Ha pasado más de una década desde
la publicación del libro “El diferencial de desempleo andaluz” (Ed. Aconcagua)
del Catedrático de Economía de la Universidad Pablo de Olavide, Carlos
Usabiaga. El título es suficientemente ilustrativo de una característica
permanente y definitoria del paro en Andalucía; siempre supera al promedio de
desempleo nacional y, salvo en situaciones de gran expansión económica, la
diferencia está entre los 8 y los 9 puntos porcentuales. Con datos del primer
trimestre del año al que le quedan sólo días, la tasa de desempleo andaluz
superaba a la media nacional en un 8.7 % -un diferencial elevadísimo-. Por
sexos, la diferencia era menor en el desempleo masculino (7.4) que en las
mujeres (10.35).
El estudio del profesor Usabiaga
no es el único que ha buscado explicaciones para un problema tan lacerante –los
profesores Juan José Dolado, Francisco Gómez, Ignacio García o José Luis
Martín, también se han ocupado de ello- pero sí expone de forma didáctica una
batería de conclusiones que merece la pena revisar para ver si se registran
cambios significativos.
Por ejemplo, de entre las veinte
causas explicativas que encuentra para explicar el mayor nivel de desempleo en
Andalucía, la primera es el mayor protagonismo de la economía sumergida y el
desempleo irregular, esto es, una parte de los entrevistados en la Encuesta de
Población Activa responden que no están realizando actividad alguna cuando
realmente sí la llevan a cabo. La pregunta es ¿se ha reducido la economía
sumergida en esta última década? Los análisis suelen apuntar a que las etapas
de crisis económicas son proclives al desarrollo de la economía sumergida.
Otra de las causas explicativas
la encuentra en que Andalucía tiene una tasa de población activa más joven que,
con los resultados de último Informe PISA en la mano, sigue mostrando fuertes
debilidades formativas comparada con la mayor parte de regiones españolas. Diez
años después de la publicación del libro que motiva este artículo, la tasa de paro
entre los andaluces con menos de 25 años es más de 13 puntos porcentuales a la
media nacional (12 puntos cuando se trata de chicos y 15.6 puntos cuando son
chicas). La situación cambia marcadamente cuando analizamos a los desempleados
con más de 55 años. En ese caso la diferencia entre el paro andaluz y la media
española es de sólo 4.9 puntos. Téngase en cuenta que entre 2002 y 2016, la
menor diferencia entre las tasas globales de desempleo se alcanzó en 2007. En
el primer trimestre de ese año, la media de desempleo andaluza superaba a la
española en 4.1 puntos.
La decimosegunda causa para
explicar por qué el desempleo regional andaluz supera largamente al promedio
nacional la encuentra el autor citado en el “seguro familiar”. Lo explica
señalando que los desempleados, especialmente los jóvenes, suelen vivir en un
marco familiar que les ampara y en el que suele haber otros perceptores de
renta. Entre los efectos de este “seguro familiar” está el de reducir la
intensidad de búsqueda de empleo.
Sobre esta última cuestión –no
menor- ya nos hemos ocupado en los últimos artículos. Si bien la red familiar
ha sido clave para supervivir al drama de la crisis económica, la
sobreprotección no suele traer buenos resultados. Cualquier esfuerzo adicional
que la Administración realice para facilitar los intercambios de estudiantes
con otros países, debe ser bienvenida. Asimismo, hay modelos educativos como el
irlandés que ofrecen algunas experiencias que deben ser miradas con interés.
Una de ellas es la ‘work activity’ que permite a los estudiantes de cursos
finales de la ESO incorporar en su currículum una actividad laboral semanal
como parte de su formación. Esto le permite desarrollar habilidades
relacionales y niveles de responsabilidad personal fuera del ámbito escolar. La
otra particularidad de interés es pedir que desarrollen una ‘pequeña empresa’
(‘mini company’) a todos los estudiantes que estudian Economía en ese nivel
educativo.
Precisamente, esta última idea
serviría para reducir el efecto de otra de las causas del mayor desempleo
andaluz que no es otra –siguiendo el libro varias veces citado- que el mayor
peso del sector público en el empleo asalariado. En Andalucía falta espíritu
emprendedor. Se demoniza al empresario hasta el punto de haber tenido que reinventar
el término ‘emprendedor’ para evitar que quien inicia un negocio se sienta
socialmente estigmatizado si se le identifica públicamente como un empresario.
En definitiva, más de una década
después de la publicación de este interesante libro, el diferencia de desempleo
andaluz no es muy diferente al que teníamos antes de la crisis y muchas de sus
causas explicativas siguen siendo válidas.
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