Que el sistema bancario europeo está claramente fragmentado lo demuestra el hecho de que empresas de características similares en negocio y riesgo se enfrentan a tipos de interés muy distintos dependiendo del país donde soliciten el préstamo. Unas diferencias que pueden estar en torno al 3%. Es evidente que no hay nada parecido a un mercado único bancario capaz de igualar los precios.
A lo anterior debe unirse la dificultad para el acceso al crédito, verdadero cuello de botella en el que se encuentra parte no pequeña de las causas de mortalidad empresarial en España.
Todo esto hace que incluso las grandes empresas tengan que acudir a fórmulas de financiación que hasta el momento le han resultado extrañas.
Es el caso de El Corte Inglés. La multinacional de distribución española ha decidido buscar entre 500 y 1.000 millones de euros a través de una emisión de bonos que tiene dos peculiaridades de interés: su naturaleza y el lugar de emisión.
En cuanto a su naturaleza se trata de lo que los anglosajones denominan «asset-backed security» –ABS–, esto es, bonos cuyo activo subyacente son los derechos de cobro que la financiera de El Corte Inglés tiene sobre sus clientes a los que ha financiado las compras. La financiera trocea o tituliza sus derechos de cobro (técnicamente activos subyacentes) y los vende o emite en forma de bonos para captar la financiación que necesita para refinanciar su deuda.
Para ello necesita que una agencia de calificación de riesgo (la elegida ha sido «Standard and Poor») le ponga una buena nota a estos bonos para que los potenciales inversores estén dispuestos a comprarlos sin exigirle a El Corte Inglés un elevado tipo de interés. Una nota o «rating» de BBB sería una excelente noticia para la multinacional española fundada por Isidoro Álvarez.
La financiera El Corte Inglés movió en el último ejercicio fiscal del que se tienen datos un total de 7.400 millones de euros de los que 5.295 millones de euros fueron a través de las populares tarjetas de compra (hay 11 millones de tarjetas de compra de esta empresa). Otros 1.599 millones de euros fueron concedidos a través de la denominada Fórmula Personal de Pago.
La segunda peculiariedad de esta emisión de bonos es la plaza financiera en la que se van a emitir, concretamente la capital irlandesa, Dublín. Se hará a través del sistema de supervisión de ese país, el «Irish Stock Exchange» –ISE–, mucho menos exigente que la CNMV española. Paradoja financiera ésta de tenerse que ir a un país intervenido en busca de financiación o que precisamente está intervenido, entre otros motivos, por este tipo de laxitudes.
Otras empresas españolas ya han hecho el viaje a Irlanda para lo mismo que ahora lo hace El Corte Inglés, entre ellas Abengoa, Acciona, ACS, OHL, Banco Popular, Banesto, BBVA y Banco Santander, precisamente este banco es el que asesora a los grandes almacenes en su emisión irlandesa.
En definitiva, la banca española sigue sin hacer otra cosa que servir de banquero al Estado. El crédito no fluye a la empresa ni pequeña ni mediana y esto no pasa por alto a nadie. Tampoco al Banco Central Europeo.
Así lo señalaba el pasado viernes Santiago Carbó en una interesante Jornada de la Academia Andaluza de las Ciencias Sociales celebrada en la Facultad de Economía de la Universidad Hispalense.
En opinión de Carbó –una autoridad internacional en materia de sistema financiero– el Banco Central Europeo puede hacer algo, pero no todo, para que el crédito fluya a las empresas. Por ejemplo, puede seguir mandando mensajes contundentes a través de su presidente para que la prima de riesgo baje como lo está haciendo de forma que los intereses a los que ofrecer préstamos sean más reducidos. También puede seguir con una política monetaria acomodaticia tolerada por los países luteranos liderados por Alemania y que, con ser expansiva, lo es mucho menos que la seguida por la Reserva Federal Norteamericana desde hace tres años.
Luego quizá corresponda al regulador –en este caso la CNMV– revisar las condiciones que se exigen a las empresas para poder titulizar sus activos y venderlos en España para conseguir financiación en lugar de tener que hacerlo en Dublín, pero cuidado porque en el origen de la gran crisis financiera en 2007 estaba precisamente este proceso de titulización de lo que fueron los activos tóxicos, particularmente las tristemente célebres «subprimes».
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