Decisiones de esta semana tan
aparentemente dispares como el desbloqueo de la reapertura de la mina de Aznalcóllar
(Sevilla) o el principio de acuerdo de la Unión Europea (UE) sobre el mecanismo
de liquidación bancaria pueden no serlo del todo. Ambas admiten una lectura
imprescindible desde la perspectiva de la globalización económica o de su
reverso, la pérdida de la soberanía nacional de los países.
En el primer caso, la empresa
sueca Bolidén abandonó la mina de Aznalcóllar tras la rotura de la presa de
contención de aguas contaminadas y el desastre natural al que dio origen. Atrás
se dejó a medio explotar una de las cortas, la de Los Frailes, donde la Junta de
Andalucía calcula que hay al menos 35 millones de toneladas de cobre, zinc y
plomo. Cuando la mayoría de las minas de cobre de la faja pirítica andaluza
cerraron a comienzos de este siglo, la tonelada de este mineral se vendía a
2.000 dólares; ahora cotiza a 7.000.
La fuerte subida de su precio no
sólo obedece a las nuevas necesidades industriales de este y otros minerales
sino al desarrollo de los fondos de inversión que los toman como activo subyacente.
De esta forma, los minerales (y otros muchos productos) ya no sólo son una
materia prima esencial sino también un activo financiero. El resto, la
comercialización internacional de las participaciones de esos fondos hasta
niveles desconocidos hasta hace apenas década y media, se debe al sacrosanto
principio de la libertad de circulación de capitales y a la aplicación de las
nuevas tecnologías al comercio.
Los economistas cuantitativos aún
no han llegado a un consenso sobre qué parte de la fluctuación del precio de
las materias primas responde a cambios en su demanda como tal y qué parte
obedece a su “financierización”. Posiblemente tampoco aquí se alcance un amplio
consenso científico y sólo quepa esperar disponer de mayor evidencia empírica
en un sentido o en otro. En lo que no existe disenso es el que la globalización
económica afecta al precio de los minerales y, presionado por un insoportable
desempleo regional del 36 %, ha facilitado un acuerdo entre la Administración
andaluza y la Administración General del Estado.
Coincidiendo con el tiempo en el
que se producido el acuerdo de la retirada del recurso ante el Tribunal
Constitucional para la reapertura de la mina, los representantes de los 28
estados miembros de la UE han alcanzado un pacto para terminar de definir el
sistema de Unión Bancaria Europea.
Esta Unión se ha presentado como
un plausible sistema que evite la socialización de pérdidas de las entidades
financieras en crisis de manera que, en adelante, las soporte el propio sistema
financiero. La idea no deja de tener un cierto tufo demagógico porque ya el
propio sistema financiero ha soportado una parte central del coste de la crisis
por la vía de la caída del precio en las acciones de sus propietarios. A lo
anterior debe añadirse que cualquier coste adicional que se les imponga (por
ejemplo exigiendo aportaciones al nuevo fondo para liquidar las quiebras),
acabará trasladándose a sus clientes.
Sea como fuere y como
consecuencia de este proceso de Unión Bancaria, el Banco Central Europeo (BCE)
empezará a actuar como supervisor único en otoño de este año, luego entrará en
vigor el Mecanismo Único de Resolución y después se creará el Fondo Único de
Resolución, financiado por las propias entidades financieras de la zona del
euro.
Se trata de una nueva cesión de
soberanía nacional desde los estados que hasta ahora (mal) supervisaban su
sistema bancario a un gran hermano supervisor que resulta ser el BCE. Pero
¡ojo! una cesión asimétrica. Alemania ha impuesto que sus cajas de ahorro estén
fuera de la supervisión del BCE. Otros países (Francia y Holanda), también. En
definitiva, hay países que se resisten eficazmente a su cesión absoluta de
soberanía nacional aunque se sirvan de los procesos de globalización económica
para ampliar sus mercados. Nadie discute a Gran Bretaña su papel determinante
en las finanzas mundiales pero nadie espera que cedan un solo ápice de su
soberanía monetaria.
Está por ver si la Globalización
es un proceso irreversible que implica la continua cesión de soberanía a
instituciones supranacionales inspiradas principalmente en reglas financieras.
Desde luego es un proceso contestado abiertamente tanto por el movimiento
antiglobalización de izquierdas como conservador. La reciente entrevista a
Marie Le Pen en una cadena de televisión española así lo puso de manifiesto.
De lo que no cabe duda es de que
sin globalización no habríamos tenido una crisis financiera del tamaño que
todavía nos aqueja. No hubiésemos tenido que ceder progresivamente soberanía
nacional como la que recientemente obligó a modificar el artículo 185 de la
Constitución o ahora obliga a ceder la supervisión del sistema bancario al BCE.
Pero tampoco habría posibilidad de reabrir minas en la faja pirítica andaluza.
En la sevillana localidad de
Paradas y en la presentación del libro “El devenir Príncipe de la multitud” de
Antonio Negri (Ediciones En Huída), uno de sus editores advertía no haber votado
a Christine Lagarde como directora gerente del influyente Fondo Monetario
Internacional. Así es, efectivamente. Tampoco elegimos a nuestros alcaldes o
presidentes de Gobierno. Elegimos a concejales o diputados y luego ellos eligen
alcalde o presidente. Por el camino de acentuar la representación indirecta, en
algún momento delegamos en los representantes la capacidad de ceder soberanía
y, siguiendo siguiendo, apoyar la candidatura de la Sra Lagarde al FMI o la de
cualquier otra persona a cualquier otro organismo supranacional.
(Portada del libro 'El devenir Príncipe de la multitud' de Antonio Negri)
No es cierto que sólo los
económica y militarmente fuertes imponen sus decisiones. El sistema de alianzas
cooperativo entre los menos fuertes acaba refrendado la afirmación matemática
de que la suma de infinitésimos no es un infinitésimo; es una distancia finita.
Lo que ocurre es que a esa suma de infinitésimos se puede ir con ánimo
cooperativo pero sin entregar la soberanía antes de que nos la pidan, o se
puede ir con las llaves de la casa en la mano y ponerlas encima de la mesa “del
tirón”.
José Manuel Cansino Muñoz-Repiso. Profesor Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla.