta brutal recesión en el reparto de la renta nacional.
(*) Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla invitado en la Universidad de Lund.
EL CONFLICTO EN SIRIA AFECTARÁ A LA ECONOMÍA.
ResponderEliminarMás allá de la validez de los argumentos de Occidente para atacar Siria hay que reconocer que hasta ahora todos los conflictos bélicos han dejado una estela negativa sobre el planeta y lo que ocurra contra el régimen sirio tampoco será la excepción, como ya se puede comprobar con el impacto en la economía mundial ante el alza en el precio de los combustibles, cuya escalada empezó con el recrudecimiento de los enfrentamientos, porque ese país ocupa una de las posiciones más sensibles en la geografía de la producción petrolera.
Tiene razón también el Sumo Pontífice, el papa Francisco, al cuestionar las razones que motivan una intervención militar en Siria, cuando afirma que “siempre queda la duda de si esta guerra es de verdad una guerra o una guerra comercial para vender armas o para incrementar su comercio ilegal”, lo cual ha sido denunciado en otras ocasiones cuando la economía estadounidense no atraviesa por sus mejores momentos, y tampoco hay que olvidar que los grandes especuladores en situaciones como esta duplican sus ganancias.
Lo cierto es que cualquier solución será compleja, por un lado porque Washington debería actuar en apego a lo que resuelva la ONU, con base en informes de sus expertos, pero por el otro también debe atenerse al mandato emanado del Senado, que apoya la acción militar en forma limitada, lo cual implica que no puede haber un despliegue de tropas y todo en el lapso de 60 días, que es el plazo autorizado. Lamentablemente, en el ámbito económico, todos pagaremos las consecuencias de una nueva conflagración en el Medio Oriente.