Hace poco menos de un año se
publicó “Personas mayores y solidaridad intergeneracional en la familia”, un
imprescindible estudio de los profesores Mª Teresa López, Viviana González y
Antonio J Sánchez editado por la ONG Acción Familiar: Es un estudio riguroso
que soporta con abundantes cifras la actuación de nuestros mayores como un
Estado del Bienestar paralelo que, particularmente en la reciente crisis,
realojó en sus casa a hijos y a nietos. Aún hoy hay pensiones que se estiran
con una métrica imposible. Es la familia y es el amor sobre la que se cimienta
aun cuando la pobreza entró por la puerta. Podemos seguir ensañándonos contra
ella o regateándoles un Ministerio de Asuntos familiares precisamente en un
país instalado irresponsablemente en su suicidio demográfico, pero la realidad
es tozuda, sin la red familiar y social, la crisis reciente, las previas y las
que vendrán, son imposibles de superar.
En Economía hay no pocas realidades
imposibles de medir. Una de ellas es la Caridad para algunos o la Solidaridad
para quienes no incorporan la dimensión transcendente que el primer término
conlleva. Por ejemplo, la Contabilidad Nacional que realiza el Instituto
Nacional de Estadística cifra en 11.275 millones de euros el gasto en consumo
que financian las ONGs, pero en este dato no cabe –porque es inconmensurable-
el afecto o las donaciones gratuitas que, por su propia naturaleza, no pasan
por el mercado. Este tipo de infravaloraciones en las cifras económicas convencionales
es el que subraya el interés del libro al que me refería al comienzo de este
artículo.
Cuestionando parcialmente lo
anterior hay quienes argumentan que un Estado del Bienestar con más recursos haría
menos necesaria la red familiar. Por ejemplo, se sostiene que la posible
elusión fiscal millonaria de jugadores de fútbol a paraísos fiscales (el
denominado “football leaks”) es un nuevo incentivo a no pagar impuestos. Este
incentivo se suma al sentimiento que tenemos los contribuyentes cuando tenemos
noticias de las prácticas extendidas de corrupción política. El resultado
último son menos recursos para los desempleados –aquí vuelven a aparecer a modo
de red nuestros mayores y las ONGs -. También son menores recursos para el
resto de servicios públicos fundamentales para los que siempre destacan por la
sensibilidad que despiertan; la sanidad y la educación.
Pero con ser esto cierto (más
fraude, menos recursos públicos y más necesidad de ayuda familiar), hay un
argumento que a mí me parece tramposo. El argumento es pretender una
desresponsabilidad familiar frente a quien necesita ayuda porque se la traslada
a un Estado hiperpaternalista que al hacer innecesaria la ayuda de los demás,
hace también innecesaria la familia. El paternalismo como el veneno, es una
cuestión de grado. En su dosis adecuada es una medicina, en una dosis excesiva
es letal.
Sin el esfuerzo y la renuncia a
la comodidad personal en favor del necesitado, las sociedades acaban fatalmente
adormecidas. No quiero decir con ello que el Estado no tenga que asumir su
labor protectora del necesitado a partir de los recursos de los contribuyentes.
Lo que sostengo es que ese esfuerzo de atención debe ser compartido por quienes
conforman el entorno social y familiar del necesitado.
Los hospitales, en sus secciones
más duras, son un escenario sin atrezzo para contrastar las dos visiones
entorno al asistencialismo estatal. Los hay que todo lo esperan del Estado y
los que ponen el énfasis es su propio y abnegado esfuerzo. Por ejemplo, a
través de Alejandro y María José, dos de tantos jornaleros de Dios que andan
haciendo en bien con rotundo anonimato, he conocido la historia de Rubén Darío
Ávalos Flores y de su madre Liliana Flores. En una España en la que el
patriotismo del célebre poeta nicaragüense es un perfecto pasaporte al ostracismo,
resulta que este niño paraguayo de 11 años mantiene un esperanzador pulso a una
enfermedad rara denominada histiocitosis de células de Langerhans, una
disfunción del sistema inmunológico que genera multitud de tumores. En una
excelente entrevista que le hicieron Pepe Barahona y Fernando Ruso, su madre
cuenta que viajaron a España empleando todos sus ahorros en la compra de los
pasajes. Fue su particular viaje por la vida. Desde hace años reciben atención
en la Unidad de Oncología del Hospital sevillano Virgen del Rocío, uno de los
más reputados internacionalmente en los que –y esto lo sé porque lo he visto-
hay profesionales que lo mismo publican sus investigaciones en las revistas más
prestigiosas que atienden la bolsa de Caridad de su Hermandad.
Naturalmente que para Rubén y cientos
de pacientes como él, la sanidad pública es irremplazable pero lo es tanto como
su propio esfuerzo de lucha y el de su madre. Llamándose así no es de extrañar
su habilidad para la lectura y escritura a tan corta edad. Aprendió a leer con
dos años. Acaba de publicar “Sensación de pureza”. Yo lo voy a pedir a los
Reyes Magos en http://rubenavalos.com/ . El
amor de su madre y el de los voluntarios que trabajan en este hospital y en
otros muchos no aparece en la Contabilidad Nacional de España. Si apareciese,
España tendría un Producto Interior Bruto inmensamente grande.
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