Permítanme que comparta con Vds
dos breves historias reales aunque un poco teatralizadas. La primera ocurre un
día cualquiera, no importa la hora. Suena el teléfono móvil.
- - Buenos días, le llamo de X, la subcontrata de su
comercializadora de electricidad.
- - Sí, yo llevo robando luz mucho tiempo.
- - Hemos estado revisando la sala de contadores de
su vivienda y …
- - Sí, tengo un puente hecho.
- - … y hemos visto un problema en su contador de
luz ¿tendría un minuto, por favor?
- - Sí, sí. Todo lo que quieras. Yo llevo robando
luz cinco años.
- - Hemos visto que su contador de luz está
manipulado.
-
(Solapando la alocución del operador
telefónico). Más de cinco años. Vamos que me estoy hinchando de ganar dineros.
Más de 20.000 euros llevo ya.
- - Está puenteado ¿no estará robando la luz a algún
vecino?
- - Al vecino no, a Y (la comercializadora de
electricidad que –correctamente- indentifica con la empresa generadora de
electricidad).
- - Yo tengo que dar parte a su empresa eléctrica.
- - ¡Aligérate!
- - Ya le aviso que si el contador está manipulado
esto supone el corte del abastecimiento.
- - A mí me da igual que lo corten. Lo enchufo por
otro lado.
La otra historia comienza a las
8.00 a.m. Suena el timbre de la casa. Entra un tipo bien trajeado, de edad
neutra y mirada incisiva. Saluda con un apretón de manos fuerte y estudiado.
Nada fláccido.
- Fulanito de copas; corresponsal del
Banco Impune de Panamá.
- Pase, pase.
El Sr Corresponsal se sienta, cuenta
los billetes de 100 euros y los va introduciendo en su maletín. Cierra el
maletín y extiende la libreta de recibos. Anota el nombre de su cliente y una
cifra redonda. Al poco sale de la casa camino de la avenida donde está la
oficina de banca privada con la que trabaja. En la época del boom inmobiliario,
para ser tratado como cliente de banca privada había que sumar un patrimonio
mínimo de 500.000 euros. Luego, a partir de la crisis de 2008, la cifra bajó
mucho hasta una cantidad imprecisa en torno a los 150.000 euros. Para lo que
aquí contamos vale imaginar una oficina de cualquier banco español (para esta
historia sirve cualquiera de los bancos que Vd conoce).
El empleado le saludó con
exquisita cortesía.
- ¿De nuevo por aquí?
- Así es.
- ¿Qué me traes hoy?
- Otro milloncete.
El empleado anota el ingreso y
procede como de costumbre, esto es, en unos minutos ya está transferido el
dinero a la cuenta señalada por el propio corresponsal en el Banco Impune de
Panamá, de las Islas británicas del canal o de cualquier otro lugar.
El milloncete de euros no va a
pagar ni un céntimo de impuestos en España como tampoco paga un céntimo a la
compañía Y de electricidad el personaje que confesaba, impúdicamente, tener un
puente hecho al contador de luz del vecino.
Hay similitudes y diferencias
entre las dos situaciones descritas. La primera historia probablemente la
conozca porque corre como la pólvora entre los grupos de ‘whasap’. Al ladrón la
han puesto acento andaluz, habla con la gracieta. Se siente impune. Probablemente
se jacte de lo que hace entre sus amiguetes litrona en mano. Posiblemente sin
saberlo, es un arquetipo, según la teoría del héroe de Thomas Carlyle. Quienes
se dedican a estudiar cómo se conforma el imaginario colectivo de las
sociedades, nos dicen que el “pícaro” aparece tan rápido en nuestra mente
cuando se pregunta por el arquetipo español como un coche potente cuando se le
pide a un extranjero que le diga una imagen asociada a Alemania.
La segunda historia no circula
por ‘whastap’. Es más sofisticada. Menos chistosa. Tendría un acento neutro. Sin
embargo, mueve mucho más dinero que el fraude cometido por el ladrón de luz.
Mucho más que todos los ladrones de luz juntos.
El enfoque sicológico del fraude
fiscal explica que el fraude actúa como un mecanismo de compensación sicológica
para el contribuyente frente a las conductas de quien se corrompe con dinero
público o deja de pagar impuestos elevadísimos. Si algo despierta el ladrón de
luz en millones de contribuyentes es envidia. Envidia de no poder “puentear” a
la Hacienda con la habilidad con la que lo hace su ídolo deportivo o las
fortunas que argumentan que lo hacen porque aquí se pagan muchos impuestos. No
se equivoquen. Cualquier tipo impositivo, aunque reducido, les parecería
exagerado.
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